Cuando terminó de escribir “Con el amor bastaba”, su octava novela, Màxim Huerta no imaginó que su promoción iba a vivirla confinado, a base de llamadas de teléfono y sin poder mirar a los ojos de su interlocutor. Él, que es de los que observa de frente y sin bajar la mirada, ha tenido que improvisar para verbalizar las ansias de volar de Elio Ícaro, el chico que por las noches se quita los zapatos y se deja elevar entre los tejados. Nos citamos en in #InstagramLive para poder vernos las caras. Esa está siendo nuestra ventana al exterior en estos momentos..
The Luxonomist: ¡Cómo me gusta verte! ¿Cómo lo llevas?
Màxim Huerta: Pues gestionando la situación. Acabo de lavarme las manos, porque estaba pintando flores. Como mi casa no tiene jardín, ni balcón…
TL: Pero tienes una ventana con vistas…
Màxim Huerta: Y en ella estoy todo el día. Me estaba imaginando balcones y estaba pintando glicineas y buganvillas.
TL: A punto de salir tu nueva novela, la octava…
Màxim Huerta: El día 19 ya estará en las librerías que, por fin, estarán abiertas. Hasta ese momento, estará en cajas. Y mira, me encanta que “Con el amor bastaba” esté en cajas.
TL: En nuestra querida Italia, lo primero que abrieron fueron las librerías…
Màxim Huerta: Con muy buen acierto. No pasa nada porque entres en una, compres un libro y salgas, pero aquí no lo ha considerado así el Gobierno. Si vamos todos al supermercado a comprar ¿Por qué no una librería? Pero bueno, es un debate perdido.
TL: De momento, compramos frutas y verduras. Por cierto, he hecho la tarta de tu abuela Irene…
Màxim Huerta: ¿En serio? Pues tú haces postres muy buenos. Esa tarta, que es de manzana, es muy sencilla. En estos días de encierro, porque confinamiento ya me parece muy fino, me recordó la receta mi madre y me la he hecho varias veces. He parado porque me la comía yo entera y ya te puedes imaginar.
TL: ¿Cocinabas con ella de pequeño?
Màxim Huerta: Miraba. Yo he sido un niño que estaba sentado en la cocina siempre, porque para mí era el corazón de la casa. Mi abuela cocinaba mucho y estaba siempre haciendo algo “para después”: pasteles, conservas de tomate, biscochos, cosas saladas y dulces, buñuelos de viento… Siempre estaba haciendo algo.
TL: Mujer previsora, ahora todo habría venido bien…
Màxim Huerta: Sí, es verdad. Pertenecía a esa generación en la que todo valía y se aprovechaba. Era una época en la que no había basura, todo lo contrario a lo que tenemos ahora. Yo no recuerdo de pequeño tanta basura como ahora. Y esta tarta, la abuela la hacía con manzana y pan seco de días anteriores. No se tiraba nada.
TL: Por cierto, ¡menudo día de San Jordi más raro esta vez!
Màxim Huerta: Pues sí. La verdad es que me pasé el día escribiendo cosas que me pidieron, pero fue muy extraño. Es un día muy especial para mí, imagino que igual que para el resto de escritores. Pedí el día 23 de abril libre en la tele hace meses y me costó muchísimo que me lo dieran, fíjate. Mucho más complicado que en el Ministerio (risas). Me lo dieron y, ya ves, lo que es la vida. No puedes planear nada, porque la vida te cambia en un suspiro. Este año lo pasé en casa, obviamente, dibujando unas rosas.
TL: Qué sensación de vacío, ¿no?
Màxim Huerta: Pues mira, me vino muy bien porque luego, cuando la gente se enamoró de mis novelas posteriores (“El susurro de la caracola” o “Una tienda en París”) con las que sí hubo grandes colas y ventas muy grandes, me di cuenta que iban por la novela, no por estar en la tele. De hecho, las firmas no tienen nunca que ver con las ventas.
TL: ¿Cuál es la novela que más vendiste?
