Léman, un lago que te arrastra a un paisaje cultural, el de Lavaux, declarado en 2007 Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Si el paraíso existe está aquí, en la región del Lago Léman. Un lugar de una belleza que te desborda y es que hay paisajes que “exigen” mirar profundamente porque resultan imposibles de entender con una mirada rápida.
Os propongo viajar bordeando el lago Léman, desde la cosmopolita Ginebra hasta la elegante Montreux, pasando por los viñedos de Lavaux, una zona que acumula mil años de tradición vinícola.
Estamos en el cantón suizo de Vaud, uno de los paisajes más espectaculares de la Suiza occidental, la Suiza Romande (francófona). Aquí, junto al lago Léman, el vino es el motor social, económico y cultural de la región, y sus pueblos son visitados por cientos de winelovers durante todo el año.
Léman (también llamado lago de Ginebra) es el mayor lago alpino de la Europa Central con 72 km de longitud y 12 de ancho. Mientras, al otro lado del lago, vemos los Alpes franceses. En un día despejado se puede ver el Mont Blanc (4810 metros) la montaña más alta de la Europa Occidental. Un diálogo constante entre el cielo y el lago regala las puestas de sol más impresionantes que puedas imaginar.
Vaud es la segunda comarca vitícola más importante en extensión de viñedo después del Valais. Representa el 26% de la superficie total de Suiza, y es famosa por sus vinos blancos de la variedad Chasselas de los cuales se producen 30 millones de litros. La superficie de viñedo del Vaud es de unas 3.800 hectáreas, de las cuales casi 500 son Pinot Noir, la uva tinta más plantada, seguida de la Gamay, Gamaret y Garanoir (estas dos últimas son dos cruces). Pinot Noir también llamada Servagnin en la zona de Morges.
El cantón de Vaud está estructurado en 6 regiones vitivinícolas (con 8 denominaciones de origen registradas): La Côte AOC, Lavaux (incluye las tres AOC: Lavaux AOC, Calamin AOC y Dézaley AOC), Chablais AOC, Vully AOC, Bonvillars AOC y Les Côtes de l’Orbe AOC.
Estamos exactamente en la vertiente norte del lago Léman que está dividida en dos zonas claramente diferenciadas, estableciendo como centro Lausana.
Entre Ginebra y Lausana el viñedo de La Côte AOC, la zona vinícola más grande de la región con 45 km de largo (2.000 hectáreas) que va desde las orillas del lago hasta los pies del Jura. Con muchos años de historia y treinta castillos representa un destino importante de enoturismo.
Y una segunda zona Lavaux AOC que se considera desde Lausana hasta Montreux, a lo largo de 30 kilómetros. Lavaux está a 30 minutos en tren desde Lausana, a 1 hora de Ginebra, a 1h de Berna, 2,5h de Zürich y 5h de Lugano.
Los afamados viñedos de Lavaux arrancan a orillas del Léman y se elevan en terrazas hasta 500 metros por encima del nivel del lago con orientación sur, ideal para una maduración excelente. A los pies de la ladera vagones de tren recorren toda la región desde Ginebra bordeando el lago (comodísimo viajar con el Swiss Travel Pass)
Lavaux es una zona que fue preservada de la especulación inmobiliaria por el célebre ecologista suizo Franz Weber y el apoyo de la población local, siendo después declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 2007.
Si retrocedemos en su historia sabemos que fueron probablemente los romanos quienes introdujeron la viticultura a orillas del lago Léman y a lo largo de la Edad Media los monjes quienes desarrollaron esta tradición realizando las primeras plantaciones en el siglo XI. Fue entonces cuando la región fue entregada por el obispo de Lausana a monasterios cistercienses y benedictinos.
Tenían que hacer vino para el obispo de Lausana y encontraron la solución haciendo terrazas soportadas por muros que se iban adaptando a las curvas de nivel. Como sucedía en otros muchos puntos de la geografía vitícola eran los monjes quienes gestionaban los viñedos en modo arrendamiento a gente de la zona. Las familias de viticultores continuaron con el cultivo del viñedo durante el Renacimiento, y sus descendientes permanecieron muy apegados a esta tradición.
Naturaleza y hombre han convivido aquí varios siglos dejando un patrimonio inimaginable de diez mil terrazas, cuatrocientos kilómetros de muros y miles de escalones, con un único requerimiento, el mantenimiento de viñedos y de piedras. Un entramado de muros, esbozados en distintas épocas, difícil de cartografiar. Muros en zigzag que se han convertido en un elemento más del paisaje. El muro como recurso y herramienta para gestionar un espacio. Laderas y pueblos todos orientados a sur, que sufren viento, sol y lluvia, pero gozan desde cualquier punto de unas inolvidables vistas al lago.
Lavaux es mucho más que un territorio de vino. Durante siglos estas escarpadas laderas han visto más de 30 generaciones pasar el conocimiento de una generación a otra cada uno con su propia voz. Moldeando el territorio, adaptándolo a sus necesidades y tratando de entender y respetar un legado único.
