El valor de la felicidad

Si el turismo es una actividad que se consume con una sonrisa, el hedonómetro es el instrumento que mide el grado de satisfacción de los viajeros, La temperatura de sus emociones y el tonelaje de sus recuerdos.

Fernando Gallardo. 06/05/2014

Jigme Singye Wangchuck, rey de Bhután, se levantó un día jubiloso y acuñó una idea hasta entonces inédita en el mundo: la Felicidad Nacional Bruta (Gross National Happiness), como réplica al Producto Nacional Bruto (Gross National Product). Este modelo de desarrollo, seguramente más sostenible para el pequeño país de los Himalayas que el ordeñador del territorio y el turismo de masas, entronca con la tradición budista de la vida introspectiva y el viaje hacia el interior de uno mismo. La dificultad para los occidentales consiste en el discernimiento de la felicidad y su manifestación en lo más profundo de las personas, no sólo en la mera expresión temporal de su alegría. También en detectar a las personas felices dentro de un conjunto psicológicamente indefinido que requiere su segmentación. ¿Cómo entender las motivaciones personales si éstas son difícilmente mensurables?

Mientras la Humanidad ha avanzado mucho en la medición del universo y de los factores económicos que permiten su supervivencia, la medida de lo que somos, de quienes somos, de cómo somos y de por qué somos apenas tiene asiento en el terreno de la filosofía. ¿Cómo medir entonces la felicidad? O, antes incluso, ¿cómo medimos el grado de nuestro hedonismo, que sí alberga un valor contable en la economía doméstica? El Big Data aporta aquí un nuevo procedimiento de análisis que nos puede ayudar en el empeño. Su instrumento, concretamente, se llamaría el hedonómetro. Y no es una fantasía científica, sino un término acuñado por economista y filósofo irlandés Francis Edgeworth que, a principios del siglo XX, teorizó acerca de esta idea como una “máquina psicofísica capaz de registrar el grado de placer experimentado por cada individuo.” [wikipedia]

Un equipo del Laboratorio Computacional de la Universidad de Vermont, dirigido por Peter Dodds y Chris Danforth, ha diseñado un instrumento capaz de medir la felicidad de grandes núcleos de población en tiempo real mediante el análisis de los ingentes datos que proporcionan hoy las redes sociales en Internet. Su índice de hedonismo ha sido bautizado como “el Dow Jones de la felicidad”. Y, aunque el experimento puede tomarse a broma, sus autores están convencidos de que tarde o temprano será utilizado por los gobiernos para calibrar en la percepción de bienestar en la población.

Niños Bhutan

El hedonómetro de Dodds y Danforth, que se puede seguir en la web hedonometer.org, secuencia en tiempo real las 5.000 palabras del momento (algo así como los átomos del lenguaje) expresadas a través de Twitter, Google, el New York Times y otras fuentes digitales. La base generada, de unas 10.000 palabras únicas y 100 millones de palabras al día, por ahora en inglés, se filtra con arreglo a una escala de puntuación que va del 1 (triste) al 9 (feliz). Los resultados no distan mucho de lo que hoy expresa en ese sentido Google Trends. Por tanto, acreditan un nivel aceptable de fiabilidad.

El siguiente paso conduce a la determinación de una geografía de la felicidad que los autores circunscriben al ámbito territorial de los Estados Unidos. En el mapa siguiente podemos discernir al minuto las variaciones de felicidad en cada una de las poblaciones según su demografía y sus características socioeconómicas. Una verdadera topología de la red norteamericana del sentimiento de felicidad expresado desde el azul al rojo, en orden de menor a mayor.

Es clara la correlación de los datos existente entre el mercado y el destino en la cuantificación del “negocio de la felicidad”. Las manchas rojas constituirían el hinterland ideal para la consolidación de destinos turísticos basados en algo más que los atractivos naturales o históricos. Recursos tan imprescindibles en la conformación de un producto turístico como la hospitalidad, el sentimiento de acogida, el ambiente de optimismo, el grado de simpatía o el nivel de servicios se verían inmediatamente reflejados en el mapa. Sin duda, a todos nos apetecería conocer las zonas rojas antes que las azules.

Estoy seguro de que en un futuro próximo, más allá de las alharacas oficiales sobre la cantidad de turistas que recibimos se hablará de la calidad de nuestro turismo. Como también estoy seguro de que la medida del PIB turístico acabará transformándose en la medida de nuestra Felicidad Nacional Bruta (FNB).

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