Como ya todos sabemos, el vino se instaura (no siempre) con dos presencias coincidentes en la historia: en tierra de religiosos o en tierra de soldados. Lo de los soldados es fácilmente comprensible pues para luchar, y no entremos en detalles escabrosos, los soldados debían ir a la guerra un poco ‘puestos’ pues el vino les confería el valor necesario para alcanzar la victoria o la más loable de las muertes en el campo de batalla. Lo de los religiosos, obviamente teniendo en cuenta sus ritos litúrgicos quizás sea más poético, o comercial según se mire, pues el vino alimenta el espíritu. Y cuando alimentas el espíritu (con vino) más cerca estás de llegar a Dios. Unos más que otros, dependiendo de las cantidades.
Bromas aparte, fueron los españoles y los portugueses los que a partir de 1492 con el descubrimiento de las Américas iniciaron el cultivo de la vid para poder abastecer a todos los europeos aposentados en los nuevos territorios. Los religiosos buscan los terruños propicios y desde 1564, España manda sarmientos de vides en cada uno de sus barcos hacia las “Indias” y así, llenar las copas primero de la zona denominada La Española, actualmente República Dominicana, para más tarde ir hacia México y Perú, lugares donde ya se inició la expansión al resto del continente.
Así, resumiéndolo mucho, nos encontramos con que en muchos países de habla hispana además de la plantación de sarmientos, se plantaron semillas, lo que dio origen a diversas variedades y cada una de ellas fue desarrollando su propia viticultura. Hoy en día y entre otros México, Estados Unidos, Canadá, Perú, Brasil, Venezuela, Uruguay, Bolivia y por supuesto, Argentina y Chile, elaboran vinos de altísima calidad y que aún son grandes desconocidos en el viejo continente.
Si tomamos como ejemplo los dos últimos países nombrados, Argentina y Chile, podemos ver claramente que tanto con las variedades autóctonas como con las foráneas, se elaboran excelentes vinos. Y si bien es cierto que aquí tenemos muchos vinos, a veces, por desconocimiento, nos perdemos la oportunidad y el placer de probar los del otro lado del charco.
En Mendoza, al oeste de Argentina se levanta la Bodega Alta Vista, propiedad de la familia D’Aulan, quienes elaboraron en Champagne el Piper Heidsieck y que expanden su negocio vinícola a esta zona (entre otras) donde en 2001 lanza los Malbec Single Vineyard, referentes a nivel mundial de ésta variedad. Sus destacados vinos de Malbec, Alizarine, Serenade y Temis son tres verdaderas joyas de la enología argentina.
Otro enólogo que quiso probar fortuna en América del sur es François Lurton. Propietario de bodegas en España, Francia, Argentina y Chile, es en este último país donde nos detenemos. Concretamente en la Hacienda Araucano, en la región de Colchagua. Con la variedad Carmenere, la uva perdida de Burdeos elabora el Alka, la máxima expresión de los vinos chilenos elaborados con esta variedad.
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