Cuando viajamos recopilamos experiencias que enriquecen nuestras vidas. A pesar de la crisis sanitaria que vive el mundo, ésta es una realidad que no podemos, ni debemos, olvidar jamás. Más aún cuando España es uno de los países que genera más y mejores experiencias a millones de turistas que nos visitan cada año. No obstante, mirar al otro extremo del mundo también nos aportará modelos turísticos de los que enriquecernos. Este es el caso de Bali.
Esta potencia turística desde los años 70 presume de una destacable integración con su paisaje, un esfuerzo que atrae a personas de todo el orbe en búsqueda de paz, tranquilidad, aire puro y, sobre todo, zonas verdes a raudales y buen clima. No es de extrañar que los hoteles apuesten por villas y habitaciones que se integren en la variopinta naturaleza, utilizando, además, la mejor herramienta constructiva que poseen y que le proporciona la naturaleza: el bambú.
Como edificio singular de esta semana os traemos la fusión perfecta entre los dos párrafos anteriores: el Tree House del Stonehouse Hotel, en Bali. Se trata de una maravillosa construcción que nos envuelve del verde natural del pueblo de Ubud, en Bali. Esta zona es muy popular por sus arrozales en terrazas, una icónica estampa que, a buen seguro, ya te ha llegado a la retina sin necesidad de imagen alguna.
La construcción del inmueble terminó en 2019, y desde entonces proporciona momentos increíbles a sus usuarios. La empresa hotelera confió en el estudio de arquitectura de Pablo Luna, que no escatimó recursos artísticos para implantar en un pequeño solar un sistema estructural a base de bambú. Éste por sí mismo genera un entorno que funde la naturaleza con el confort de un hotel de lujo. Honestamente, a mí me dejó sin palabras.
A la habitación del hotel se llega a través de una pasarela de 2,15 metros de ancho, que te deja en la puerta de entrada al edificio, a unos 4,20 metros del suelo, desde el que salen unos hermosos pilares de bambú, inclinados en distintos ángulos, dando una mayor apariencia de naturalidad. El bambú utilizado posee hasta catorce centímetros de diámetro, y algunas varas alcanzan los ocho metros, ayudando en el soporte de la cubierta.
El edificio posee formas curvas en todos los planos, así, la cubierta es un domo o cúpula irregular que se apoya en paredes igual de curvas. Dichas paredes y cubierta parecen adaptarse a la forma de la cama, hecha con bambú, y con un diseño de formas orgánicas, que bien podrían haber nacido de la propia naturaleza y no de la mano humana. A la izquierda de la entrada se encuentra el aseo y un lavamanos de piedra inimitable.
Una de las curiosidades de la edificación es la ausencia de puertas o ventanas que dejen ver desde la enorme cama redonda de 2,45 metros de diámetro, la excelsa vegetación de Ubud. En Bali casi no existen las bajas temperaturas, por lo que se pueden permitir la inexistencia de una pared o carpintería protectora, aunque para los días más agresivos el inmueble posee dos herramientas la mar de útiles.
La primera es una gruesa cortina capaz de hacer frente al viento de la región. La segunda es un aire acondicionado muy especial, instalado bajo la cama, que genera un microhábitat climático cuando nota la presencia de personas sobre ella. Así que, si tienes frío, no hay mejor sitio que la cama. Cuando no hay frío, que es casi siempre, puedes pasar las horas en la bañera de cobre al borde de la terraza, o cómodamente instalado en la red, a casi cinco metros de altura, mirando hacia las verdes terrazas de arroz.
Según nos cuenta el arquitecto Pablo Zalaquett, en la obra se han utilizado cuatro tipos distintos de bambú. El dentrocalamus asper para la estructura, el ironwood para la terraza y el suelo del baño. En el caso del domo o cubierta, ésta se ha ejecutado con varas de bambú de cuatro centímetros de ancho, cuatro metros de largo y dos de grosor, formando una malla para soportar otro tipo de bambú. Y por último, el bambú negro de Bali, que se cubrió con tejas de cobre para protegerse de la lluvia.
Nos cuenta el arquitecto que cada elemento de la habitación, cada mueble y detalle fue diseñado para el lugar, convirtiendo el espacio en único. Esto, junto a la abundancia de formas orgánicas, hace que el visitante disfrute de sus vacaciones. De hecho, nos confiesa que él mismo se ha quedado muchas veces, y que el inmueble se ha convertido en el más demandado del hotel. Francamente, viendo las imágenes y escuchando al arquitecto, no sorprende el éxito. Su precio gira en torno a los 315 dólares por noche, unos 260 euros.
Todos los elementos fueron construidos con mano de obra del país, contratando empresas locales. Nos cuenta Zalaquett que en su estudio ejecutaron una maqueta de la obra a escala 1:50, dado que los artesanos del bambú sólo trabajan en base a la maqueta, nada de planos ni sistemas BIM. Esto hace que el diseñador se involucre de una forma muy especial con su obra, conociéndola hasta el último de los detalles.
Para Pablo la sostenibilidad se basa en cuatro pilares: la economía, lo social, el medio ambiente y la longevidad y la salud. Este edificio interactúa con estos cuatro pilares, siendo viable económicamente para el uso al que se destina; utilizando materiales del lugar, de gran durabilidad y bajo impacto medioambiental y, en el plano social, generando armonía en las personas que la habitan y una preciosa coexistencia con el terreno que le da forma. Y es que se consigue la transición desde la cama hasta los campos de arroz, con sólo unas cortinas en medio. Sin duda, un fantástico lugar para enriquecerse de lo inmaterial y lo natural.
*Fotografías cortesía de Matias Allende.
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