Soy seriéfila. Lo reconozco. Me gustan las series desde cuando La Primera emitía los sábados por la mañana La familia Adams en su versión de blanco y negro. Yo, sentada en el sofá frente al televisor, con mis galletas y mi leche caliente. Es la imagen impresa en mi memoria que dibuja al instante una sonrisa en mi rostro. Cuando veo una delicia de serie, cuando disfruto de ella, no puedo evitar rememorar esa escena de infancia y gozar de un momento de felicidad conectando una vez más a la niña que fui con la mujer que soy. Me ha vuelto a pasar este domingo con el estreno de la cuarta temporada de The Crown.
La serie que cuenta por décadas el reinado de Isabel II. Cada capítulo vuelve a ser una película gozosa en cada detalle. Sus planos, la ambientación, el vestuario, la interpretación y, por supuesto, en la narración de los hechos.
Esta nueva temporada nos sitúa en los ochenta, década en la que destacan dos personajes hoy idolatrados como son Lady Di y Margaret Thatcher. Isabel II departirá por primera vez en la historia con una mujer primera ministra de Inglaterra (1979-1990) marcando también su propia era, el Thacherismo, y bautizada como La Dama de Hierro. La actriz Guillian Anderson la interpreta de manera sublime, aunque siendo sincera, es imposible sacarme de la cabeza a Meryl Streep.
La otra esperada protagonista es Lady Di y su boda con el primogénito de la reina, el príncipe Carlos. Emma Corrin logra transmitir la fragilidad que desprendía Diana y que vuelva a nuestra retina la melancolía tanto de su mirada como en alguno de sus gestos tan característicos. Aunque ella misma ha declarado en varias ocasiones que su interpretación no está hecha en base a una imitación de la princesa del pueblo, como la bautizó Tony Blair.
Nuevamente The Crown logra convencer a la crítica y a esta humilde espectadora que disfruta con cierta envidia como se narra la vida, nuevamente, de la familia real británica sin pudor. Aunque Olivia Colman, actriz que sigue interpretando a Isabel II, ha confesado sentirse aliviada al saber que la Reina de Inglaterra no ve The Crown, la serie se ha convertido en un fenómeno mundial. Tanto es así que han decidido alargar una temporada su reinado y colocar el broche final en una sexta temporada.
Para aquellos que no hayan gozado de ella, en estos tiempos inciertos de tiempo social limitado y restringido, podría ser la ocasión perfecta para deleitarse con un maratón de The Crown. Reconozco sentir cierta envidia para aquellos que la comiencen a disfrutar. Lo mismo me pasa con los buenos libros que recomiendo. Ese momento felicidad suele ir acompañado de una nostalgia infinita y de una necesidad de buscarlo en otro lugar. Las emociones son así de terribles y efímeras ya lo decía Aristóteles en su propio tratado sobre ellas.
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