En activo desde 1643 y proveedora oficial de la Corte de Luis XIV, Cire Trudon forma parte de la herencia francesa; es parte del alma de París. ¿Cómo lograr, entonces, que conviviera con comodidad en la trepidante Nueva York?
Encontrar Francia en París es sencillo, se percibe en cada rincón. En las calles, en los clásicos edificios, en los cafés donde germinaron movimientos artísticos. Pero cuando una marca tan tradicional como Cire Trudon decide abrir en el extranjero, trasladar su francesidad sin traicionarla, representa un desafío.
La misión estaba clara: crear un espacio con una fuerte personalidad francesa e instalarlo en una realidad moderna como la de Nueva York. El medio que eligió Fabrizio Casiraghi fue desmontar los históricos emblemas de la marca para articularlos por segunda vez de manera inesperada. El resultado es una asombrosa mezcla de características tradicionales que se observan bajo una nueva luz.
Los gloriosos espejos de la Glacerie des Glaces de Versalles (Salón de los Espejos) adquieren una identidad inédita como azulejos de espejo envejecidos. Las suntuosas lámparas se convierten en apliques de luces industriales, la aristocrática laca francesa recubre todos los muebles de la boutique.
Los elementos individuales son muy particulares. Cada pieza ha sido meticulosamente elegida y situada, armonizando su protagonismo para ofrecer al visitante un conjunto tan audaz como coherente.
Fabrizio Casiraghi ha obrado lo que parecía imposible: el equilibrio entre Dan Flavin y Versalles. Esta milagrosa simetría entre tradición y contemporaneidad inscribe el espíritu de Cire Trudon en el neoyorquino barrio de Nolita.
Nacida en 1643, la Maison Trudon en Saint-Honoré (París) fue la proveedora de la corte de Luis XIV y de las catedrales e iglesias más importantes de Francia e Inglaterra. Su popularidad fue creciendo gracias a la expertise artesanal de sus maestros cereros y a los altos estándares de calidad de las materias primas.
El lema en latín que figura en su blasón es ‘Deo regique laborant’ (‘Trabajan para Dios y para el Rey’). Éste alude al trabajo de las abejas, auténticas protagonistas de la cera vegetal sin parafina de la firma.
Hoy en día, esta casa ocupa un espacio indiscutible en el universo del lujo y se integra tanto en los espacios privados como en las más solemnes y exquisitas ceremonias. Como el funeral de Yves Saint Laurent (2008), que contó exclusivamente con las velas de Cire Trudon para iluminar la Église Saint-Roch.
Fabrizio Casiraghi desarrolló su estilo y su sensibilidad artística en prestigiosos estudios de diseño de interiores, donde trabajó en proyectos hoteleros así como en varias residencias privadas en todo el mundo. Es maestro en experimentar con el color, crear mezclas sorprendentes y manejar un uso insospechado de la luz en sus espacios.
Gracias a su experiencia en el estudio de arquitectura francesa de Dominique Perrault y a su formación en la Universidad Politécnica de Milán, alcanza el equilibrio perfecto entre el lirismo y la sofisticación, austeridad y pureza milaneses.
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