Si tienes hijos habrás notado que a partir de los nueve o diez años comenzarán a pedirte algo de dinero para atender a sus necesidades y caprichos infantiles. Estas serán pocas y la mayoría de las veces en forma de chuches, juguetes o pequeñas colecciones. Es posible que, como padre, te preguntes qué debes hacer: si darles o no dinero, además de cuánto y cómo hacerlo. ¿Es mejor darles una paga infantil o darles dinero en función de lo que necesiten? Si es tu caso, vas en la buena dirección.
Efectivamente, estas son cuestiones muy importantes porque sientan las bases de la educación en economía y actitudes frente al dinero y el trabajo; algo habitualmente minimizado en nuestra cultura, pero totalmente necesario en la vida real.
El dinero no cae del cielo, y si quieres que tu hijo aprenda a administrarse, es necesario que adquiera conciencia sobre el valor de este y de dónde viene. Con independencia de que en casa se aten los perros con longanizas, educar en economía y relacionar el dinero con el trabajo y el esfuerzo serán lecciones de vida muy importantes y ajustadas a la realidad.
Si tenemos que dar una definición rápida, diremos que la economía es esa ciencia que se ocupa de estudiar el modo en que se pueden organizar los recursos para optimizarlos en función de nuestras necesidades. Porque, si algo está claro, es que todos necesitamos bienes y servicios, y la moneda de cambio suele ser el dinero. Aclarados estos puntos, el dinero comienza a ser una constante necesaria en la vida de las personas desde corta edad, en la medida en que nos permite la adquisición de cosas materiales. Es normal, pues, que los niños necesiten dinero, y que la forma de conseguirlo sea a través de una paga digna para su edad.
A pesar de los argumentos razonablemente sensatos del dinero a demanda o de la paga por intercambio de servicios y obligaciones, desde la psicología se suele recomendar la asignación de una paga semanal preestablecida y adecuada a la edad del niño. Para calcular qué es lo adecuado puede ser conveniente preguntar a los otros padres de la clase de nuestro hijo, y llegar a una media estándar, de forma que la paga de nuestro hijo sea similar a las de todos sus amigos. La paga semanal no es incompatible con darles dinero a demanda (de hecho seguirán pidiendo dinero cuando lo necesiten o para ciertos “extras”), y además tiene algunas ventajas:
Una vez adoptada la paga infantil, podríamos decir que esta se convierte casi en una cuestión de “derechos fundamentales”. Es decir, que se dará con independencia de las obligaciones que tengan ellos mismos cooperando con algunas tareas domésticas o haciendo sus deberes y sacando buenas notas.
En general, esta es una buena política, aunque algunos padres prefieran adoptar el intercambio de una paga a cambio de tareas. Y lo es porque esta fórmula no es incompatible con retirar temporalmente la paga si el niño dejara de cumplir con sus obligaciones con los estudios o hiciera algo muy malo y en este caso se entendiera como una forma de castigo. (De cómo administrar el castigo adecuadamente podemos hablar en otra ocasión).
Cada niño es un mundo, e incluso entre hermanos se notan diferencias abismales en su personalidad y en su manera de entender la vida y el dinero. En este sentido, podemos describir tres tipos de personalidad que ya se dejan entrever en la infancia, y que merecen nuestra atención como padres para poder ser corregidas.
Aunque se entiende que todos necesitaremos pedir algún crédito en nuestra vida (sobre todo para pagar una hipoteca o iniciar un negocio), hay un tipo de personas que, por definición, viven por encima de sus posibilidades, y siempre gastan un dinero que no tienen. Este tipo de actitud, llevada al extremo, es irresponsable y eventualmente pondrá en riesgo cualquier economía personal o familiar. Por ello no es bueno que nuestros hijos adquieran ese hábito. Dicho esto, los niños también pueden pedir préstamos o anticipos a sus padres si quieren hacer alguna adquisición importante, siempre que se cumplan los pactos y acuerdos establecidos.
Algunos niños son ahorradores desde muy pequeños, y prefieren reservar las pequeñas cantidades del dinero de su paga infantil para hace una compra más importante en algo que realmente quieren: un ordenador, un skate, unas zapatillas de marca, etc. En general, esta actitud se encuentra dentro de lo razonable, ya que el ahorro es un aprendizaje positivo. Sólo lo deberemos corregir este comportamiento si el niño se está sacrificando constantemente y no se concede ni un capricho, o si lo hace porque quiere comprarse cosas absurdas o inapropiadas.
Los niños más equilibrados tenderán a vivir al día gastándose su pequeña paga infatil, alternando el gasto semanal con algunos intervalos de ahorro, con petición de anticipos o con la búsqueda de trabajos extra cuando necesiten incrementar sus ingresos por darse algún capricho especial. Esta es la actitud más realista ante el dinero, porque les permite disfrutar de él sin grandes frustraciones ni sacrificios, pero conociendo el papel del ahorro y del establecimiento de objetivos.
Llama la atención ver cómo algunos niños manejan grandes cantidades de dinero desde que son muy pequeños. Otros, en cambio, nunca llevan nada y siempre andan “gorroneando” a los amigos. ¿Existe un equilibrio óptimo a la hora de manejar cantidades? En general, los extremos nunca son buenos.
En el primer caso, suele darse una compensación inconsciente por parte de los progenitores. Algunos padres creen, erróneamente, que el dinero puede suplir cosas tan importantes como el afecto y el pasar tiempo de calidad con sus hijos. Este tipo de personalidades, habitualmente adictas al trabajo, tienden a dar mucho dinero o a conceder todos los caprichos a sus hijos como forma de redimir su culpa ante la falta de atención.
Otras veces es una forma de pago para evitar conflictos inherentes a ciertas dinámicas familiares. Este patrón de comportamiento es fácil que tienda a cronificarse e ir a más, a medida que el niño vaya necesitando más cosas y más dinero al entrar en la adolescencia. Sin embargo, si cada vez que el niño pide dinero o que se le compre algo, se le concede, lo que va a aprender es que el dinero es independiente de lo que él haga o cómo se comporte, ya que basta con pedírselo a sus padres.
El segundo caso (que sea el niño de la pandilla que jamás tiene dinero mientras que todos los demás lo tienen) tampoco es bueno. Aunque siempre sea mejor quedarse un poco corto a la hora de darles dinero que convertir a nuestros hijos en los sobrados de su grupo de amigos, tampoco es realista pensar que un niño no necesita nada.
Al fin y al cabo, los pequeños todavía no pueden trabajar y sólo quieren ser como los demás niños de su entorno. Y si todos tienen algo de dinero para gastar, es normal que ellos también lo pidan a sus padres, obteniendo así las ventajas anteriormente mencionadas sobre el aprendizaje de la administración del dinero, además de la adecuación a su grupo social de pares.
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