La vanguardia de la arquitectura se adentra en el mundo de la sostenibilidad con las primeras marcas mundiales a la cabeza. Este mismo año ha finalizado la construcción de la sede tecnológica de Bonfiglioli, un espectacular edificio con una mágica composición geométrica que pretende identificarse con los ideales de la marca.
Para los que no la conozcan, Bonfiglioli es una empresa familiar que abarca un enorme mercado, pues sus productos tecnológicos de automatización están presentes en casi cualquier rama industrial. Desde la alimentaria hasta la eólica, pasando por la logística o el embalaje, la agricultura o la construcción, y pasando por la minería o el textil. Cualquier industria puede tener elementos fabricados por esta empresa.
Para su nueva sede en Bolonia, Bonfiglioli realizó en 2020 un concurso de arquitectura que ganó el estudio Peter Pichler Architecture, acompañado de la empresa de ingeniería Arup, y lo hizo con un diseño que se ha terminado de construir este 2024.
La sede cuenta con espacios para oficinas, con departamentos públicos, espacios para conferencias y reuniones de toda índole, además de zonas de formación y un espectacular vestíbulo. Sin embargo, la forma de la construcción añade un valor adicional. Y es que lejos de las formaciones cuadrangulares a las que nos acostumbran los edificios industriales, esta sede presenta ángulos muy acentuados.
El edificio tiene base cuadrada, sus cuatro esquinas se levantan a distintas alturas, terminando en un espectacular y reconocible techo inclinado cubierto con una malla plisada. Sin embargo, si rompemos la escala y dejamos volar nuestra imaginación, podríamos decir que el edificio se parece a una de las piezas de la fábrica, como motorreductores, sistemas de accionamiento, reductores planetarios o convertidores.
La sede se ubica en Calderara di Reno y ya es uno de los principales atractivos de la ciudad, pues es digna de ver tanto por fuera como por dentro. Y es que debajo de su patio central, hay un puente aéreo interior, que permite la comunicación horizontal y la visión del jardín en la parte baja del patio.
La inclinación de la cubierta es tal, que en la punta más baja, su altura alcanza las cuatro plantas, mientras que en la más alta llega a las siete, aunque son realmente ocho si contamos el espacio perdido. Pero la cubierta inclinada tiene sentido, pues permite el aprovechar de la luz natural en más espacios que en un edificio convencional de esta superficie, unos 6.200 metros cuadrados.
Peter Pichler, fundador del edificio, confirmó a la revista Dezeen que «el diseño desafía la sostenibilidad a través de una geometría inteligente», pues la luz es la principal herramienta para conseguir el confort en cualquier lugar que se halle un ser humano. Otra herramienta es la disposición de espacios, generados por un exoesqueleto de acero como estructura principal de la nave industrial.
El sur, más atacado en esta latitud, se cubre con una extensa malla o red de aluminio, capaz de proteger de los intensos rayos de energía calorífica proyectados en ella. Mientras que al norte se eleva la fachada más alta con una vidriera más generosa. Sin embargo, la cubierta guarda otro secreto, pues cuenta con hasta seis terrazas de distintas dimensiones destinadas al ocio y las reuniones al aire libre.
Por supuesto, donde hay un edificio de cierta envergadura no puede faltar un jardín. En este caso es en el patio central. Se trata de patio ajardinado que, además, aporta una eficiente ventilación del edificio. Pero todo no va a ser el exterior, en la sexta plata y en la baja existen dos escaleras de caracol aceradas que permiten la disrupción del espacio de forma elegante y armoniosa.
Las principales empresas contratistas han sido Ing Ferrari, que contribuyó con trabajos de construcción, desde estructurales y mecánicos hasta eléctricos y de instalaciones especiales. Y la empresa Pichler Projects, que nos explica cómo la inexistencia de pilares ayuda a la mejor utilización de los espacios internos. Todo gracias al mentado exoesqueleto de acero que se eleva hasta el techo.
Una de las máximas preocupaciones de Bonfiglioli es la sostenibilidad, así que el este edificio, con un diseño reconocible que se identifica con la empresa, reduce ampliamente las emisiones de CO2 y se presenta como un edificio de energía casi nula. Esto es posible gracias al aporte energético que generan sus cuatro bombas geotérmicas y sus techos radiantes, que ahorran mucha energía y proveen de mayor autosuficiencia energética. Eso sí, todo con un apoyo externo de hasta 3 MW de energía limpia de una planta fotovoltaica anexa.
Por supuesto, nos quedamos no sólo con la intención de mejora de la vida de los usuarios del edificio, sino también con el esfuerzo de mejorar nuestra calidad de vida global reduciendo la generación de CO2. Además de con un diseño capaz de generar un nuevo hito arquitectónico, con unas terrazas orientadas al sur y con vistas al Santuario Madonna di San Luca.
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