Imagina vivir un encuentro inusual entre lo nunca ocurrido y lo siempre encontrado. Un encuentro en el que tus sentidos se trastornan, se elevan a un punto de difícil comprensión, alcanzando la imperceptible sensación de colmado cultural. Expresado así suena convulso y poco atractivo, pero también define bien las experiencias vividas en museos de cierta altura intelectual.
Este año ha abierto las puertas un espacio cultural muy interesante en Málaga, concretamente en Ronda. Un espacio al que puedes llegar desde la A-367, aunque no podrás apreciarlo en toda su dimensión hasta enfrentarte a él. Se trata de La Almaraza, “el primer museo del aceite de oliva del mundo que fusiona producción de aceite, diseño, arte, tradición y gastronomía”, según reza su página web.
Y mucha razón no le debe faltar, dado que su diseño ha corrido a cargo de un diseñador francés muy reputado en esto del arte. Su nombre es Philippe Starck, a quién ya conocerás por las páginas de tu revista de lujo favorita (The Luxonomist, obvio). Un artista de talla mundial que ha sabido plasmar en un espacio concreto las herramientas y el sentir de los artesanos de la oliva.
La creación de Philippe posee forma de cubo rojo. Un recipiente de enormes dimensiones para un molino de aceite, el museo y un restaurante (sin restaurante no hay lifestyle) con extensiones y símbolos de marcado carácter zonal. Son referencias al patrimonio cultural de Ronda y a una forma de vivir y entender el trabajo algo surrealista, todo hay que decirlo, que le confiere al cubo un ambiente divertido y enigmático.
El patrocinador del inmueble es el productor de aceite LA Organic. Fue quien puso a disposición del diseñador un espacio de 25 hectáreas rodeado de arboledas, pero lo suficientemente visible para que fuera fácilmente detectable. Un espacio que pretende ser parte de un proyecto más ambicioso: el de impulsar el oleoturismo.
El encanto del edificio se vierte desde su exterior hacia el interior. El cubo se sumerge en la colina, con entrada y salida en el nivel inferior, desde el cual se aprecian dos enormes símbolos: un fastuoso cuerno y una saliente media aceitun. Ambos, construidos en acero corten, emergen del monolítico volumen de hormigón. Es como poesía expresada de formar arquitectónica (que dirían los entendidos).
Poesía que se completa con un enorme ojo en otra de sus fachadas… Quien no vea las referencias a Picasso, que se ponga al final de la cola o que pague el doble de la entrada (unos 25 euros, si mis fuentes no se equivocan). Todo termina en una terraza al aire libre, sostenida por tres enormes cadenas que mantienen el voladizo con singular maestría y mientras los visitantes pueden disfrutar de las vistas de la finca.
Pero el surrealismo no se queda en el exterior del inmueble, también se sumerge en el interior. Allí los haces de luz proporcionan sombras sugerentes de los elementos. Se trata, según el propio autor, de una “obra de arte habitable”, aunque no veo yo muchos parámetros de habitabilidad… (ejem, ejem). En fin, bromas aparte, es claro que el espacio pretende sorprender y abrumar, para que se nos grave más fácilmente las sensaciones que predica.
Referencias culturales como la espada de toreo (con dimensiones fuera de escala) apoyada en la pared sobre una chimenea rodeada de una pequeña sala de estar, un tubo metálico suspendido del techo que termina en un embudo, alusiones evidentes a la producción de petróleo, que se ubican sobre el restaurante. O más ingenioso aún, una forma de ala que hace mención a la primera persona que voló (un andaluz bereber llamado Ibn Firnas ¿lo sabías?).
Todo en un ambiente oscuro, renuente a la entrada de luz natural, pero que, gracias a unas aperturas cuidadosamente ejecutadas, se disfruta en forma de haces de luz potentes (siempre que el tiempo lo permita, obvio). La oscuridad tiene sentido, sí, dado que se trata de hacer referencias reales al mundo de la oliva, y la producción del aceite de oliva requiere de espacios sin excesos solares.
Este museo rinde homenaje al mundo de la oliva, uno de los más icónicos y populares de nuestro país y una referencia clara en el resto del orbe a la cultura del mediterráneo. Así, en dos plantas del edificio se hayan instalaciones para la producción de aceite de oliva extra, de forma que el museo se transforma, también, en zona de producción… Si no piensas que es un lugar para visitar… me dejas sin palabras.
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