Le hemos visto crecer, cambiar la voz, enamorarse en la adolescencia y convertirse en un actor con proyección. ‘Cuéntame cómo pasó’ le situó en la órbita mediática y, a lo largo de los años, se ha ganado el respeto de la profesión. A sus 24 años ha decidido tomar las riendas de su vida y se ha lanzado a la aventura del teatro. De gira con ‘Rojo’ al lado de Juan Echanove, Ricardo Gómez acaba de recibir la noticia de que está nominado a los premios Ercilla de teatro por su interpretación en esa obra. Largo camino le espera y esto no ha hecho más que empezar…
The Luxonomist: Momento dulce en el que te encuentras, uno de esos con los que todo actor sueña…
Ricardo Gómez: Me encuentro en un momento sólido, muy tranquilo. Leyendo mucho, viendo mucho cine y series, los fines de semana de gira con ‘Rojo’ y, durante la semana, intentando recuperar aquello que no he podido realizar durante tiempo. Me encuentro bastante a gusto con este momento de mi vida.
TL: ¿Cómo se ve la vida con casi 25 años?
RG: Como un abanico de oportunidades y destinos posibles. Con muchas ganas de emprender nuevos caminos, nuevos viajes y nuevos retos en todos los aspectos de mi vida. Estoy con muchas ganas de sorprenderme.
TL: Durante mucho tiempo has sido Carlitos, el niño que creció en ‘Cuéntame’. ¿Te has sentido en algún momento un actor pegado a un personaje?
RG: Creo que no. Esa sensación es más la percepción que tiene la gente. No sentirlo yo es lo que me ha permitido no estancarme o aburrirme de esta profesión. He tenido la suerte de interpretar, durante mucho tiempo, a un personaje que se ha convertido en icónico por el proyecto en el que estaba y muy querido por las características del mismo, pero nunca he sentido que me metía en el coche cada mañana para hacer lo mismo que el día anterior. Cuando me sentí agobiado tomé la decisión de dejarlo. Hasta ese momento, nunca sentí que fuera una rutina.
TL: …porque también era un juego… ¿no?
RG: Posiblemente por eso y porque con siete años no haces lo mismo que con diez, ni con catorce lo mismo que con veinte. No estuve haciendo cada día, ni cada año, lo mismo. Crecí físicamente con el personaje, las tramas fueron cambiando y lo que hice al principio no fue lo del final. Tengo la sensación de que he hecho 348 pelis muy diferentes a lo largo de estos años y esto ha impedido que me cansara, hasta que noté que no evolucionaba y sentí la necesidad de enfrentarme a nuevos retos.
TL: ¿Es sano crecer de cara a la galería?
RG: Depende de muchas cosas. Creo que he tenido mucha suerte estando en ‘Cuéntame’, porque es una serie especial. Tiene una percepción artística, cultural, casi patrimonio del país. Hay un halo respetable hacia algo que ya es un icono de la televisión. Todo lo relacionado con ella, tanto personal como profesionalmente, es respetable. Si es positivo o negativo que te conozca mucha gente, creo que tiene mucho que ver con la importancia que le des.
TL: ¿Tú no se la das?
RG: Sí, pero hasta cierto punto. Las audiencias de la serie, cuando yo empecé con 7 años, no son las de ahora. Tenían el 50% de share, lo que significaba que la mitad de la gente te estaba viendo. Menos mal que no existían las redes sociales en aquel momento, si no… ¡imagínate! Posiblemente me habrían convertido en una pieza de chatarra.
TL: De ahí la importancia de quien está a tu alrededor…
RG: Por eso me considero un afortunado. Mi familia me ha criado lo mejor que ha sabido y, en el aspecto profesional, he tenido la suerte de estar rodeado de lo mejor de la profesión. De todos ellos he absorbido cosas buenas.
TL: Esa fue tu escuela…
RG: Fue la mejor, por lo menos para mí. En ella he aprendido lo que sé de esta profesión. Preguntando, observando, equivocándome. Y de eso se trata, en esta profesión o en la vida. De ir mejorando.
