Muchos de los recuerdos de mi infancia sucedieron en un coche rumbo a Asturias. Viajes amenizados por el gusto musical de mi padre, cuatro horas entre boleros y rancheras. Pero lo mejor siempre venía cuando sonaba la amarga y desgarradora voz de la magnífica Chavela Vargas. Pasaba las horas viajando imaginariamente a ese exuberante lugar del que hablaban las canciones, pensando en sus paisajes, sus gentes y sus historias de amor desolador.
Es sobrecogedora la experiencia de visitar un lugar en el que uno tanto ha pensado. Todas las imágenes de mi cabeza tomaron un forma real y palpable; y aunque muchas veces la había visualizado, la magnitud de la Ciudad de México superó toda expectativa.
México y su historia se siente en las calles. Quizás la mejor manera de profundizar en ello es visitar el Museo Nacional de Antropología. Concebido para albergar y exhibir el legado arqueológico del país, su pieza más emblemática es la Piedra del Sol, el famoso y mal llamado calendario Azteca. Para conocer la historia moderna y contemporánea de México hemos de acudir muy cerca, al Castillo de Chapultepec, desde donde tendremos una de las mejores vistas de la ciudad.
En cuestión de artes plásticas, los clásicos serían el Museo de Bellas Artes y el Museo Nacional de Arte, ambos admirables en sus imponentes arquitecturas y en sus vastas colecciones. El Museo de Arte Moderno y el Museo Tamayo, nos ofrecen una visión de los siglos XX y XXI del arte hecho en México, con una interesantísima programación de exposiciones temporales de vocación internacional.
Quizás sea un tópico injusto hacia otros fantásticos artistas mexicanos, pero si por algo es conocida la pintura de este país es por la obra del muralista Diego Rivera y la de la excepcional Frida Kahlo, y el interés que ha generado siempre la relación entre ambos. La Casa Azul, donde ambos vivieron, crearon, se odiaron y se amaron, es una parada obligatoria en el delicioso barrio de Coyoacán.
Para encontrar algún objeto que nos recuerde la visita a esta espléndida ciudad, no hay mejor lugar que el Mercado de San Ángel. Vendedores de artesanías llenan las calles de este pintoresco barrio los sábados en la mañana. Y como rezaba en una pequeña cerámica en uno de sus puestos: “El único peligro que corres en México es el de querer quedarte para siempre”.
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