¿Te gustaría vivir en el edificio-colmena de Canadá?
A la venta un apartamento en el edificio más singular de Canadá, el Habitat 67, la construcción prefabricada más famosa de Quebec.
Si la semana pasada hablábamos de los consejos que podríamos darle a Paula Echevarría, por si se anima a construir una vivienda modular en nuestro país, esta semana toca viajar hasta Canadá, concretamente, al 2.600 de la Avenida Pierre-Dupuy, a un edificio que ofrece un apartamento de 116 metros cuadrados por 551.114 dólares o, trasladado a euros, 447.441, casi nada. Pero… ¿qué tiene de especial este inmueble para que cueste 3.800 euros por metro cuadrado?
Lo primero que tenemos que saber es que su imagen no deja a nadie impertérrito, dado que está conformada por un cúmulo aparentemente aleatorio y caprichoso de cubículos de hormigón armado, todos iguales pero en distintas direcciones, como si hubieran sido tirados de cualquier forma y se hubieran fundido tal y como iban cayendo. Es, no cabe duda, una alegoría al desorden muy bien ordenada…
El complejo (nunca mejor dicho) data del año 1967 y fue construido para la Exposición Mundial de Montreal del mismo año. Por supuesto, fue uno de los primeros edificios en utilizar la construcción prefabricada de forma innovadora. Tanto, que su éxito eclipsó su principal motivación, la de crear espacios residenciales de calidad a bajo coste para rentas medias y bajas. Su nombre: Habitat 67.
La idea es muy simple, en vez de construir paralelepípedos octogonales donde encapsular a las familias, el diseño pretende configurar un vecindario lleno de espacios abiertos, con terrazas ajardinadas y comodidades típicas de las viviendas unifamiliares. El arquitecto, un joven (en aquel año) Moshe Safdie, creó un módulo que lo multiplicó por 365 (me suena este número…) conectándolo más tarde en forma ramal, creando 158 residencias, hoy día, 146, dado que algunas se han reconfigurado.
Las superficies varían entre los 55 y los 168 metros cuadrados construidos, albergando desde uno hasta cuatro dormitorios en 15 tipologías distintas. Todas las viviendas tienen su propio jardín y existen zonas de juego para niños en varias ubicaciones. El edificio se distribuye en tres grandes secciones, comunicadas en horizontal por pasarelas que alcanzan las zonas comunes. Tiene 12 plantas de altura con las que se pueden disfrutar de las magníficas vistas de Montreal.
La vivienda que está en venta responde al apartamento número 1018, está compuesta por dos plantas conectadas por una fabulosa escalera de madera a dos zancas libre de tabicas, permitiendo el paso de la exuberante luz, que inunda toda la vivienda. Seguro que muchos amantes de la arquitectura y la ingeniería pagarían mucho más por residir en este icono de la construcción.
El inmueble ha sido reformado con respeto al diseño original, espacios amplios y ventilados, sin dividir la sala de estar de la elegante cocina en la planta baja, junto a un aseo. Por la ventana, las vistas del río San Lorenzo y mucho más. En la planta superior, el dormitorio principal se abre a un salón con despacho, y allí está también el baño principal, decorado con azulejos blancos imitando las olas del mar y, con -lo aplaudo- mobiliario empotrado.
Y qué decir del fantástico suelo de madera, compuesto por anchos tablones que destacan entre las blancas paredes del edificio. Un falso techo esconde un sistema de audio, vídeo e iluminación de la casa Crestron, aunque lo mejor, como siempre, está fuera: una hermosa terraza hará las delicias de tus días y tus noches si te decides a comprar, con vistas inigualables del propio edificio y de lo mejor de Montreal.
Una de las cosas más increíbles de Habitat 67 fue su nacimiento, dado que se gestó para la tesis de fin de grado de Moshe Safdie y que, pese a no obtener el máximo reconocimiento, llamó la atención de los responsables de la Expo, lo cual le dio la oportunidad de llevar a cabo su proyecto, por supuesto, es el sueño de todo arquitecto, un broche del que disfrutan muy pocos, y que marca el inicio de una brillante carrera.
En la época, su construcción costó 17 millones de dólares canadienses y, aunque la intención de Safdie era que su precio fuera asequible, la complejidad de la obra elevó los costes, impidiendo que se construyeran más complejos similares. Los cubículos fueron creados en una fábrica, en ella se ensamblaron e instalaron los baños, las cocinas y los marcos de las ventanas. En la obra, un sistema de postensado y uniones de cables de acero, permiten la imagen idílica de un edificio vivo, en movimiento, en el que, pronto, habrá un nuevo inquilino… ¿Quieres ser tú? 😉