Los tiempos nos cambian y las tecnologías transforman a diario nuestra forma de vivir y relacionarnos. Sigo degustando del olor del papel de un libro recién estrenado, mientras saboreo un buen café. Apasionada de perder el norte a conciencia en las librerías y bibliotecas, me he dado cuenta de que también soy consumidora potencial de lo que se ha bautizado como ‘Bibliotecas Humanas’.
Como escritora, siempre me han atrapado las historias en movimiento, las vidas de las personas. Las ‘Bibliotecas Humanas’ reúnen a personas que intercambian textos o sus propias vivencias de forma totalmente desinteresada. Un concepto que nació en Dinamarca recién estrenado el milenio y que se ha ido perfeccionando y extendiendo por distintos países.
Funciona como una biblioteca convencional pero con cita previa. Se puede decidir, igual que con los libros, con qué historia quieres pasar la tarde. Del tipo: “Creo en el poliamor”, “Veterano de guerra”, “Historia de un gitano”… Un método de inclusión para ciudadanos que se sienten excluidos y discriminados por la mayoría. Siguiendo con la descripción del funcionamiento de la singular biblioteca, una vez elegido el tema, se produce un encuentro virtual o presencial de media hora entre el ‘libro’ y el ‘lector’. Un modo de conocer historias humanas, con exceso de estereotipo e ignorancia alrededor de ellas.
Participar de la experiencia comienza a ser un reclamo mundial desde que la pionera The Human Library comenzara su andadura. Los deseosos pueden consultar periódicamente su web y ver las futuras convocatorias con los ‘nuevos libros’ a conocer.
Desde hace unos meses nos hemos acostumbrado, por teletrabajo u ocio, y a causa del confinamiento, a vivir en una colmena tecnológica. En ella nos expresamos, dialogamos e incluso cenamos o celebramos virtualmente. Puede que las bibliotecas humanas comiencen a potenciar los encuentros para promover de este modo tan singular la inclusión de las personas. Son bibliotecas llenas que pretenden crear espacios seguros para un diálogo sosegado y enriquecedor que muestra la diversidad en su plenitud.
Cambiar los estereotipos pasa por ampliar el conocimiento saliendo de nuestra realidad y navegando por otras para entenderlas y dejar de juzgarlas. Es difícil lograrlo si no nos arriesgamos a conocer otras historias. Como las buenas librerías, no sólo puede haber lectores sino también buenos libros. Estas librerías ofrecen además la oportunidad de que cualquier persona se convierta en otro: “Homeless”, “Naturista”, “Musulmán”, ”Refugiada”… Son libros que ya existen pero puede haber muchos capítulos en ellos, incluso otros por aparecer.
Lo bueno de estas bibliotecas humanas es el intercambio directo con la historia. La escucha en primera persona de aquello a lo que te quieres acercar. Sin filtros, ni intereses. Sólo en una escucha consciente y abierta a derrocar barreras emocionales tóxicas para una sociedad diversa y que respeta sin juicios. Una iniciativa que gana público y se expande gracias a la labor de esos pioneros que tuvieron la ‘brillante idea’ de crearla. Veinte años después ya son ochenta los países involucrados en las bibliotecas humanas y muchos libros vivos a disposición.
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