¿Te imaginas ir y volver en el día a Nueva York? Actualmente las aerolíneas tradicionales no son capaces de hacer ese trayecto en menos de siete horas. Sin embargo, a unos 29.000 km/h los tiempos se reducen drásticamente. En otras palabras, podrías cruzar el Atlántico en menos de lo que tardas en llegar al trabajo.
El Antipode, así se llama la aeronave capaz de viajar de Nueva York a Londres en tan solo 11 minutos, es el nuevo invento del ingeniero Charles Bombardier, un canadiense experto en adelantarse a nuestro tiempo. El pasado Junio, junto al español Xavier Gordillo, se hizo con el tercer puesto en el Urban Mobility Challenge: Berlin 2030 con Gemini, un autobús silencioso y transparente.
Bombardier presentó hace unos meses el Skreemr, una aeronave en la que se basa el Antipode y que, a diferencia de él, no hubiera podido despegar desde pistas tradicionales porque hubiese provocado una nube de calor y un estruendo insoportable.
Al conocer el proyecto a través de los medios, el fundador de Lunatic Koncepts, Abhishek Roy, propuso a Bombardier solventar el problema del despegue dotando al Antipode de dos cohetes que lo eleven a una altura de 20.000 pies, a una velocidad de 5 Mach (6.100 km/h) para que sea allí, en el aire, donde encienda los propulsores que lo aceleren hasta alcanzar una velocidad de 24 Mach (29.635 km/h). Momentos antes de que esto ocurra los cohetes se desprenderán de la nave y volverán a la base.
Entre los problemas a los que se enfrenta este prototipo que vuela 24 veces por encima de la velocidad del sonido, está el sobrecalentamiento de la superficie por la fricción con el aire. Sin embargo, una nueva técnica aerodinámica investigada por la NASA y conocida como Long Penetration Mode (LPM) permitiría solventarlo, o al menos eso creen sus inventores. Para ello se servirían de una turbina instalada en el morro del avión -quizá también en las alas-, que canalizaría y redistribuiría una parte del aire con el fin de refrigerar la superficie. Este sistema, además, también mermaría el impacto y el estruendo que se producen al cruzar la barrera del sonido.
Ni que decir tiene, que el vuelo no va a ser del todo cómodo. Pues a pesar de que el cuerpo humano es flexible y deformable, la posición y dirección de la fuerza convertiría el trayecto en un viaje en una montaña rusa extrema. Pero, tal y como su inventor proclama, en una situación límite, sería posible trasladar de punta a punta del planeta a jefes de estado o efectivos militares en cuestión de minutos.
De modo que, a pesar de que la construcción del prototipo no es especialmente cara -se estima que estaría en torno a unos 150 millones de dólares-, es poco probable que alguna vez veamos un Antipode en el aeropuerto. De hecho es mucho más viable que montemos antes en el jet supersónico que Airbus patentó el pasado julio. No tarda 11 minutos, pero en una hora nos pone en Nueva York.
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