En 1914, tras años de trabajo intenso y éxito en París, Hermen Anglada-Camarasa (Barcelona, 1871 – Port de Pollença, 1959) decide instalarse en Mallorca como refugio de la guerra. A su llegada a la isla, el paisaje adquiere especial protagonismo en su pintura. Aunque lo había cultivado en su época de aprendizaje en Cataluña (1886-1894) y puntualmente en un viaje a Bretaña en 1904, la luz mediterránea y la orografía de Pollença le ofrecen un nuevo escenario, que aprovechará con creces y en el que encontrará nuevos caminos para su pintura.
CaixaForum Palma hace un recorrido por los rincones que el pintor catalán hizo suyos, desde Francia hasta Pollença, en una exposición que podrá verse hasta el próximo 23 de septiembre. Paisajes de ambientes rurales y de la costa de Mallorca que revelan la importancia de la temática paisajística en la pintura de Anglada-Camarasa.
En el cénit de su carrera internacional, esta experiencia cambia de manera radical su orientación personal y profesional, la difusión artística de su obra y los motivos de interés, que se centran ahora en el paisaje. Árboles, rocas, nubes y el mar de la bahía de Pollença serán sus motivos predilectos, en una nueva concepción del tema, cercano y sin espíritu de trascendencia. Esta nueva exposición para la sala permanente dedicada a Anglada-Camarasa en CaixaForum Palma a partir del fondo de la Colección “la Caixa” propone un recorrido por los paisajes del pintor, desde Francia –con vistas urbanas del París nocturno de la Belle Époque– hasta los queridos parajes de Mallorca, que se concretan en Pollença.
Anglada-Camarasa se instaló en un lugar de gran belleza y serenidad como era Port de Pollença, el marco privilegiado que inspiró una obra centrada básicamente en el paisaje. El pintor solía pasear por los alrededores de Pollença para pintar, dibujar y fotografiar pequeños rincones, huertos, construcciones rústicas, las formas de los árboles o las cuevas naturales. En sus cuadros, plasmó las nubes en la bahía, las rocas de Bóquer, los pinos de Formentor, La Vall d’en March o L’Horta de la Font. También realizaba salidas en barca para observar el fondo marino con un visor de cristal, lo que le permitió pintar una serie de cuadros de peces, plantas submarinas y las formas caprichosas de las rocas.
Su representación del mundo natural es fiel a toda su estética pictórica, a base de colores vibrantes, fuertes contrastes y densos empastes de materia. En sus telas, el paisaje se presenta como un gran decorado. A pesar de las novedades, no abandona los retratos femeninos, a menudo realizados por encargo, aunque ahora presenta las figuras en un entorno mediterráneo, como en el caso del retrato que dedicó a Adelina del Carril de Güiraldes.
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