Màxim Huerta: La que más se sigue vendiendo es “Una tienda en París”. Continúa vendiéndose en muchos idiomas, en muchos países y aquí, en versión bolsillo (que es una pena, por cierto), se sigue vendiendo muy bien porque es un libro aspiracional, alguien que desea cambiar de vida. Y eso es muy contagioso.
TL: Ya sabes que, para mí, “El susurro de la caracola” es muy especial. Y es un perfecto guion de película…
Màxim Huerta: Se hizo un guion y se seleccionaron los actores, pero llegó la crisis y lo paró todo. Es una historia que te atrapa, a medida que va avanzando, y al final, en la última palabra, te das cuenta que es un thriller emocional. “La noche soñada”, que sé que también te gusta, es un homenaje a las madres. “Firmamento” es una obra de teatro. Dafne Fernández me dijo un día “por favor, haz la obra y yo quiero ser Ana Monteleón”, pero tuvo menos éxito porque lo ocurrido en el Ministerio lo tapó todo. Una lástima porque es una novela muy luminosa, sexual, de verano, de agua salada. Quién sabe si algún día renacerá.
TL: Hace apenas unos días, me recordó Facebook que, sobre estas fechas hace un año, hacíamos la entrevista por “Intimidad improvisada”…
Màxim Huerta: Sí, fue la primera entrevista que hice tras la dimisión. Prometí que serías la primera y así fue.
TL: ¡Cómo han cambiado las cosas es un año!
MH: Sí, es cierto. Yo me encontraba muy mal cuando me senté a hablar contigo. Estaba dolido, como un ciervo al que han matado a toda la familia y salía huyendo de los cazadores. Tenía miedo de todo. Miedo de hablar, de decir algo que se convirtiera en titular. Lo peor… el miedo a hablar. Ya estaré callado cuando esté muerto. Tenía miedo a todo, porque todo era un titular.
TL: Lo bueno es que lo superaste…
MH: Poco a poco y con medicación. Lo he superado con tratamiento, con amistades, con mi madre, amigos y relativizando un montón de cosas. La vara de medir depende de quién seas. Ya es pasado. Está pasado, no en mi memoria, pero ya no duele. Se ha quedado ahí como una parte de mi experiencia vital. En privado me río e ironizo, porque la risa es salvadora.
TL: Situaciones así, al igual que la que estamos viviendo, te ayuda a posicionar a la gente…
MH: Y eso es fundamental. Hay veces que leo esas frases que pones en RRSS por las noches y pienso “La ha escrito para mí” (risas). Te confieso ahora que hay algunos que creía que eran muy amigos y ya no están.
TL: ¡Bienvenido al club! Ya ni preguntan cómo estás. Por cierto, en esta situación hemos pasado de querer saber cómo nos encontrarnos nosotros, a cómo está nuestra gente ¿Tu madre?
MH: Es lo único que me queda. Me refiero a que es lo más directo que tengo. También están las primas, los amigos (que son la familia que uno elige), pero ella es mi centro. He pasado de animarla yo a ella a hacerlo ella conmigo. Ha habido momentos en los que yo me “comía un payaso” y la hacía reír. Ahora no, es al revés. Ella está sola y yo debería (y podría) estar allí a su lado. Pero ella, con tal de que no digan algo contra mí, me anima a que me quede aquí a esperar el momento en el que se pueda ir sin problema entre provincias.
“Si vienes nos sacarán cantares, nos van a criticar”, me dice. Así que, me trago ese sapo, y estoy aquí añorándola y pensando que podía estar a su lado bañándola, cuidándola.. porque es una persona mayor y no se vale por sí sola y tienen que ayudarla. Esa precaución ha quedado de aquello.
TL: En aquella etapa, ella sufrió más que tú seguro…
MH: ¡Claro! Yo sufría de otra manera. Yo sufrí el dolor de muelas, pero ella sufría por cómo se burlaban. Ella sufrió mucho, mucho… Y eso es algo que, a algunos, no se lo perdonaré. No soy rencoroso, pero no me vengas a pedir una entrevista ¿me entiendes? Cinismos, no.
