En honor a la verdad, muchas personas ya se habían dado cuenta de lo limitado de los diseños en los edificios tradicionales occidentales. Por desgracia, muchas otras personas lo están descubriendo ahora con más detenimiento por culpa del Covid-19, más conocido como coronavirus. Sin embargo, este régimen de repetición perpetuo puede desaparecer y apostar por construir edificios de forma novedosa. Como ejemplo de lo inusual, viajaremos a Japón, concretamente al Studio Velocity, para descubrir a unos diseñadores con estilo propio. Y es que el país nipón nunca decepciona.
El estudio de arquitectura japonés Studio Velocity, comandado por los arquitectos Kentaro Kurihara y Miho Iwatsuki, sorprendió con un diseño innovador en el año 2009. Se trataba de un diseño para una residencia familiar y un pequeño salón de belleza. La increíble aportación que se hizo al vecindario es, en sentido urbanístico, de enormes dimensiones, como una montaña, de hecho, la vivienda se llama así: Casa como una montaña blanca. Solo tienes que ver el edificio para descubrir el porqué del nombre.
La superficie es de 123,44 metros cuadrados y su forma con base cuadrangular se eleva abruptamente para formar una cubierta inclinada a dos aguas con diferentes pendientes. De su cumbrera parten dos faldones con distintas caídas, que asemejan a una montaña. El color blanco, elegido por los diseñadores para el exterior del edificio, no hace más que ahondar en el sentimiento de diferencia, elevando su magnificencia.
El inmueble se divide en tres plantas. En la baja se encuentra el pequeño negocio de peluquería, las zonas de uso común, (cocina, salón, comedor) los baños y el cuarto de limpieza. En la segunda planta se encuentran los dormitorios, donde llama la atención que no ubicaran ningún baño o aseo en la planta, obligando a bajar en caso de urgencia. Y en la tercera planta está el secreto, el secreto del porqué de la distribución asimétrica de la construcción: una enorme terraza cubierta con grandes aperturas al exterior.
Con este diseño los arquitectos buscaron dos sensaciones. Por un lado la de libertad, al espaciar el solar en su primera sección, dejando un espacio abierto con algunos árboles, grava y zona de aparcamiento. Esta sensación se ve también en el resto del inmueble, con generosas zonas al aire libre en todas las plantas. Y la otra sensación es la mimética con las montañas lejanas, intentando superar la altura de las viviendas cercanas, la mayoría de dos plantas, para hacer una suerte de espejo blanco.
Este dúo de arquitectos nos volvió a sorprender gratamente en el año 2013, año en el que finalizó la obra Casa abierta a la ciudad, en la ciudad de Nagoya, en Japón. Se trata de un edificio ubicado sobre un solar de 148,16 metros cuadrados, con una superficie construida de 105,01 metros cuadrados. En esta ocasión, los diseñadores dividieron el inmueble en dos volúmenes entrelazados por pasarelas, una nueva genialidad al más puro estilo japonés.
La estructura principal de los edificios está ejecutada con marcos de acero que configuran el primer volumen, que poseen vistas a la calle principal; el volumen transparente de dos alturas, es decir, paredes exteriores de cristal; y las cero paredes en el interior. Al otro extremo de la parcela se encuentra otro edificio de tres plantas con la tradicional forma cuadrangular y de color blanco, con marcos de carpintería en madera, unos elementos que se fusionan con el espacio intermedio.
La idea de los arquitectos es que la vivienda se divida en dos: en una faceta privada, la vida interior del edificio opaco, y una faceta pública, representada en el volumen transparente, de ahí que la vivienda esté abierta a la ciudad. El espacio intermedio es la mejor sala de juegos que puede existir. Aquí encontramos una sala verde con zona de esparcimiento y tres pasarelas que conectan los dos edificios en sus tres alturas, de forma que, si te gusta caminar, puedes visitar las cinco plantas de los dos inmuebles sin tocar una escalera. ¿No es original?
Pero no nos engañemos, si estamos leyendo este artículo hoy es por la última genialidad de este fantástico dúo creativo: La oficina de Sanno, un edificio construido en 2018 y que, para mí, es la oficina soñada. Se ubica en una parcela de la ciudad de Okazaki, en la Prefectura de Aichi. Este edificio es una construcción de dos plantas en madera, que puede a primera impresión no llamar la atención de buscadores de tesoros constructivos, pero que en segunda lectura nos damos cuenta de algo increíble: su cubierta.
Y es que su cubierta no es nada tradicional. Se trata de una gran superficie cóncava que se aposenta sobre las cuatro paredes perimetrales del edificio, un espacio transitable para la normativa japonesa, ya que en la española no podría ejecutarse, donde se puede disfrutar del aire libre mientras se juega, se lee o se trabaja. En esta ocasión, los arquitectos juegan con sus tres variables favoritas: el blanco, las grandes cristaleras y la inclusión dentro de los edificios de zonas verdes.
Tres patios interiores permiten la inclusión de tres zonas verdes con árboles lo suficientemente robustos como para asomarse a la parte superior de la cubierta, por los huecos en forma de patios. Tanto las paredes de la caja de escaleras, como las paredes exteriores del edificio son grandes paneles de cristal, que aportan luz para las oficinas. Además, todo el exterior se ha revestido de blanco, incluso la fantástica cubierta que sirve de escenario para la vida más alegre del inmueble.
Pero… ¿Cómo se logra esta estructura curva y ligera? Lo has adivinado, con el material constructivo más antiguo y polivalente del mundo: la madera. En concreto, madera laminada, que es una estupenda fusión entre este material y la tecnología más puntera. Y es que parece increíble que puedan subirse 150 personas sobre la cubierta, sobre todo si tenemos e cuenta que esta descansa sobre pequeños pilares de madera. La primera vez que lo vi grité «Qué locura es esta».
El truco está en que las vigas de madera están en tensión, es decir, tienden a posicionarse en forma horizontal, con lo que los pilares en realidad cumplen una función de sujeción y no de soporte. A medida que van subiendo personas a la cubierta, esta tensión disminuye y los pilares van «descansando». Cuando se suban a la cubierta 150 personas (unos 40 kilos por metro cuadrado), empezarán a trabajar a compresión. Por cierto, el inmueble abarca casi 210 metros cuadrados y es vivienda y oficina. Y es que estos edificios hacen que la arquitectura crezca y evolucione, y dan una envidia…
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