Dicen que nadie es profeta en su tierra y Vins El Cep tampoco lo fue. Desde 1980 esta bodega “oculta” del Penedés exporta gran parte de su producción a diferentes países con éxito sobre todo en Estados Unidos, donde son muy valorados. Con una larga tradición de viticultores desde 1448, las cuatro familias que forman parte del proyecto Vins El Cep han compartido, paradójicamente, de manera continua durante cinco siglos, un paisaje de viñas que juntos han caligrafiado con respeto al lugar.
De esta manera, con autenticidad y con esa fuerza imaginaria que se percibe en sus historias, han luchado para salvaguardar sus viñedos con la idea de construir un único vino, aquel que represente un lugar especial que la invasión de la industrialización quiere destruir.
Cuatro familias cuyos lazos deciden unirse en 1980 para elaborar juntos sus cavas, aunando con ellos sus cuatro parajes: Can Prats (familia Carreras) y Can Simon (familia Esteve) en Sant Llorenç d’Hortons; Can Castany (familia Masana) y Can Miquel de les Planes (familia Parera) en Gelida.
Vins El Cep trabaja 200 hectáreas de viña en la privilegiada zona d’Espiells, una superficie importante de viñedos del que pocas bodegas pueden vanagloriarse. Su ubicación en la zona noreste del Penedés (subzona Costers de l’Anoia). Maite Esteve, actual directora y miembro de una de las familias fundadoras nos contaba: “Hoy en día ser viticultor es algo “cool”, está de moda pero antes era algo despectivo. De esas 200 hectáreas utilizamos solo una parte de la uva que cultivamos para elaborar nuestros cavas y vinos, el resto la vendemos a otros productores de la zona».
Es una de las pocas bodegas del Penedés que controlan íntegramente las tres fases de una bodega: ser viticultores, elaboradores y comerciantes. Todo el proceso de trabajo en la viña, pasando por la elaboración del cava, tiraje, toma de espuma y crianza en todas sus fases, todo se hace en la bodega ubicada en Can Llopart de les Alzines, en medio de las viñas, en el municipio de Sant Sadurní d’Anoia.
De las 235 bodegas registradas en la D.O. Cava, ellos tienen su propia definición: “Pequeños entre los grandes y grandes entre los pequeños”. Pero ni compran botellas en punta, ni elaboran para otros, todo de principio a fin lo controlan ellos.
Fue una de las primeras bodegas en trabajar en agricultura ecológica y pioneros en viticultura biodinámica en el Penedés en 2003. Decidieron desarrollar un programa de I+D en colaboración con la Escuela de Viticultura de Espiells y el Departamento de Agricultura de la Generalitat. “… Cuando casi nadie se planteaba hacer un cava biodinámico, nosotros iniciamos con la cosecha 2006 para elaborar nuestro cava Claror, un cava procedente del paraje de Can Prats», explica Maite Esteve.
Claror es un cava candidato a ser ‘Cava de Paraje Calificado’ en referencia a la nueva categoría de cavas de máximo nivel de prestigio y que está en proceso de ser concedido (en el plazo de un par de meses habrá respuesta por parte del ministerio).
Bajo el paraguas Vins El Cep elaboran (bajo la D.O. Cava) los siguientes cavas: Claror (primer cava de agricultura biodinámica), MIM Natura (dos años seguidos mejor cava ecológico reserva de los Premios Vinari), Marqués de Gelida (cavas más tradicionales de larga crianza), L’Alzinar (cava joven y fresco), y en cuanto a vinos (bajo la D.O. Penedés): Clot del Roure (Xarel·lo biodinámico) y los ecológicos GR5 Senders Xarel·lo y GR5 Senders tinto. También una gama que acaban de sacar al mercado: Ot vins de terrer en sus versiones negro, rosado y blanco procedentes de una única viña.
Un amplio portfolio de vinos ligados desde el principio a un territorio que remiten al Alt Penedés como espacio común a todos ellos. Cada cual representando las variaciones del territorio con la filosofía de trabajar a conciencia en la viticultura ecológica con métodos ancestrales, llegando algún día, a trabajar todas las viñas en biodinámica. Un tipo de viticultura que resumiendo mucho y con permiso de los expertos, sería un paso extremo de la viticultura ecológica. Máxima expresión de la tierra, buscando el equilibrio del ecosistema, la diversidad biológica y la recuperación de la actividad bacteriana del suelo.
Hoy en día, en un mundo simulado e insustancial que ya no sorprende, y donde todo es cartón pluma es un privilegio encontrarse con familias que celebran la continuidad y vinos con una infinita cantidad de valores. Porque hay una dimensión, más allá del vino como bebida cultural extraída de las entrañas de un territorio, que te conecta con quién lo hace. Y esa es la dimensión que a mí me interesa.
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