TL: ¿Cuál ha sido el antídoto para que, de niño, no acabaras siendo un repelente y, de adulto, la vanidad ni te roce?
RG: Yo creo que mi madre supo torear con una bestia muy grande. Todo el mundo quería agradar al niño de ‘Cuéntame’ y alguien tenía que decir que no. He tenido mucha suerte en eso. A veces me siento como un viejo hablando y no me gusta pero, cuando ves tantas cosas, escuchas tantas conversaciones y gente que va y que viene, uno tiene que hacer un esfuerzo para encajar en lo que uno considera que es donde debe de estar. Desde esa percepción, uno sabe que no es más especial que el de enfrente, ni mejor ni peor. Es él. Y, al final, todos intentamos encontrar nuestro hueco. Cuando antes te metas en la cabeza que “a todo hay quien gane”, más sentido encontrarás a tu vida.
TL: ¿De niño ya eras teatrero?
RG: Sí, siempre. No había nada que me gustase más que un escenario, que bien podía ser el salón de casa. ““Miradme, miradme, miradme”, eso me encantaba” (risas).
TL: Así que, cuando dices en casa que ese juego se convierte en profesión, no les pilló por sorpresa…
RG: La verdad es que no di opción. Era sí o sí, no les pedí permiso. Simplemente se lo conté (risas). Mis padres vieron que yo quería tanto algo… La verdad es que nunca hubo problemas en ese sentido.
TL: ¿Te perdiste algo de lo que hacían tus amigos, por ejemplo, al estar focalizado desde niño en esta profesión?
RG: La verdad es que no. He jugado federado en un equipo toda mi vida, he hecho patinaje artístico sobre hielo, hockey… he ido al cine, he salido con mis amigos.. No me he perdido nada. ¿Cómo lo sé? Porque veo a mis amigos de toda la vida, con los que me he criado en el instituto, veo sus vidas, la mía y me doy cuenta de que no me he perdido nada.
TL: ¿Eras el friki de la pandilla?
RG: Noooo ¡para nada! Yo era el gracioso instigador. La frase que más he escuchado en mi vida es “Ricardo, ayer que no viniste pudimos dar clase. Haz el favor de callarte” (risas). Faltaba mucho a clase por los rodajes, iba cuando podía. He pasado muchas horas en jefatura de estudios, porque me acababan echando de clase porque no callaba.
TL: ¿Presumen esos amigos de siempre de amigo conocido?
RG: ¡Qué va! son los que menos importancia le dan a lo que me ha pasado. Ellos, cuando teníamos 15 años, eran los primeros que no querían ir conmigo al parque de atracciones porque no soportaban que estuviera todo el día la gente parándome y pidiéndome fotos. Mi gran suerte es que ese momento mediático me llegó muy joven. Habría sido más peligroso que me hubiera ocurrido con 16 años, porque ahí me podía haber vuelto insoportable. Me pilló joven y se ha mantenido hasta la edad adulta, en la que he podido verlo todo con perspectiva.
TL: ¿De verdad crees en la suerte?
RG: No creo en la casualidad, por ejemplo. Las cosas hay que trabajarlas mentalmente y dar importancia a lo que realmente la tiene. Hay que saber enfrentarse a los miedos, no quedarse esperando a que las cosas pasen. Así es como llega la suerte.
TL: ¿Eres muy “echado pa´lante”?
RG: Sí, absolutamente. Soy tímido cuando quiero serlo. Cuando a alguien le conocen tanto, como es mi caso, hay que ser prudente. Siempre hay una idea preconcebida sobre uno. Solo hay que dar un mal paso para que confirmen que eres lo que ellos pensaban que eras. No soy tímido, pero sí reservado.
TL: Eso te ayuda a tener cautela con quienes se acercan. Si lo hacen por lo que eres o por lo que representas…
RG: Sin duda, el estar tan expuesto te activa el warning. El saber por qué se acercan, qué quieren de mí. Estás en un estado de alerta constante, pero que no suene a maníaco ¿eh? Es algo que está ahí y convives con ello.
TL: Ahora que has conocido el brillo de las luces… ¿podrías vivir sin él?
