Seguro que lo has visto en muchas películas. Un científico trabaja en un proyecto súper secreto y, para acceder a su laboratorio, utiliza un escáner de retina. O tal vez tú mismo empleas ya tu huella dactilar para pasar por los tornos de tu gimnasio. Incluso es posible que abras tú celular con tu propio rostro. Todos estos son ejemplos de biometría, una disciplina que promete conseguir que las llaves y las contraseñas pasen a la historia.
La biometría consiste en el estudio de los parámetros físicos o conductuales que permiten identificar a una persona. Es, ni más ni menos, lo que hacemos todos cuando nos encontramos con alguien y lo reconocemos: su estatura, su voz, sus rasgos faciales e incluso su comportamiento nos sirven para saber a quién estamos saludando, porque todos estos son ingredientes que hacen que esa persona sea única. En condiciones normales, los humanos hacemos todo este proceso rápidamente y sin enterarnos.
En cuanto a los parámetros más conocidos que se pueden utilizar para identificar a esa persona se encuentran sus rasgos faciales, el iris de sus ojos o las huellas dactilares. De hecho, este último se utiliza desde hace miles de años: los babilonios estampaban sus manos hace 4.000 años para firmar contratos.
A medida que avanzan nuestras necesidades de seguridad, también lo hacen los instrumentos que utilizamos para salvaguardarla. Habrás notado que las contraseñas de acceso a distintas aplicaciones se vuelven cada día más sofisticadas e incluso que se solicitan cada vez más medidas complementarias para confirmar tu identidad, como es el caso de las claves que algunas aplicaciones envían tú celular por SMS. Una auténtica pesadilla.
Los rasgos, mucho más cómodos
Eso sí, los rasgos que nos hacen únicos son tan numerosos que la biometría no se queda únicamente en el reconocimiento de una huella dactilar o el iris. También se nos puede reconocer fácilmente por la forma de nuestras orejas, la nariz, el olor corporal, o el latido de nuestro corazón… ¡Que se lo digan a Google Health!
El futuro está en este tipo de reconocimientos que demuestra que somos únicos, y que tiene a su vez, muchos riesgos en cuanto a la privacidad y a los datos que ofrecemos, ya no de las cosas cotidianas – dónde vives o qué coche utilizas, se dará un paso mas: ¿Eres sano? ¿Cúantas posibilidades tienes de tener enfermedades? Esto que, a primera vista puede ser una gran noticia, también se puede convertir en una pesadilla. Siempre recuerdo Gattaca, una peli que es obligatorio ver para cualquiera que tenga dos dedos de frente.
Las aplicaciones de la biometría en nuestro día a día son muy amplias. Por ejemplo, ya podemos ir al cajero automático y emplear nuestro rostro para sacar dinero: el mismo dispositivo es capaz de validar más de 16.000 puntos de nuestra cara para asegurar nuestra identificación. Además de tratarse de un método totalmente seguro porque requiere que la persona esté presente, evita que tengamos que memorizar distintas contraseñas y agiliza las operaciones.
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