Las dos dimensiones del champagne, una potente marca de lujo
El champagne es sin duda el estilo de vino más glamuroso que existe, especialmente en el imperio del lujo.
El champagne es un vino que va unido al tiempo. Pero hoy sería interesante hablar de datos, y estos son algunos de sus números. En la región de la Champagne, cuyo terruño es protegido y defendido, hay registradas más de 370 Maisons de champagne, 130 cooperativas y 16.200 Vignerons, de los cuales unos 5.000 hacen su propio champagne, el resto solo vende la uva.
Un mercado que mueve en el mundo más de 6 mil millones de euros de volumen de negocios, con 299 millones de botellas vendidas en 2023 (216,7 millones por las Maisons y 82,3 millones por los viticultores y las Cooperativas). De ese total de millones anual, un 42.6 % se consume en Francia y el resto se exporta. Puntualización, de ese 57.4 % que se exporta, el 86 % por las Maisons de Champagne, 14 % por los Viticultores y las Cooperativas.
El champagne es uno de los principales mercados del planeta
A la cabeza de las importaciones Estados Unidos con casi 26,9 millones de botellas que ha superado a UK, país que fue siempre el principal mercado de exportación para el champagne, ahora con 25,5 millones de botellas.
Le sigue Japón con 15,3 millones, Alemania con 11.7m. que se mantiene, e Italia con 9,9 m., seguido de Australia con 8,9 m., Bélgica 8m, Suiza 6,1m. y España con 5 millones, teniendo como principal competidor al cava. En el resto de mercados se suma un competidor más, el prosecco, espumoso italiano también muy valorado en UK.
Esto representa, atención a navegantes, el 35 % del valor del consumo mundial de vinos efervescentes del mundo.
No es sólo un vino con burbujas
Este preámbulo numérico me viene bien para daros una idea de las dimensiones de la industria del champagne. Una industria que yo califico de compleja, hermética, jerarquizada y con discursos establecidos, pero también ingeniosa y sagaz. Que utiliza bien su patrimonio cultural tomando la cronología y la geografía como puntos de apoyo.
Sin matices perversos, todos sabemos que el champagne goza de una alta cuota de egocentrismo que le ha servido, a lo largo de la historia, para tejer un potente entramado de poder, y que posiblemente, espera todavía mayor grandeza.
No dispongo de espacio para profundizar, pero me gustaría centrar este artículo en la importancia del rol social que juega el champagne en el sector del lujo. Porque el champagne no es sólo un vino con burbujas, es también una potente marca de lujo. Una marca envuelta además por atributos como el glamour y el éxito.
La tradición es uno de los pilares del champagne
Todos los expertos en marketing dicen que ‘el lujo cambia y hay que estar atento a los nuevos gustos, entendiendo el comportamiento de los consumidores’. Margaret Boden recomendaría a las marcas de lujo contratar ‘mentes creativas’.
Y es que el champagne, como el resto de productos de lujo, ha sido creado como un espacio conceptual por mentes creativas que han cartografiado la sociedad de alto standing anotando todo tipo de detalles y creando artefactos para convencer.
No cabe duda de que las grandes Maisons de Champagne apuestan constantemente por sorprender con nuevas líneas de diferenciación. Una de ellas siempre fueron las llamadas Cuvées de Prestige. Saben que la clave de su éxito es esa, creatividad e innovación, pero manteniéndose fieles a la tradición.
Un producto con fieles seguidores
Ejemplos de ello es el grupo de lujo LVMH. Es propietario de marcas de champagne como Dom Perignon, Moët & Chandon, Mercier, Krug, Ruinart y Veuve Clicquot. Todas ellas producen botellas con diseños distinguidos dirigidas a un consumidor exquisito y pudiente.
Los admiradores fieles del espumoso francés están dispuestos a pagar diabólicos importes por una de esas botellas en añadas especiales. Botellas con diseños inauditos cuyo significado parece no agotarse por el momento. Botellas que expanden su espuma elegantemente por glamurosas fiestas sociales.
Algunos champagnes de lujo eligieron desde el principio el ámbito de los pequeños grupos adinerados, creando para ellos un mundo ficticio que potencia un discurso más estético que de contenido. Porque el rol social del champagne no está precisamente en los detalles técnicos sino en los formales.
Para comprender el champagne hay que ser consciente de su dualidad
Paradójicamente, el champagne vive en una contradicción constante que siempre me ha apasionado, pues consigue una comunicación secreta entre dos mundos paralelos: técnica y lujo. Por un lado, las más de trescientas Maisons de champagne luchan para posicionar su extravagancia entre la alta sociedad, y por otro, los vignerons, pequeños productores, venden justo lo opuesto, destacando el contenido por encima de lo demás.
Ambos, viticultores y Maisons, está en constante búsqueda de consenso y de reconocimiento. Curiosamente hacen lo más complicado que es vender un mismo producto con un discurso contradictorio: superficialidad y profundidad, que converge en una fusión de horizontes. Comprender el champagne pasa por ser consciente de esa dualidad.
Y no hay mejor manera de terminar esta reflexión con un brindis. A fin de cuentas, vayas donde vayas todo el mundo bebe champagne, cuando está triste o cuando está contento, en esas dos ocasiones. Lo cual no hace más que confirmar que su contradicción le convierte en el vino más valorado y enigmático del mundo.