Cada vez que aparecen en escena son la sensación. Incluso la prensa detractora las adora porque es innegable que tanto Ivanka como Melania Trump dan jugosos titulares y lo que es mejor, imágenes impagables que los lectores y espectadores están esperando ver. No todos los días somos testigos en primera fila del manotazo que recibe el hombre más poderoso del mundo por parte de su desafiante mujer perfectamente maquillada y peinada sobre taconazos del español Manolo Blahnik.
En la visita oficial de los Señores Trump a Arabia Saudí, Melania, bajó del Air Force One luciendo look de Stella McCartney (mono negro con pantalón palazzo) con maxi cinturón dorado. Horas después, cenó en el palacio real con un favorecedor vestido largo color magenta firmado por Reem Acra. Tras su paso por el Riad la siguiente parada fue Israel, donde la Primera Dama sacó de la maleta prendas de su color favorito: el blanco. Esta vez bajó las escaleras del avión presidencial enfundada en un traje de chaqueta y falda blanca con cinturón ancho en el mismo tono de Michael Kors.
Para otro día de trabajo visitando una escuela escogió un vestido camisero en tono caqui de Ralph Lauren y para abandonar suelo israelí se decantó por otro vestido blanco de Roksanda, diseñador de origen serbio pero afincado en Londres. Precisamente el mismo que eligió el pasado mes de julio para dar su primer discurso (el sospechoso de plagio) durante la convención republicana. Hablamos de un vestido beige con manga francesa que terminaba en puños abullonados y que se agotó rápidamente en Net-A- Porter al precio de 1.898 dólares.
En su siguiente parada, Italia, apostó por el negro. Llegó al aeropuerto romano de Fiumicino con abrigo con detalles dorados en puños y cuello, pero el ‘Do’ de pecho lo dio en El Vaticano. Vestida con una elegante pieza de Dolce&Gabanna cual Monica Bellucci, la esposa de Donald Trump se hizo viral por su dudoso estilo al cubrirse la cabeza. Su pañuelo de encaje a modo de mantilla parecía caído del cielo. Su «hijastra» Ivanka no se quedó atrás con su elección: un voluminoso velo corto de tul de rejilla con diadema, mal colocado también, que recordaba a la novia cadáver. Sus caras eran un poema.
En los noventa minutos que dura el vuelo de Roma a Bruselas, Melania se volvió a cambiar de ropa y de peinado. De plena tendencia, eligió un tejido de cuadro vichy en tonos azul marino y blanco (con abrigo, vestido y todos los accesorios a juego) donde no faltaba su accesorio fetiche: el cinturón ancho para marcar silueta. En esta parada se la ha visto más relajada y sonriente. Mientras su marido asiste a una cumbre de la OTAN, ella acudirá junto a las esposas de otros mandatarios a visitar la tienda de Delvaux, dedicada a la marroquinería de lujo desde 1829.
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