Construir no es algo nuevo y amar, tampoco. Pero siempre que lo hacemos lo hacemos con intensidad, empeñando todos nuestros recursos y nuestro tiempo. Así debe ser, aunque en nuestro subconsciente sepamos que, probablemente, todo lo que hagamos habrá tenido un antes, hecho por alguien mejor, y un después, a realizar por alguien más preparado. Por supuesto, este conocimiento no debe mermar nuestro ímpetu, au contrarie, debe inspirarnos a estudiar los clásicos.
Y ahora que está tan al día la preocupación por el medio ambiente, deberíamos mirar atrás, al pasado reciente, y descubrir la maravillosa arquitectura que muchos profesionales nos han legado. Por ejemplo, hoy os traemos a estas páginas una obra de arte mexicana, pura ingeniería medioambiental desde su primigenia concepción, que se refleja perfectamente en el nombre que le dio su creador: La Casa Orgánica.
Su creador fue el arquitecto Javier Senosiain, quien la construyó en el año 1984 tomando como referencia para su configuración las cáscaras de los cacahuetes. Lo hizo con dos generosos espacios en forma de óvalo, semi enterrados, pero con aberturas estratégicamente dispuestas para generar la luz necesaria al interior.
Nos cuenta el arquitecto que generó los dos espacios pensando en el día y la noche, y en las distintas actividades que desarrollamos.
El día está compuesto por estancia, comedor y cocina; y la noche por dormitorio, vestidor y baño. Al ver las imágenes igual pienses que la vivienda se ubica en medio de un parque, en el interior de un extenso rancho o en la colina de alguna montaña, pero nada más lejos de la realidad.
La vivienda se ubica en una zona residencial de las afueras de Ciudad de México, un lugar plagado de viviendas unifamiliares “clásicas”.
Senosiain realizó esta vivienda para su uso y disfrute personal, buscando la sensación de adentrarse en la tierra. De ahí que la vivienda no se pueda apreciar desde el aire, donde sólo se ve vegetación, y algunos orificios. Estos orificios pertenecen a puertas de acceso y ventanas, también, algunas enormes cristaleras para disfrutar del exterior.
Las sinuosas curvas de esta Casa Orgánica tienen mucho que ver con los árboles que había en el solar. El motivo es que el artista respetó su existencia y, dando rienda suelta a su imaginación, trazó curvas en un papel, de forma sinuosa, cual serpiente, buscando el sur, para aprovechar al máximo el sol, y deslizándose por la pendiente del solar. Después realizó maquetas en plastilina (muy de uso en la época)… y a trabajar.
Como resultado, no existe en todo el inmueble una sola esquina recta, ni una pared vertical u horizontal. Así que para la ejecución de este singular edificio se necesitaba un material igual de singular. En realidad, no existía problema alguno, dado que el arquitecto mexicano era conocedor de la historia de la arquitectura, y empleo uno de los elementos más fantásticos y olvidados de la construcción: el ferrocemento.
El ferrocemento es la fase posterior a lo que hoy día llamamos estructura de hormigón armado: una malla tipo gallinero embebida por mortero de cemento y arena. Esta malla era perfecta para adaptarse a las formas sinuosas de la nueva vivienda de Senosiain; así que se ejecutó el armazón con dos mallas trenzadas entre sí y después se proyectó el cemento en ellas, moldeándolo al finalizar.
El mortero proyectado se compacta violentamente, adquiriendo resistencias un 30 por ciento superiores a las iniciales (nos explica el arquitecto en su sinopsis de la obra), haciendo que los 4 centímetros de grosor sean inexpugnables.
Para terminar de garantizar su impermeabilidad se revistió de poliuretano espreado, una capa de ¾ de pulgada, casi los dos centímetros, este material forma una membrana elástica casi infranqueable para la humedad.
Terminada la obra, se recubrió con 20-25 centímetros de tierra fértil, generando el jardín que ven tus ojos, un jardín de crecimiento lento que protege la membrana plástica y permite que pasees por encima de tu casa sin imaginar en qué punto estás. He aquí que, con esto, el arquitecto estaba aplicando los principios del control bioclimático, procurando un microclima beneficioso para el ser humano.
Así, la naturaleza impide el paso directo de los rayos solares, sirve de barrera para el polvo y el ruido, refresca el ambiente, al evaporar el agua y mantener una humedad alta, produce un enfriamiento conductivo. En otras palabras, el sol y la tierra trabajan al unísono para mantener el interior de la vivienda confortable.
A pesar de estar bajo tierra, este edificio está muy bien iluminado. Primero porque la orientación de las ventanas se forzó al sur, para tener más calor en invierno; y segundo porque la forma no convencional (orgánica se podría decir) de las ventanas, provee de más luz que una ventana convencional de una sola dirección.
Estas formas aerodinámicas, y su ubicación, permiten que las ventanas no solo aprovechen más luz, también más ventilación, proporcionando a la vivienda una excelente circulación de aire.
La maravillosa vivienda de Senosiain se aprovecha de la bondad de la tierra, que mantiene las desviaciones de la temperatura más tenues. Como en las casas cuevas, la Casa Orgánica mantiene una variación menos abrupta de temperatura, en invierno y en verano.
Esta casa es, a todos los efectos, un ejemplo de eficiencia energética en 1984, ni más ni menos. Además, un estilo que recuerda lo mejor del ser humano: la búsqueda del confort con las herramientas más versátiles, la innovación basada en el aprovechamiento de los conocimientos heredados.
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