Si hay un tema de conversación que tiende a evitarse en casa con los niños es el de la sexualidad o la educación sexual. En general se esquivará casi cualquier cosa que se aproxime al sexo, pero con esta forma de actuar arrastraremos también otros temas tan importantes como la afectividad y la forma en que las parejas deben expresar el amor.
¿Por qué evitamos hablar de sexo en casa? En realidad, ¿debemos hacerlo, o es mejor que los niños evolucionen solos, como ya hicimos nosotros en su día? A continuación os presentamos algunos consejos para abordar la educación sexual de los niños de una forma más natural y en la que tanto ellos como tú podáis sentiros cómodos.
La educación sexual nos plantea, como padres, muchos interrogantes. Tantos, que habitualmente derivan en el fracaso de la comunicación sobre un tema tan importante como este. Porque el sexo, al fin y al cabo, está presente a lo largo de toda nuestra vida y es algo tan instintivo como natural.
El ejemplo lo tenemos en el reino animal, al que también pertenecemos, aunque el hecho de ser seres racionales complica un poco más las cosas. Pero al contrario que los animales, nosotros añadimos a esta ecuación sentimientos como la vergüenza, el pudor y la represión, que por otro lado también son necesarios en nuestra vida. Se entiende que uno no puede manifestar sus impulsos sexuales en cualquier momento y lugar.
Si a esto le añadimos el ingrediente de haber recibido nosotros mismos una educación pésima o inexistente sobre el tema, amén de todos los tópicos sociales y de la falta de recursos, el resultado de la educación sexual se traducirá en una transmisión de información y valores, cuanto menos, infructuosa.
Desde el Instituto de Estudios de la Sexualidad y la Pareja, su director, Pere Font, nos invita a replantearnos algunas de las falacias que más a menudo interfieren con la educación afectiva de esos niños que algún día serán adultos y entablarán relaciones sexuales y de pareja.
Estos son los mitos más frecuentes y las indicaciones sobre lo que podemos hacer para mejorar la comunicación con nuestros hijos:
Esta idea es quizá la más comúnmente mantenida en las familias, y coincide con la que aplicaron nuestros padres con nosotros mismos. Por aquel entonces nos nutríamos de la información aportada en revistas y de aquella que compartíamos entre confidencias con amigos. Los niños de hoy, en este sentido, tienen mucho más acceso a la información, además de mucho más contenido sobre el tema. En los colegios, por otra parte, suelen impartir alguna asignatura sobre esta materia.
Como padres, podemos evadir la responsabilidad y dejar que lo aprendan en el colegio, o a través de amigos y de internet. Sin embargo, esto tiene el riesgo de no ser veraz. Por otro lado, existe el peligro de que los niños aprendan modelos sexuales y afectivos erróneos, si tenemos en cuenta lo fácil que es para ellos acceder a contenido pornográfico poco realista en el que la mujer es tratada poco más que como un objeto.
Los niños se fijan en sus padres y tenderán a reproducir el tipo de relación que vean en ellos. Así, si los progenitores son cariñosos entre ellos, y se dan algunas muestras de afectividad física, harán ver a los niños que esta expresión de sentimientos es normal y reflejo del amor y del cariño. Por tanto, no pasa nada porque los padres se den un beso, se abracen o paseen de la mano en frente de sus hijos. Este tipo de gestos se entienden como parte de una expresión afectiva de la que no les debemos privar. Esto no quiere decir que haya que tener comportamientos sexualizados delante de los niños, ni mucho menos relaciones sexuales.
Desde el Instituto de Estudios de la Sexualidad y la Pareja nos recuerdan que la educación sexual no se refiere literalmente a dar una clase magistral de sexualidad a los niños. Ni mucho menos cuando son pequeños y con poca capacidad de comprensión. Sin embargo, desde corta edad los niños ya están aprendiendo a través de lo que ven en el modelo expresado por sus padres.
Al hilo de lo anterior, es una falacia habitual pensar que la educación sexual debe comenzar a preocuparnos únicamente a partir de la edad en que comporta un riesgo de embarazo, con la llegada de la menstruación. Esperar hasta ese momento puede hacer que el tema ya se haya convertido en un tabú y que los niños, ya adolescentes, rechacen hablar de ello. Aunque esto tampoco tiene por qué pasar, lo ideal es que el diálogo con nuestros hijos sobre esta materia sea fluido y habitual desde la infancia. Ésos sí, siempre de acuerdo con la edad y comprensión del niño.
Algunos padres rechazan las asignaturas de educación sexual de los colegios por pensar que suponen algún tipo de amenaza. Concretamente, la amenaza de estimularlos hacia una iniciación sexual más precoz o incluso aberrante. Sin embargo, esto no es así. Los programas de educación sexual para jóvenes están pensados para fomentar la responsabilidad y dotarles de conocimientos veraces con los que podrán valorar sus distintas opciones y las distintas consecuencias.
En el apartado de la naturalidad y la aceptación sobre nuestro propio cuerpo entraría el tema de dejar que te vean o no desnudos los niños. ¿Es apropiado? Este es un tema muy condicionado por la cultura y que se puede observar muy fácilmente en niños de diferentes nacionalidades. Así, por ejemplo, los países nórdicos son muy naturales y no sienten vergüenza ninguna a la hora de desnudarse en la playa o en las saunas, mientras que los de cultura musulmana son extremadamente pudorosos desde temprana edad. Esto quiere decir que el cuerpo desnudo puede verse provisto o no de connotaciones sexuales según lo que nos hayan enseñado desde la infancia.
Si bien no existen obligaciones en este terreno, lo importante es que en casa se actúe de una forma en la que los propios padres no se sientan incómodos. Así, los padres más “nudistas” y que manifiestan mayor naturalidad sobre el cuerpo desnudo, seguramente favorezcan el que los niños también se lo tomen como una “vivencia más gratificante y placentera de su propio cuerpo, aspecto que a lo largo del crecimiento estará relacionada con el desarrollo de la autoestima en el niño”.
La consigna estará en la espontaneidad, es decir, si te ven un momento desnudo saliendo del baño no tiene por qué pasar nada si actúas con naturalidad. Eso sí, si al niño le incomoda verte desnudo o desnudarse delante de ti lo tendrás que respetar.
Todos recordamos haber recibido información expresa sobre la reproducción sexual en el libro de ciencias naturales. Nuestros hijos, al igual que nosotros, también recibirán esta información, junto a otra, seguramente impensable en nuestra época. Esta se refiere fundamentalmente a la libertad sexual y a conceptos como la diversidad, la orientación sexual y la identidad de género.
Sin embargo, aún hoy en día hay demasiados sesgos a la hora de educar, como explica el sexólogo Pere Font, que apuesta por incluir más los aspectos psicosociales de la sexualidad. “Curiosamente les enseñamos lo que se hace para tener hijos, pero habitualmente no se les explica lo que hay que hacer para no tenerlos. Deberíamos considerar que para los adolescentes los temas que realmente son relevantes se refieren en mayor medida a los aspectos psicosociales de la sexualidad, y no a los biológicos. Así, para un o una adolescente, puede ser mas importante poder hablar con alguien sobre la masturbación o sobre las primeras relaciones sexuales, que recibir una clase de anatomía”.
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