RG: No, no podría. Sin la exposición mediática, sí podría vivir. De hecho, cuando viajo a lugares donde no me conocen, lo agradezco. A veces hay un punto de alivio al poder pasear sin que te reconozcan, pero sin esta profesión ¡no podría!.
TL: Entiendo que lo tuyo es una pasión más que un trabajo…
RG: Sí, claro. A mí me gusta mucho todo lo que tiene que ver con contar historias, verlas, crearlas. Cada vez me gusta más el proceso creativo previo.
TL: ¿Te da vértigo lo que queda por venir?
RG: Te mentiría si no reconociera que me da, porque tengo tantas cosas todavía por hacer… Lo que me impone es respeto. Cuando uno ha estado bajo la seguridad de un proyecto durante diecisiete años, como el que he tenido yo, hay una cosa buena y otra mala. Esta es que, del mundo real, solo conoces una parte. ¿La buena? No das opción a que las cosas no puedan salir porque siempre has visto que salen. Soy optimista, tengo vértigo porque, si no lo tuviera mejor que me dedicara a otra cosa, pero lo que tengo son muchas ganas y cantidad de cosas en la cabeza. Tengo ganas de vivir y de que me pasen cosas.
TL: ¿Y si no suena el teléfono?
RG: Creo que llamaría yo. En España, cuando llamas a un director para decirle “quiero trabajar contigo”, parece que te estás humillando, que estás perdiendo la dignidad y que eres un pringao. Eso no ocurre en América, por ejemplo, por eso me gusta esa industria que tienen. No se me caen los anillos por decirle a Sorogoyen “me flipa tu trabajo y me gustaría trabajar contigo”, que ya se lo he dicho. Si alguna vez me veo en la situación dramática de que no me llamen, espero poder seguir haciendo lo que hago ahora, que es empujar las cosas yo mismo.
TL: ¿Has aprendido a decir que no?
RG: Estoy en ello. Yo creo que es muy importante enfrentarte a tu soledad y preguntarte qué quieres hacer. En este momento, sé lo que no me gustaría tener que hacer, pero no sabes si algún día no te verás en otra que hacerlo. Como actor, no me pongo límites. Me gustaría poder interpretar a un hijo de la gran puta, porque hay un concepto sobre mí que tiene mucho que ver con el personaje que he hecho y nunca soy la primera opción para ser un cabrón. Dentro de mí hay material para poder construir un buen cabrón.
TL: ¿Te quema la ansiedad por que te llegue un personaje bombón?
RG: Yo creo que las cosas pasan y lo único que tiene que intentar uno es remar en la dirección en la que uno quiere ir. Lo más importante no es ir rápido a un sitio, sino ir en esa dirección.
TL: ¿Qué te está dando el teatro?
RG: Pues mira, en el proceso de los ensayos, me han dado la oportunidad de equivocarme sin que lo vea nadie. Y eso es acojonante, lo mejor del teatro. Lo descubrí hace dos o tres años y no me despego de él porque creo que es la mejor manera de crecer. Y luego, salir al escenario. ‘Rojo’ me está dando un peso, ya no me pongo nervioso, ni quiero salir corriendo de allí. Estoy aprendiendo a tener una tranquilidad frente a saber que, poco a poco, las cosas encajan.
TL: ¿Has descubierto a un Ricardo diferente encima de las tablas?
RG: Sí, no sé si mejor o peor, pero sí diferente. Cuando te subes a escenario a disfrutar, te sientes el ser más luminoso del planeta. Eres el dueño del momento y eso solo te lo da el escenario. Es mágico sentirte dueño de algo que no tiene dueño, como es el tiempo.
TL: El niño que soñaba con subirse al escenario, ¿se reconocería en el hombre que ahora está en él?
RG: Yo creo que sí. Quiero pensar que cada decisión y cada paso que doy en la vida, tiene que ver con él. El niño lo llevo dentro y creo que lo estoy respetando bastante. Y pienso que estará orgulloso y expectante.
*Localización: Hotel Westin Palace Madrid. *Próxima semana: Alexandra Jiménez.
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