Cuando hablas con cualquier viticultor de la zona te cuenta que es un viñedo muy dividido en pequeñas parcelas, separadas por muros de piedra, que hacen imposible la mecanización. Trabajos a mano que obviamente encarecen el producto final. Un mismo vigneron puede tener 22 variedades diferentes en 30 parcelas distintas, lo que implica un empleo de tiempo brutal.
Mucho se ha hablado de los tres soles que marcan la intensidad de estos vinos con personalidad. Soles que inciden en estas pendientes: el directo, el reflejado en el lago y el acumulado en los muros de piedra.
Como decía, la uva blanca más emblemática aquí es la Chasselas, una variedad que se encuentra en todo el cantón de Vaud, en Valais y en la región de Alsacia en Francia. Su característico color dorado con un final ligeramente amargo que produce vinos, que a mi parecer, necesitan un par de años para revelar su verdadera personalidad. Aquí se toman como aperitivo y también para acompañar algún plato típico de sello helvético. La Chasselas es una variedad que se cree se originó en Lavaux, ya que es aquí donde se han encontrado las raíces más antiguas.
El prestigio de la zona goza de dos Grandes Crus: Dézaley y Calamin (donde como mínimo, el 90% de las uvas deben provenir de un paraje delimitado).
Dézaley Gran Cru AOC data del siglo XII es la parcela cultivada más antigua de los viñedos de Lavaux. No es de extrañar entonces que se puedan encontrar vestigios de la Edad Media. Dézaley es un viñedo impresionante ya que llega al 100% de pendiente en algunos lugares (aquí se entiende el concepto viticultura heroica). O la denominación Calamin Grand Cru AOC en el pintoresco pueblo de Épesses.
Algunos apuntes rápidos por si queréis viajar a la zona. Lavaux puede visitarse a pie, o a bordo de dos pequeños trenes por los viñedos en terrazas (el Lavaux Express y el Lavaux Panoramic).
Pero hay más, en la región del Lago Léman no podéis dejar de visitar Nyon, una pequeña ciudad de 22.000 habitantes con un castillo que es el Museo de porcelana. O la vecina Morges conocida por el paseo frente al lago, que es un paraíso de flores. Tulipanes en primavera y Dalias en otoño.
Desde Morges podéis visitar Vufflens-le-Châteaux, una de las fortalezas góticas más importantes de Suiza con la curiosidad que está construida en ladrillo. Y junto al castillo, la bodega Domaine la Balade que hace un Mousseaux llamado Tristan muy interesante. Sólo un 2% del vino suizo se exporta, o sea que si no visitáis la bodega será complicado degustarlo. Navegar en barco por el lago también es una excelente manera de ver muchos otros pueblos.
Un hotel muy cómodo en el centro de Nyon Hotel des Alpes. Luins un minúsculo pueblo donde poder disfrutar de una copa de Chasselas y una fondue de queso suizo o de los famosos malekoff. Otro hotel maravilloso frente al lago, en pleno centro de Montreux, el Grand Hotel Suiss Majestic cuyo restaurante Le 45 no os podéis perder. Un recorrido de oeste a este, pasando por Épesses, Chexbres, Rivaz, Saint-Saphorin, Vevey hasta llegar a Montreux, ciudad célebre por su Festival de Jazz. No me extraña que fuera esta región inspiración de numerosos artistas como Audrey Hepburn, Igor Stravinsky, Coco Chanel, William Turner, Fredy Mercury, Oskar Kokoschka, Ferdinand Hodler o Charlie Chaplin.
Es otoño en Lavaux, pero todavía no peina el viento. He caminado por estas tierras buscando tradiciones y herencias. Desde aquí he visto amanecer y anochecer inmersa en un paisaje que lleva tus emociones hasta los límites. Pocos lugares en el mundo pueden competir con la belleza de este lago y sus viñedos.
Tres temas básicos sostienen este artículo: cielo, tierra, agua. Tres elementos interconectados que tienden a desvanecerse de los flashes. Es inútil fotografiarlos porque segundos después se desintegran. Sólo se dejan respirar. Y es únicamente en la respiración donde entendemos, hasta qué punto puede un paisaje, exaltarnos e impregnarnos de su vibración.
Ahora sé que Lavaux es un territorio lleno de sentido frente a un horizonte sin artificios que requiere una aproximación espiritual. Trato de enfocarlo con palabras, pero las palabras no tienen la tensión natural entre cielo, tierra, agua. Como mucho podemos sumergir nuestra mirada fugaz e interrogante en el lago.
No hay duda que Lavaux es un lugar privilegiado, inaprensible, indefinible, fascinante, simbólico. Pero a medida que avanzamos en él desvelamos las voces que lo sostienen y su fuerza nos agita y nos arrastra modificándolo todo. Y entonces, a pesar de las trampas de la memoria, ya no hay olvido porque este “paisaje irreversible” nos cambia y nos lleva por el camino de ser otros a medida que va desapareciendo.
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