Costa Careyes, el paraíso místico, espiritual y arquitectónico de México
Si hablamos de disfrutar de unas buenas vacaciones, de desconectar y proveernos de vitaminas para reemprender el rumbo, nada como el colorido paraíso de este rincón de México.
A veces se nos ocurren ideas loquísimas como disfrutar de un clima agradable, hacer ejercicio, comer bien y recibir abundantes horas de sol. Incluso alguna vez se nos ocurre la malvada ocurrencia de zambullirnos en playas tranquilas o piscinas hermosas. Y es que, más que nos pese, disfrutar de nuestras horas de ocio es algo tan importante como trabajar.
Conscientes de ello, en The Luxonomist no paramos de enseñaros lugares maravillosos en los que seguro pasaríais unas estupendas vacaciones. Hoy os mostramos un paraíso espiritual de primer nivel. Un lugar donde disfrutar de todas aquellas loquísimas ideas y que tiene, además, una arquitectura digna de admiración que cala en nuestras retinas por su llamativo colorido, pero también por su fantástica adaptación.
Costa Careyes, el paraíso de Jalisco
Este entorno llamado Costa Careyes se ubica en el Estado de Jalisco, más concretamente en su costa. Mira hacia el océano Pacífico con una abrupta y sensacional geografía, cargada de abundancia y exotismo. Vamos, lo que comúnmente se suele denominar como paraíso. Y es que lo tiene todo, acantilados que quitan el hipo, playas de arena profundamente blanca y, para más Inri, un clima templado y agradable la mayor parte del año.
Pero no nos engañemos, no existe paraíso para las personas si no hay una arquitectura que lo haga habitable y utilizable. No hay paraíso sin techos que nos cobijen, como por ejemplo las fantásticas cubiertas de tejas y de paja, perfectas para mimetizarse con el entorno, además de permitir la protección del interior y evitar las humedades.
Cinco arquitectos participaron en su construcción en 1972
Desde 1972 la empresa gestora ha conseguido mantener un equilibrio místico y espiritual con el entorno. Este vínculo tiene mucho que ver con la utilización de materias primas del lugar para la construcción, como piedras, que forman los caminos, terrazas y algunos muros, o madera que sirve como carpinterías, muebles y porches.
El “padre” del lugar es un italiano llamado Gian Franco Brignone, quién llegó a Careyes atravesando la densa selva y visionó lo que hoy día es un complejo de primer nivel turístico y residencial, pero con un estilo propio marcado. Y que grandes arquitectos que han dejado su firma, Marco Aldaco, Alberto Mazzoni, Luis Barragán, Diego Villaseñor y Jean Claude Galibert, y muchos más que gustosos habrían colaborado en la creación de tan singular espacio.
Un complejo con playas paradisiacas y abundante vegetación
Lo que llama poderosamente la atención de la arquitectura de Careyes es su fabuloso uso de los colores. Los tonos vibrantes y enérgicos destacan de lejos, pero sin hacer daño a las retinas, au contrarie, que diría el clásico, fomentan el tránsito espiritual, alargan el tiempo que dedicamos a la alegría y la festividad y ayudan a vivir los momentos de ocio.
Hoy día el complejo abarca 14.000 hectáreas, con parte de su espacio inmerso en la Reserva de la Biosfera Chamela-Cuixmala, con playas blancas y abundante vegetación. La empresa ofrece desde alojamientos de entre una y cuatro habitaciones, hasta villas pequeñas o enormes, la mayoría en los acantilados. Todas ellas con piscinas de todo tipo y condición, muchas de borde infinito.
Costa Careyes tiene sus propias normas
El misticismo se refleja en los nombres de algunas de las villas: Sol de Occidente, Sol de Oriente, Casa Selva, Nido de Amor, Tigre del Mar o Mi Ojo, pero también en las formas de los edificios, con esquinas canteadas, plantas en formas circulares o estrelladas, cubiertas imitando a árboles, entramados de madera ideales para que se posen los pájaros, o zonas lisas texturizadas que reflejan de distinta forma el sol.
Los edificios de Careyes se construyeron maximizando la ventilación cruzada, de forma que se necesita menor uso del aire acondicionado, revirtiendo en una mejora de la eficiencia energética. Sus restaurantes y zonas de ocio se proveen de alimentos de un huerto biodinámico que han puesto en marcha. La sensibilidad medio ambiental se une al misticismo, poniendo a los residentes doce requisitos u obligaciones, que no tienen desperdicio:
- Tener voluntad, amor y fantasía en tu vida.
- Saber que todos somos huéspedes de la tierra.
- Amor por la cultura mexicana.
- Amar a Careyes sin saber por qué.
- Haber experimentado la vida y la muerte; haber asistido a un nacimiento o despedirse de un ser querido.
- Apreciar la música del cielo, la tierra y el mar, sentir el silencio de los espacios.
- Admirar el amanecer y el atardecer.
- Haber amado a un animal.
- Saber que uno nace solo y muere solo.
- Haber tenido un amor no correspondido.
- Haber llorado por otros y no sólo por uno mismo.
- Saber apreciar los momentos felices y ver el lado bueno de los desafíos de la vida.
Un centro de descanso y wellness en el paraíso
Pero el wellness es una forma de vida irrenunciable, así que también se ofrece a los usuarios de las instalaciones clases de yoga frente al mar, un tratamiento de Spa en sus villas o sesiones de meditación en El Careyes. Lo mejor, sin duda, es un nuevo espacio llamado Copa del Sol, una estructura cóncava en la que se pueden introducir las personas y que funciona como un portal de energías cósmicas.
La impresionante copa se ubica en un acantilado y en ella se realizan sesiones de Sonoterapia o Sound Healing, un espacio realmente encantador. Su construcción finalizó en el año 2006, convirtiendo la estructura de hormigón armado en un símbolo identitario de Careyes. Su diámetro es de 27 metros y se accede al interior por unas escaleras ubicadas en su centro, y al palco superior por una escalera de 27 peldaños. Y sí, a mí también me parece un espacio digno de visitar y de disfrutar.
*Fotografías cortesía de Careyes