TL: ¿Has tocado fondo algún día en estos meses?
MH: Teniendo en cuenta la inseguridad que me provocan los mensajes improvisados y constantes, sí. Algún día ha sido terrorífico, muy duro, días en los que no quiero hablar, en los que tengo la criptonita de Superman mal. En esos momentos, hay que saber respetar esa pausa que necesito. Hubo días en los que he tocado fondo y esta casa se me ha hecho una caja. No me quiero hacer víctima porque todo el país está igual, pero esto es muy duro en algunos momentos.
Yo solo deseo estar tranquilo, no solo en estos momentos, sino en todas las esferas de mi vida: en el amor, en el trabajo… No quiero altibajos ¡Para decir eso yo con los que he tenido! (risas). Estoy durmiendo con mucha pesadilla y alguna muy mala. Solamente me relajo con las acuarelas. Bueno, con un lexatin también (risas).
TL: ¿No te has puesto una rutina?
MH: Al principio hasta me ponía despertador. Ahora ya no. Me levanto, desayuno, pinto con las acuarelas, pongo 5 minutos de radio cambiando de emisora y escribo. Tenía una idea, desde hace diez años, de darle continuidad a una de mis novelas…
TL: ¡Es cierto! Todas son independientes…
MH: Yo tenía ganas de continuar una, que no te la voy a decir (risas) Y, si la adivinas y me preguntas, pondré cara de póker. Estoy en eso y lo mejor de todo es que, en este tiempo de encierro, llevo 100 folios. Estoy inmerso en ella y la paradoja es que, aún no había salido “Con el amor bastaba”, y ya llevaba adelantada la siguiente. Nadie sabe si la voy a publicar o, a lo mejor, la rompo pero me está sirviendo de evasión. ¡Estoy disfrutando tanto!
TL: ¿Qué es lo primero que harás cuando podamos salir?
MH: Coger el coche e ir a ver a mi madre. Ir a la playa porque quiero relajarme (risas) Parecerá una locura decir eso, pero esta situación desestabiliza. No me vale lo de “todo va a salir bien”, “si lo sueñas lo consigues” o “siempre ganan los buenos”. No es así. Son mensajitos que quedan muy bien para algunos influencers, pero no son el reflejo de la realidad.
TL: ¿Te reconocería ahora el niño Maxi?
MH: ¡Qué va! Si le dice que va a vivir todo lo que yo he pasado ¡no se lo cree! Yo era de los de la fila de atrás, no participaba en los partidos de fútbol, no subía a la bici porque me afectaba el asma y me quedaba con las chicas. Las mujeres siempre sois mucho más generosas, porque los chicos siempre hacían pandillas cerradas. Ese Maxi no se habría creído nada y aquí estoy.
TL: ¿Eras de los que, como Elio Ícaro (tu protagonista en “Con el amor bastaba”), de saltar charcos y dar brincos?
MH: No, no, no. Era un niño muy formal, que le gustaba mucho quedarse en casa, haciéndolo que hago ahora: escribir, pintar y leer (risas). Aquello que yo tenía de niño, me sirve ahora para muchas cosas. Elio Ícaro descubre que tiene la capacidad de volar
¿Qué haces cuando te das cuenta?¿Disimularlo o disfrutarlo? Lo que hace es reivindicar ser uno mismo. Su padre quiere que sea de una forma y su madre de otra. Cada uno con la mejor de sus intenciones pero, con las mejores intenciones, podemos destrozar una vida. Es una familia muy particular, todos guardan secretos pero a él… con el amor le bastaba.
TL: En tus novelas siempre hay secretos…
MH: Sí, es verdad. Esta reivindica ser uno mismo, reivindica a los raros, a los diferentes, a los que se han sentido mirados, cuestionados, particulares, diferentes. Si alguna vez alguien se ha sentido así, ese es Elio Ícaro. No es una novela que hable de mí, habla de todos porque todos, en algún momento, nos hemos sentido raros, diferentes, particulares, especiales, mirados. Y nos damos cuenta cuando vemos que los demás nos miran raro.
