Si hay algo que complace a los profesionales de la arquitectura y la ingeniería es demostrar sus habilidades a gran escala. Esto, que podría parecer de un ególatra subido, en realidad es parte de la más común de las necesidades humanas: sentir que debemos ir siempre un paso más allá de donde estamos. No en vano, gracias a esta cualidad, dejamos de ser nómadas hace miles de años y, también no hace tanto, alcanzamos la Luna.
El pasado 5 de abril de 2019 se inauguró en Nueva York (siempre Nueva York) el centro de artes denominado The Shed. Una increíble instalación anexa al 15 rascacielos de Hudson Yards, que albergará todo tipo de representaciones artísticas: escénicas, visuales o de cultura popular. Para tan elevado abanico de posibilidades y, queriendo alcanzar el máximo de representaciones, el edificio debía ser ambicioso en cuanto a forma y volumen. Y sí, lo ha conseguido.
El inmueble pretende adaptarse físicamente a las más pretenciosas ideas de los artistas. Para ello, cuenta con la altura de ocho plantas tradicionales, en las que físicamente han distribuido cuatro: dos para galerías, una para un teatro, otra para un espacio de ensayos, un laboratorio de ideas, una sala con luz natural para eventos y la planta baja para varios usos (incluye restaurante). Ahora bien, lo que hace realmente especial y único a este edificio es que su cascarón exterior se puede desplegar, convirtiendo la plaza anexa en espacio cubierto. ¡Fabuloso! Allí se pueden celebrar todo tipo de espectáculos a gran escala, como las cinco noches de música afroamericana que Steve McQueen y Quincy Jones programaron para bautizarlo.
El centro contará además durante sus primeros meses, con las incursiones de los artistas Björk, Ben Whishaw, la soprano estadounidense Renee Fleming, la cantante australiana Sia o el productor de música electrónica, DJ y compositor venezolano Arca. La organización pretende abarcar todo tipo de expresividad cultural, desde el hip hop a la música clásica; la tradicional pintura a los medios digitales, pasando, obviamente, por el teatro, la escultura, la literatura o la danza. El edificio donde se realizarán todas estas manifestaciones se denomina The Bloomberg Building, y fue diseñado por los arquitectos Diller Scofido + Renfro, apoyados por el estudio de arquitectura Rockwell Group.
Cuando se despliega (tarda sólo cinco minutos), el cajón ocupa una superficie de 1.600 metros cuadrados, totalmente cubiertos, lo que implica el control de luz, sonido y temperatura apropiados para el confort del espectador y/o usuario. Según los arquitectos, el aforo de la sala es de 1.200 personas sentadas o 2.700 de pie. Pero, aún más increíble (y bien pensado) es que el nuevo espacio se comunica con las dos primeras plantas de galerías del edificio principal, lo que amplía las posibilidades de usos, aumentando su aforo hasta las 3.000 personas.
Está todo muy bien estudiado. Los camiones entran por la planta sótano cargados con los elementos necesarios, ya sean las obras de arte, los escenarios o las herramientas para que los artistas trabajen. Los descargan y, las grúas de la cubierta, los llevan a la planta requerida. Estas grúas, ubicadas en un altillo de la parte móvil, son parte del operativo del centro de arte y se adaptan a las necesidades de cada actuación: luces, figuras, personas, etcétera. A ras de suelo, dos grandes puertas comunican al nivel de la plaza las áreas públicas del este y el norte.
La envolvente de The Shed está realizada con un material muy especial, el plástico denominado Efte. Un plástico inflable, translúcido y que, al llenarse de nitrógeno, impide la transmisión de calor o frío. De este modo, se protege el interior del edificio con gran efectividad energética. Además, el Efte tiene una elevada resistencia química y mecánica, pudiendo soportar vientos huracanados. Tiene gran estabilidad a los cambios de temperatura y elevada resistencia a los rayos ultravioleta. El edificio cuenta con grandes superficies de este material, alcanzando en algunas zonas hasta 21 metros de longitud, lo cual representa otro hito.
La piel de plástico envuelve la estructura articulada de metal, que se mueve mediante unas enormes ruedas dentro de un carril longitudinal, capaz de soportar las 4.000 toneladas que pesa el cascarón de 35 metros de altura. Pero esta enorme fachada móvil tiene otra función: da soporte multimedia a las actuaciones que se celebren en la adyacente plaza de 1.800 metros cuadrados, sirviendo de pantalla o de altavoz musical. Esto sí que es ser multiusos. En total, el edificio cuenta con 18.580 metros cuadrados construidos y, su coste llegó a los 475 millones de dólares (425 de euros). Un coste de 22.875 euros el metro cuadrado. ¡Woow!
El edificio se divide en la sala polivalente móvil, denominada McCourt; las galerías de las plantas segunda y cuarta, que alcanzan los 2.300 metros cuadrados; el teatro Kenneth C. Griffin, que se ubica en la planta sexta y tiene una capacidad para 500 personas. En la planta alta, los espacios llamados Tyl Skylights y el Laboratorio sirven para la realización de eventos y desarrollo de los artistas. Y, finalmente, en la planta baja y el sótano, están las oficinas, los cuartos automatizados, vestidores y almacenamiento.
Colaborando con la ejecución de este ejemplo arquitectónico estuvieron Thornton Tomasetti al mando de la ingeniería estructural; la empresa Hardesty & Hanover, consultora de sistemas cinéticos y encargada de la instalación de las grúas industriales; Jaros Baum & Bolles, encargado de la protección contra incendios; la empresa Vidaris, encargada de la eficiencia energética, que anuncia que el edificio es altamente eficiente, pudiendo alcanzar el certificado Leed Gold. La empresa de iluminación Tillotson Design Associates, la consultora acústica Akustiks, los expertos en teatro Fisher Dachs, el fabricante de acero estructural Cimolai, o la empresa constructora Sciame Constrution LLC, entre otros muchos.
Cuanto más avanza la tecnología, menores son los límites a las posibilidades que ofrecen nuestras construcciones. Las únicas herramientas con las que contamos son las actuales, así que debemos aplicarlas sin complejos. Los nuevos edificios atenderán mejor a las necesidades humanas, calibrarán mejor su estado óptimo de confort, regularán la demanda energética hasta niveles aún insospechados y, por supuesto, se moverán hacia el futuro con nosotros dentro. En el caso de The Shed, de forma literal.
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