La humanidad pocas veces es consciente de la importancia del momento en el que se encuentra. Es años más tarde, cuando se frena la actividad, que otras personas son capaces de poner nombre al momento del pasado que se ha vivido. Pero ahora nos toca disfrutar del exquisito instante arquitectónico que nos brinda la humanidad. Este está en Tokio y este noviembre, donde el ex primer ministro nipón ha inaugurado un nuevo distrito, un barrio sostenible. La última pieza de un ambicioso plan urbanístico perpetrado treinta años atrás.
El nuevo vecindario posee residencias, espacios comerciales, una escuela, galerías de arte, restaurantes, oficinas y dos recintos religiosos. Todo, en una franja de 2,4 hectáreas que incluye un abundante espacio verde con acceso público. Azabudai Hills es un proyecto realizado por Heatherwick Studio, quienes son capaces de combinar el arte y la construcción de un modo muy efectivo.
La visión de los arquitectos sorprende por su exquisito contraste con el entorno urbano moderno. Unas flamantes torres de cristal que marcan el skyline se ven eclipsadas por unos entramados reticulares que se derriten gradualmente, convirtiéndose en colinas con suaves pendientes, armadas con zonas verdes en sus cubiertas y sinuosos parajes que permiten en paseo de usuarios y visitantes.
El nuevo entramado urbano es un guiño a la comunicación entre personas, permitiendo que las zonas públicas, con árboles, flores y estanques sean testigos de reuniones informales y actividades culturales. Thomas Heatherwick, fundador del estudio, expresa que: “Este es un lugar público alegre y único para Tokio, diseñado para ser apreciado durante muchos años”.
En el centro hay un espacio para eventos denominado La Nube, The Cloud. Gracias a la verde aportación, el barrio se ha convertido en uno de los más ecológicos del país. Hasta el 90% de los inquilinos y empresas que ocupaban espacios en el barrio han recuperado sus espacios, eso sí, mucho más modernos y ecológicos, y con un valor mucho mayor.
Azabudai Hills se convierte así en uno de los sitios más grandes del mundo en recibir la certificación LEED Neighborhood Development de más alto nivel para desarrollos de uso mixto, y la certificación LEED BD+C nueva planta o gran remodelación. Otro hito es la escuela creada por el estudio de arquitectura, la escuela internacional más grande de Tokio, con 15.000 metros cuadrados.
La idea principal es conseguir un espacio habitable saludable y cómodo para los usuarios. Un lugar fresco y moderno, pero que permita el sosiego y la actividad al mismo tiempo. En definitiva, un lugar de vida donde quepan todas las sinergias e individualidades. Los creadores esperan que entre 25 y 30 millones de personas visiten al año el nuevo distrito, lo cual es una apuesta muy alta, incluso para una ciudad de 14 millones de personas.
El diseño de Heatherwick ocupa ocho hectáreas, tiene 64.000 metros cuadrados de espacios construidos, 24.000 de espacios verdes y 6.000 de plaza central. La forma del edificio, seccionado por algunas zonas, alcanza hasta siete plantas sobre rasante y seis bajo rasante. Y a ello se le añade un diseño muy peculiar en forma de pérgola que acoge a todo visitante y usuario, distribuyendo el espacio interior según los usos.
De hecho, la artesanía tradicional japonesa se convierte en parte del paisaje urbano mediante la técnica de grabado en vidrio Edo Kiriko. Aunque, visualmente se impone la fluidez de los elementos de hormigón, integrados siguiendo los patrones de una disección artística, impidiendo que la repetición se convierta en un patrón incómodo, y permitiendo que la vida tome formas orgánicas.
El coste total de las obras alcanzó los 5,4 mil millones de dólares, unos 4,9 billones de euros, lo cual nos descubre la importancia de la obra en cuestión. Tokio nace en este distrito antiguo con una idea clara de lo que quiere ser en el futuro. Aunque aún no tendrá nombre y le quede mucho camino por recorrer, una cosa está clara, el diseño marcará los sueños de muchísimos habitantes del país.
La arquitectura crece con nosotros, a nuestro lado, y sí, muchas veces es parte de la visión de algunas individualidades y no de un colectivo, pero la experiencia nos demuestra que las ideas individuales que son buenas perduran. Las que no, se pierden en la inmensidad del pasado. Las colinas artificiales de Tokio nos sorprenden e inspiran, pero sólo el tiempo dirá si atraen a 30 millones de personas a sus rincones.
*Fotografías de Raquel Diniz e infografías de Heatherwick Studio.
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