Tengo un pálpito muy bueno con esta novela. En ella se juntan todos mis lugares, fetiches, fantasmas, placeres, caprichos. Esta novela tiene todo lo mejor de las anteriores, tiene mucho del realismo mágico de “No me dejes”, de la familia de “La noche soñada”, el querer ser feliz de “Una tienda en París”, la frescura del aire libre de “Firmamento”, mucha lavanda porque sucede cerca de La Provenza. Estoy muy contento.
TL: ¿Cuánto has volado en esta novela?
MH: Pues dos años volando (risas). Nació en un tiempo convulso y, fíjate, sale en otro tiempo convulso. Esta novela es un paréntesis de felicidad. El del principio, que es el tiempo convulso de mi episodio en el Ministerio, y el de ahora que es tan difícil, tan raro, en el que estamos todos tan perdidos y tan faltos de vuelo. Y pueden decirme que fui un poco Nostradamus sin saberlo porque, la portada, es un adolescente asomado a una ventana, queriendo volar, queriendo salir. Tal y como estamos ahora ¡Qué cosas! Y el título coincidiendo con lo único que me importa ahora, con el amor bastaba.
TL: ¿Crees que con el amor basta?
MH: Para las cosas importantes sí. Y, en esta novela, era suficiente. No es una novela romántica, es un grito. Con el amor bastaba, no quería nada más. Con que te quiera tu familia, tus amigos, la gente que te importa ¡es suficiente! Luego, es verdad, hace falta más pero las cosas que nacen desde el amor son siempre buenas.
TL: ¿Es lo que más echas en falta?
MH: Me siento muy querido. También te digo que nunca he creído en mí. Nunca jamás. Sigo dudando muchas veces y creo que soy un intruso en todo. Imagino que es por inseguridad pero, cuando leo comentarios de los lectores, me llenan de energía y eso ayuda mucho. Nunca me creo un piropo y ahora tampoco la crítica negativa. Y eso es lo mejor de todo. No necesito encontrar mi lugar, sé que es este: mi casa, mi madre, la gente que me quiere, mis amigos, los lectores. Lo tengo claro y mi lugar no espero que me lo dé nadie ajeno. No espero reconocimiento, solo tranquilidad.
TL: Somos más felices cuando nos damos cuenta que no recibiremos en la medida que damos…
MH: Yo ahora relaciono felicidad con tranquilidad. Me siento querido, estoy orgullosísimo de la novela que he escrito, no he necesitado una pandemia para saber a quiénes quiero. Me siento muy bien. Otra cosa es que tenga ratos malos, eso nos ocurre a todos. Tiene que haber gente normal para que los portentos se sientan bien (risas).
TL: ¿“Con el amor bastaba” es el libro que te pedía el cuerpo, el ánimo o el corazón escribir en este momento?
MH: Sí, rotundamente. Me gusta mucho el personaje, la familia, los lugares.. Fui a visitarlos, de hecho. Es la que yo quería escribir. Igual que la primera, de la que hablamos antes, no era la que no deseaba escribir, sino que fue más idea de la editorial y, como soy muy bien mandado desde niño, lo hice, pero esta novela es un vuelo personal y para el que la lea.
TL: “La parte escondida del iceberg” ya había sido muy personal…
MH: Esa novela soy yo, sí. Yo narré una historia de amor, que tú conociste. Fue un libro terapéutico. Necesitaba escribirlo porque era un tapón. O yo abandonaba aquella historia de amor de alguna manera, aunque fuera escribiéndola. Yo iba a empezarla “El día que te conocí supe que tendría que olvidarte”. No fue la frase de inicio pero se me quedó grabada. No guardo casi ni fotos, fíjate. Bueno sí, tengo una de una fiesta de cumpleaños en tu casa precisamente, pero nada más.
TL: ¿Alguna vez te dijo algo de ese libro?
MH: Jamás, nunca me dijo nada. Ahí se quedó. Ahora puedo hablar de ello con total normalidad. Y eso es lo bueno. Yo necesitaba escribirla y ya está.
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