Con los Beckham me pasa una cosa muy curiosa, nunca sé si creerme a todos aquellos que disparan rumores de que la cosa entre ellos va fatal o si por el contrario, la felicidad familiar es la que manda en casa a razón de las imágenes que ellos mismos cuelgan en las redes sociales. Si me fío del refrán que dice: «Dime de qué presumes y te diré de qué careces”, pensaré que la cosa les va bastante mal, porque no hay día en que no veamos secuencias felices y tiernas entre padres e hijos de la mediática familia. Mejor dicho, entre padre e hijos, porque la verdad es que mamá, la pija de Victoria, como es de mohín fijo y pose única (modelo farola ladeada), sale menos en las fotos. Quizá porque es la menos favorecida del grupo. Y ella lo sabe.
Pero, insisto, raro es el día en que si no están celebrando lo que sea (vacaciones, onomásticas o desfiles de mamá), papá David no manifieste su cariño hacia los hijos: realmente a él se le ve más hogareño que a ella. Papá David prodiga las caricias con todos, incluido el mayor, que aunque ya se afeita, le gasta bromas de amor infinito, de carácter incluso infantiloide.
Eso le pasa con Brooklyn, nombre de puente, pero con Romeo, nombre de amor, no le va a la zaga (ahora se han gastado un pastón regalándole una pista de tenis de césped en su casa de Cotswolds para que entrene) y mucho menos con Cruz, de procedencia española (nacido cuando David jugaba en el Real Madrid). Aunque no nos vamos a engañar, la que recibe más parabienes es Harper Seven, la benjamina de nombre extraño (la revista preferida de mamá, el número de futbolista de papá).
Llegó la última, supongo que buscando la niña que no llegaba tras los varones, y que, finalmente, apareció. Afortunadamente se parece a papá, aunque esto de las bellezas heredadas con cambio de género no suelen tener buen resultado. Así, Harper es mofletuda cual bebé y tiende a engordar, lo cual a mamá, que debe comer un espárrago y cenar un spaguetti, le debe poner de los nervios.
Pero papá David la quiere a morir, y así lo demuestra casi a diario. Y de tanto afecto nacieron estos lodos. Parece que no a todo el mundo le gusta que el ex-fubolista bese tanto a la niña, y mucho menos en la boca, como si el ósculo tuviera alguna otra malsana intención. Así expuestos, las redes, que se incendian con una facilidad espasmosa, han empezado a soltar espuma (no apagafuegos precisamente), criticando ese afecto desmesurado (al menos eso es lo que escriben algunos) ignorando que en determinadas culturas besarse en la boca es signo de amor fraternal, y que besar a un hijo es lo más natural del mundo, y más a esas edades.
Creo que papá puede besar a Harper donde quiera, más que nada porque no asoma la maldad por parte alguna y es una actitud manifiesta con toda su familia. Un ente que si algún día llegase a disgregarse me daría un disgusto, porque soy de los que se creen que lo que cuelgan en las redes es de verdad. Al menos a mí me lo parece.
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