Europa se marcó tres objetivos para 2020: la reducción del 20 % de emisiones de gases de efecto invernadero, la utilización del 20 % de energías procedentes de fuentes renovables y la mejora en la eficiencia energética de, al menos, el 20%. Pues bien, según la Comisión Europea los objetivos van viento en popa y, a pesar de las complicaciones, es más que factible que se alcancen, así que es hora de pasar al siguiente propósito: 2030.
No hace falta que nos lo digan, pero sí hace falta escribirlo para que quede claro: estos objetivos en ningún caso se podrían haber soñado sin la participación de las empresas privadas, que han fijado rangos más altos que los establecidos por la propia UE. Un claro ejemplo lo tenemos en el edificio que os presentamos hoy. Se llama The Edge, y en 2014 (fecha de su inauguración) fue el edificio de oficinas más sostenible e inteligente del mundo.
El inmueble, cuyo promotor fue la empresa OVG Real Estate, nació para marcar el paso más directo hacia la sostenibilidad en la edificación y, más concretamente, en la edificación destinada a oficinas. El edificio se encuentra en el distrito comercial de Zuidas, en Ámsterdam, y se trata de un ejemplo de derroche en imaginación constructiva pocas veces visto, en el que The Edge no pasa desapercibido, aportando al barrio una cara amable de cristal y metal, elementos indispensables en su envolvente.
Sus diseñadores están dentro del estudio de arquitectura londinense PLP Architecture, cuya ambición rozó los límites tecnológicos de los años en los que fue construido el inmueble, pero, aún más, centraron sus máximos esfuerzos en crear zonas de trabajo donde imperara la sociabilidad. Para lograrlo, constituyeron dentro del edificio un enorme atrio cerrado, que alcanza las 15 plantas, y que genera un enorme volumen libre interior listo para ser usado por los usuarios del edificio.
Los arquitectos lo llaman condensador social. El atrio pasa a ser el núcleo del edificio dado que, en su interior, existen puentes, escaleras acristaladas, salas de reunión, cafeterías y distintos niveles de estancia. De esta forma, las comunicaciones en horizontal y vertical recopilan entornos sociales que fomentan la interacción. Esto también favorece la teatralidad, pues si miramos desde las oficinas al atrio, el interior se parece a un anfiteatro, donde los encuentros entre personas parecen formar parte de una actuación: la de la vida.
En total, el inmueble posee 40.000 metros cuadrados de superficie útil, donde los empleados de la empresa Deloitte trabajan e interactúan, aunque no están solos, empresas como AKD, Henkel, Sandvik y Edelman los acompañan en el disfrute de este singular edificio. The Edge alcanzó el 98,36% de puntuación en sostenibilidad, medido por la entidad BREEAM, consiguiendo la máxima certificación por parte de esta empresa, cuyo objetivo es conocer y valorar los activos de mayor y mejor rendimiento en todo el ciclo de vida de los elementos construidos, es decir, evalúa el impacto medioambiental (ahí queda).
Por supuesto, para conseguir esta hazaña tuvieron que contar con tecnología punta, la que permite que prácticamente toda su cubierta y la fachada sur estén ocupadas por paneles solares. Un total de 4.100 metros cuadrados de placas solares garantizan el consumo energético, abasteciendo la calefacción y refrigeración, los ordenadores y teléfonos inteligentes del edificio, y hasta los vehículos eléctricos de los empleados. El sistema es tan eficiente que obliga implantar un almacén energético, dado que crea más de la que necesita.
Cómo ya sabemos por otros artículos, la orientación de un edificio es muy importante, no sólo para el confort que se pueda generar dentro, sino también por la eficiencia. La constructora G&S Bouw, nos cuenta que la colocación de paneles en la fachada sur no sólo sirve para “recoger” energía calorífica, sino que también para evitar que ésta perturbe al edificio, evitando el sobrecalentamiento. Por supuesto, a este fin contribuye la fachada de vidrio instalada por la empresa Rollecate, una fachada compuesta por triple acristalamiento que contribuyen al aislamiento acústico y térmico.
El título de sostenible e inteligente se lo gana con actuaciones como el aprovechamiento de dos fuentes de agua subterráneas (a 130 metros bajo tierra) para la refrigeración y la calefacción. Unas bombas se encargan de elevar el agua tibia o fría en circuitos que recorren los puntos clave del edificio. La luz y la temperatura de cada parte de la construcción se regulan con un teléfono o una tablet (de la compañía Philips). Las 6.000 luminarias Led´s (siempre led´s) se regulan mediante detectores de luz diurna, temperatura, infrarrojos y movimiento, activándolos únicamente cuando es necesario.
Unos 30.000 sensores chequean constantemente la ocupación, el movimiento, la iluminación, la humedad y la temperatura, ajustando el uso de energía de forma inteligente. Pero todavía hay más: el agua de lluvia es recogida en el techo y almacenada para las descargas de los inodoros y regar las terrazas del atrio y jardines, y el exceso de aire de ventilación en las oficinas se usa para acondicionar el atrio, este aire transita luego por un intercambiador de calor (aquí nada se desaprovecha).
La utilización de un sistema tecnológico inteligente permite que se realicen “predicciones” sobre la ocupación del edificio en las horas de almuerzo (basadas en datos almacenados). Este sistema es capaz de informa de las habitaciones no utilizadas para que se pueda saltar la limpieza, avisa de las luminarias a reemplazar, o notifica cuando las impresoras necesitan papel. Sirven también para informar a los empleados donde hay estacionamientos vacíos, donde están otros colegas o escritorios sin usar, les permite personalizar la temperatura o los niveles de luz… Y todo con el móvil en la mano.
Es de justicia nombrar a otros equipos que han contribuido de forma decisiva en este proyecto, como son los arquitectos locales OeverZaaijer, que ejecutaron el edificio; los arquitectos que se encargaron del interior, Fokkema & Partners; o los paisajistas Delta Vorm Groep, que contribuyeron creando el espacio verde que separa el edificio de la autopista, una obra, desde el punto de vista medioambiental, insustituible. The Edge ya no es el edificio más inteligente y sostenible del mundo, tal vez tampoco lo sea de Europa, pero es y será por muchos años, un referente a seguir para multitud de empresas que quieren entrar de lleno en el futuro verde y productivo mundial, adelantándose al 2030.
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