Todos hemos visto alguna vez esos famosos perros que llevan el peto amarillo por la calle. La gente, al verlos en lugares normalmente vedados a todo tipo de animales, se da la vuelta para mirarlos y cuchichean: «Estos son los perros de la ONCE», mientras admiran las caras simpáticas y amables de las especies caninas que se suelen utilizar para ayudar a las personas invidentes. Lo cierto es que los animales en general y los perros en particular, se utilizan cada vez más para asistir como ayuda y guía a personas con algún tipo de disfunción motora.
Lo que no conocemos tanto, salvo por noticias esporádicas en telediarios, es la otra faceta para la que estos animales ofrecen una ayuda inestimable. Estoy hablando de las conocidas como Terapias Asistidas por Animales.
Este tipo de terapias son intervenciones que complementan a las tradicionales. Al principio fueron ideadas para niños discapacitados y posteriormente adaptadas para tratar a niños con autismo, que son los beneficiarios prototípicos de este tipo de programas. Sin embargo, con el tiempo se vio su eficacia en tratamientos de personas mayores con movilidad reducida, de afectados por el síndrome de Down e incluso, en aquellos programas que se hacen con caballos, en los de personas con malformaciones genéticas de la columna (el balanceo de montar a caballo ayuda a enderezar la espalda y a mitigar los dolores).
En definitiva, son un tipo de terapias que se llevan a cabo con animales buscando un objetivo terapéutico concreto y en la que los animales que participan son específicamente seleccionados tras un estricto entrenamiento. El objetivo fundamental es la mejora del paciente en lo físico, social, emocional y cognitivo, a la vez que se mejora la calidad de vida de los beneficiarios del programa. La razón hay que buscarla en que estos animales alivian los sentimientos de soledad, depresión y aburrimiento que tienen algunas de las personas que se encuentran ingresadas o que tienen la necesidad de acudir diariamente a un centro especializado para realizar tareas terapéuticas en su mayoría tediosas.
Los perros, caballos, incluso delfines, como hemos apuntado, son una herramienta que ayuda al terapeuta a alcanzar más fácilmente los resultados perseguidos, pero carecen de poderes curativos en sí mismos. Las personas que han sido formadas específicamente en las terapias en las que se utilizan estos animales (que, insisto, también reciben un entrenamiento específico), saben sacar el máximo partido de ellos y utilizarlos del modo preciso para lograr los objetivos buscados. Pero, ¿qué aporta la TAA, como terapia complementaria a personas con trastorno del espectro autista (TEA), de la tercera edad o con discapacidades de corte estructural y muscular que la hace preferible a otras opciones?
Lo que hace a este tipo de intervención ser diferente a otras está entroncado dentro del vínculo existente en las relaciones humano-animal que generan diversos beneficios aprovechados tanto por niños como por adultos:
En casos de personas que han sufrido abusos sexuales, el poder mimar a un animal representa una gran diferencia, ya que no cuentan con otros medios para recibir este tipo de estimulación, debido a que el personal de estos centros tiene terminantemente prohibido tocar a los pacientes.
Como se puede comprobar, las ventajas de este tipo de terapias llevadas a cabo con animales (siempre usadas como complemento a las tradicionales) respecto a otras, son palpables desde el primero momento. Muchos padres que se vean en la necesidad de llevar regularmente a sus hijos a un centro específico para que reciban determinadas terapias, saben del tedio que invade muchas veces a estos pequeños y el esfuerzo ingente que deben realizar para acudir de manera semanal a unas ‘sesiones’ donde las cosas que hacen no son siempre agradables y, en algunos casos, les generan dolor, ansiedad o rechazo.
Por eso doy un aviso a navegantes y pongo el foco sobre este tipo de terapias con animales que ya han demostrado, desde hace algunos años, ser tan vistosas como efectivas. Montar a caballo, nadar en una piscina con delfines o peinar a un perro son actividades que a la gran mayoría de nosotros nos hubiese gustado hacer de niños. Los animales despiertan en los infantes esa curiosidad innata por lo diferente y lo desconocido. Por ello, en nuestra particular cruzada por ayudar a nuestros hijos con el calvario que supone recibir determinados tratamientos, podemos contemplar la utilización de estas terapias como un complemento más a lo que hayan pautado los médicos.
Se trata de hacer de una obligación algo agradable. ¿Hay algo que despierte más cariño y más simpatías entre los pequeños que un perro que les espera con la lengua afuera mirándoles con ojos que expresan amor incondicional? Los niños captan como nadie esa aceptación y ese cariño de nuestros amigos caninos y reciben el mejor mensaje que un perro o un caballo o un delfín les puede enviar: «Atrévete y abrázame, hazlo con toda la fuerza y la ternura de la que seas capaz”.
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