Acaba de cumplir 29 años y hay quien asegura que es la perla de su generación de actores. No en vano, Patrick Criado es capaz de meterse en la piel de los personajes más atormentados, complejos y singulares que uno pueda imaginar. Dice que del joven de Águila Roja conserva las ganas de jugar y pasárselo bien. Acaba de pasar por el Festival de San Sebastián, donde presentó Hildegart. El futuro es suyo, la nueva película de Paula Ortíz que ya se puede ver en los cines.
The Luxonomist: ¿Qué has encontrado en la interpretación que no te ha dado otra actividad de la vida?
Patrick Criado: Vivir diferentes vidas, conocer a mucha gente, explorar a personas y circunstancias que, posiblemente, en otro contexto profesional no me hubiera encontrado.
TL: Empezaste de niño a jugar a ser artista. ¿Dónde ha estado la clave para no “perder el norte”?
PC: Creo que la clave para no perderlo es no tenerlo (risas). Hay que tener poco norte para dedicarse a esto.
TL: ¿De pequeño ya eras el teatrero de la pandilla?
PC: No, creo que he sido un chaval extrovertido. Me gustaba mucho hablar con la gente y, hasta hacerme mayor, no era demasiado tímido. Ahora sí que lo soy en algunas ocasiones, pero no era teatrero de pequeño, no.
TL: ¿Cuál ha sido ese punto de inflexión que te indicó que podías dedicarte y vivir de esto?
PC: Yo creo que rodando “Águila Roja”, ya entrada la adolescencia, empecé a reflexionar sobre convertir este juego en mi trabajo.
TL: ¿En algún momento de inestabilidad te has arrepentido de la decisión tomada?
PC: Yo creo que todos, en algún momento, hemos tenido bajones y parones con este trabajo. Cuando eso ocurre, uno se cuestiona muchas cosas. Ahí es cuando hay que ser fuerte y no perder la motivación, las ganas de aprender y el interés.
TL: ¿Queda algo del Patrick de Águila Roja, por ejemplo, en el Abel Vilella de La virgen roja?
PC: Todo. Sigo siendo ese niño que quiere jugar y pasárselo bien.
TL: ¿Al público le va a ser fácil empatizar con Abel, tu personaje en la película de Paula Ortíz?
PC: Estoy seguro de que sí. Es una persona que vive el amor por primera vez, que quiere transformar el mundo, que siente una necesidad de cambiar las cosas y es un revolucionario por naturaleza.
TL: La historia de Hildegart forma parte del ideario de la Galicia de principios del siglo pasado. La realidad, a veces, supera la ficción. ¿Te imaginas una madre o una suegra como Aurora en el momento actual?
PC: Me puedo imaginar a una madre como ella, porque en el imaginario todo entra, pero no la recomiendo ni como suegra, ni como madre seguramente (risas).
TL: ¿Ese primer pensamiento inevitable cada día?
PC: En la mayoría de las ocasiones ¿Qué voy a hacer hoy? (risas)
TL: Vuelve la vista atrás por un momento. ¿Un olor inolvidable que te lleve a la infancia?
PC: El césped mojado en el jardín de la casa de mi abuela.
TL: ¿Hay un sueño que se repite sin parar?
PC: Sí, me pasa bastante que siento que no tengo fuerza y tengo que defenderme de alguien, no pudiendo utilizar mis manos porque no tengo fuerza en ellas.
TL: Dime dos o tres palabras que definan el momento en el que estás.
PC: Feliz, enfocado y determinado.
TL: Si pudieras escribir tu autobiografía. ¿Cómo titularías el libro?
PC: Momentos (risas).
TL: Imagínate que la llevaran al cine. ¿La dirigirías o elegirías a alguien a quien admiras?
PC: Seguramente le diría a Tarantino que la dirigiera.
TL: ¿Y eso que siempre dicen de ti y no es verdad?
PC: Que soy un flipao.
TL: En una profesión tan maravillosa, pero al mismo tiempo igual de inestable ¿Piensas alguna vez en lo que harás cuando llegue el momento de parar?
PC: No, la verdad es que no lo pienso.
TL: ¿Cuál es el peor peaje de la fama?
PC: La pérdida de intimidad.
TL: Imagínate que tienes que abandonar tu casa de manera urgente. ¿Qué es lo primero que coges?
PC: La gorra (risas).
TL: ¿Recuerdas ese primer photocall ante la prensa?
PC: No me acuerdo para nada (risas).
TL: Es pregunta que no te he hecho y te habría gustado responder…
PC: ¿Cómo estás? (risas)
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