Muchas veces nos preguntamos cómo puede ayudar la arquitectura a conformar lugares agradables donde ejercer nuestras actividades cotidianas, placenteras y urgentes. No hay duda. Comprar es un acto que reúne estas tres condiciones, y un centro comercial es, por ende, un lugar al que todas las personas se ven abocadas a visitar, un sitio en el que necesariamente nos sumergimos para comprar lo necesario, lo cotidiano, lo extraordinario y, por supuesto, donde podemos pasar nuestro tiempo de ocio.
El pasado mes de marzo, en plena batalla contra el coronavirus en Corea del Sur, ha abierto sus puertas un centro comercial muy especial, que pertenecen a la marca The Galleria. Se ubica en una ciudad llamada Gwanggyo, una urbe de nuevo cuño ejecutada en este milenio como parte de un gran plan de desarrollo urbanístico. Hablamos de la sexta y más impresionante sucursal de Hanwha Galleria, la empresa minorista de lujo más importante del país, fundada en la década de 1970.
El estudio de arquitectura que se encargó del diseño es el holandés OMA, con sede en siete países y cuatro continentes, lo cual genera pingües beneficios, a la par que bastantes quebraderos de cabeza… Algo que se compensa cuando te involucras en proyectos como éste, de eso no hay duda, y la compensación, obviamente, no es sólo económica.
El estudio puso al frente del proyecto a uno de sus socios, Chris van Duijn, y como líder del proyecto a la arquitecta Patrizia Zobernig, quienes contribuyeron al levantamiento del espectacular inmueble.
El edificio posee doce plantas, que albergan unos 73.721 metros cuadrados construidos. Se perfila como un cubo casi perfecto, que simula una textura rocosa, rota en forma de espiral por un conjunto de cristales triangulares. Esto me recuerda a la cúpula de Benetton en el antiguo Palacio de la Unión Militar en Roma. Y es que las buenas ideas adoptan formas novedosas cuando se adaptan perfectamente a las nuevas construcciones.
Los diseñadores aprovecharon la ubicación de los grandes almacenes entre el lago Suwon Gwanggyo, un parque de grandes dimensiones, y las torres residenciales cercanas, para desarrollar la imagen de una sección rocosa, una enorme piedra o unidad terrenal, que emerge del subsuelo y posee una parte de la misma cristalizada.
Un elemento nada descontextualizado que evoca un poco la filosofía Zen, con una piedra en entorno natural, agua y demás. Por supuesto, el contraste del perfecto bloque texturizado entre la urbe y el parque es un gran acierto.
Para este trabajo se necesitaron unas 125.000 plaquetas de catorce tipos de granitos naturales de distintas coloraciones: beige, marrón y terroso. Además, también se utilizaron 1.451 vidrios triangulares de distintas dimensiones.
Con esto nos podemos imaginar que la fachada requirió de la eficacia y ayuda de programas informáticos, lo que en el mundillo llamamos BIM (Building Information Modelling). Pero, como toda buena obra de teatro, los cristales esconden un secreto, un secreto por el que transitar.
Sin embargo, antes de continuar con el secreto, os pondremos al tanto del resto del equipo, o de una parte muy importante de él. No se podría haber realizado la obra sin el apoyo de una empresa de arquitectura del país, en este caso, la solvente Gansam Architects & Partners. Por supuesto, ninguna construcción sale adelante sin una contrata principal, en este caso fue Hanwha Engineering & Construction corp.
En la complicada fachada se involucraron VS-A, Withworks, y la empresa especialista en fachadas DAEHYE Interior Design & Architecture. Y es que, sin un buen equipo, ningún proyecto sale bien librado, un mensaje zen de cosecha propia.
Ahora volvamos a nuestro edificio. Un complejo de grandes dimensiones con una tira acristalada que da vueltas alrededor… ¿Qué mejor excusa para ubicar unas escaleras? Pues sí, los vidrios esconden en su interior las escaleras y zonas de disfrute del edificio.
Sirve como un circuito de 540 metros de longitud, mediante el cual los usuarios van descubriendo las distintas secciones de cada planta. Al final del recorrido, el premio: un centro cultural y un jardín en la cúspide arquitectónica, lo más alto e importante del inmueble.
Por el camino te encuentras una tienda de alimentación y una sección delicatesen en el sótano del complejo. En total, ocho plantas de minoristas, con joyerías y complementos para mujer, hombre y niños. Otras dos plantas para deporte y hogar, con distintos diseños zonales según las necesidades, además de escaleras, ascensores y aseos céntricos.
Y las tres últimas plantas tienen un cine de grandes dimensiones, salas de juego, restaurantes y zonas de ocio. En definitiva, que nadie va a pasar un día aburrido en tan espléndido centro comercial.
A pesar del alarmismo general, de la histeria colectiva que nos lleva a pensar que todo va a cambiar, que el mundo no volverá a ser el mismo, que tenemos que repensar las ciudades y nuestras formas de comercio o industria, el tiempo pondrá las cosas en su lugar.
Veremos que, cuando encontremos la vacuna para el Covid-19, nuestras vidas volverán a una normalidad y cotidianidad vital para nuestra existencia. Nada. Repito. Nada que haya acaecido antes ha podido subyugar a la humanidad, por lo tanto, no hay motivos para pensar que este virus lo hará.
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