España es el gran país del ciclismo. Su enorme afición se debe a la cantidad y calidad de lugares para practicar este deporte, uno de los más duros, pero también de los que más se disfruta. Para todos los amantes del ciclismo, para quienes buscan lugares inéditos para practicarlo y para quienes quieran viajar con la imaginación, dedico este Rincón de Carla a la ruta ciclista de Shimanami Kaido.
Hoy a golpe de pedal cruzaremos puentes colgantes sobre el mar, pasearemos rodeados de conejos, visitaremos la isla que cultiva los limones más famosos de Japón, comeremos marisco, veremos arte, disfrutaremos con la tranquilidad de los templos y nos sobrecogerá el fantasma de la guerra. Haremos una de las rutas más extraordinarias del mundo, y también una de las más fáciles.
Pedalear sobre el mar es posible en Japón. El país inesperado ofrece también una ruta sobre ruedas apta para todos los públicos y todas las piernas. Desde Onomichi, en la prefectura de Hiroshima, hasta la bella y enigmática isla de Shikoku, nos esperan algo más de 70 kilómetros y seis islas por la autopista Nishi-Seto.
Hacerse con una bicicleta es tarea sencilla en cualquier punto de la ruta, ya que hay 15 estaciones de servicio especiales para los ciclistas, donde alquilar, arreglar o incluso devolverlas en caso de abandono. En todas las islas hay hoteles, Ryokan (hoteles tradicionales japoneses), Guest Houses y campings para que cada cual adapte el paseo a su bolsillo.
Lo fascinante es la ruta en sí misma. Sin apenas desnivel, se disfruta pedaleando a nivel del mar, con la seguridad del carril bici que los puentes colgantes tienen y casi siempre en otro nivel separado de los coches. Shimanami Kaido atraviesa seis islas, pero el Archipiélago de Geiyo tiene más de cuarenta, alguna incluso misteriosa como la isla fantasma de Okunoshima. Estamos en el mar interior de Seto, que fue de de piratas y escondite de samurais. Pero vayamos por partes.
Ya que hemos llegado tan lejos tomaremos pulpo frito y de postre un helado de limón en la isla de Ikuchi, no en vano conocida como la isla de los limones. La mayor producción de limones de Japón sale de aquí y su paisaje confunde. Frondosa vegetación se entremezcla con olivos, limoneros, pinos, puentes, mar y no muy lejos, el resto del archipiélago.
Es la isla del pulpo, de los limones, pero también del arte. Aquí se encuentra el Museo Konsaji, un espectacular jardín de 50.000 m2 sobre el que se han construido réplicas de la mayor parte de los templos y pagodas budistas del país.
Un lugar singular, con un punto de locura, creado por un anciano empresario de Osaka que quiso construir un templo para su madre, y la cosa se le fue de mano. Tardó más de 30 años en terminarlo y hoy es uno de los muchos atractivos de esta pequeña isla. El Monte de la Esperanza culmina este lugar como queriendo rendir homenaje a la antigua Roma versión Japón.
Gigantes esculturas de mármol blanco apuntan al cielo, son los brazos del agua y el fuego que se alzan a Dios en plegaria. El escultor Kuetani Kazuto, superviviente de la bomba de Hiroshima, culminó en el año 2000 el museo con esta espectacular obra en mármol de Carrara que ocupa 5.000 metros cuadrados entre escaleras que evocan olas, columnas y esculturas.
Fascinado por Roma y tentado por la naturaleza, él mismo explica que sus obras tienen agujeros y pasadizos, como puertas entre el espacio y la materia. Ikuchi-jima es un auténtico museo al aire libre, con esculturas repartidas por la isla o el museo de Hirayama Ikuo, pero hay que continuar ya que el despliegue de originalidad no ha hecho más que comenzar.
El siguiente impacto con la imaginación y la naturaleza lo tendremos en la isla fantasma de Okunoshima, a la que se llega en ferry desde el puerto de Sakari en Omichi. Okunoshima ha pasado de ser una isla olvidada y fantasma que no aparecía en los mapas de la Segunda Guerra Mundial a ser una de las más queridas en Japón, y todo gracias a sus miles de conejos. Desde finales de los años treinta y hasta terminada la II Guerra Mundial, en este lugar se fabricaba de forma secreta gas mostaza, una potente arma química que Japón utilizaría principalmente contra su gran enemigo, China.
Se eligió este lugar por su lejanía y despoblación, la eliminaron de todos los mapas y cartas náuticas. En 1988 se creó el Museo del Gas Venenoso y la gran sorpresa fue que la isla fantasma, misteriosa y deshabitada era ahora el paraíso de los conejos. Dos teorías y ninguna confirmada intentan explicar la existencia de sus nuevos y simpáticos habitantes.
Una apunta a que durante los años de fabricación de gas venenoso se experimentaba con los animalitos y no todos murieron. La segunda teoría es más romántica y asegura que fue durante una excursión escolar en 1971 cuando algunos niños pusieron en libertad a ocho conejos. Lo cierto es que ahora miles de turistas visitan la isla para darles de comer y corretear con ellos.
Toda la isla puede recorrerse fácilmente atravesando los senderos preparados para el paseo. Los conejos siempre están presentes y nos acompañan hasta el National Park Resort Kyukamura, donde pasar la noche al más puro estilo Alicia en el País de las Maravillas. En Okunoshima también pueden verse los restos de la central eléctrica que abasteció al complejo químico, un fantasmagórico edificio en ruinas, bombardeado por EEUU en 1945, que facilita la tarea de imaginación y tragedia. Valga para recordar lo que el ser humano es capaz de hacer y lo que la naturaleza capaz de regalar.
Seguimos cruzando puentes, atravesamos la isla de Hakata y llegamos a Oshima donde una barbacoa de marisco nos espera después de subir al mirador del monte Kirosan para disfrutar de la mejor panorámica de la ruta en bicicleta más espectacular del mundo. Una gigante tortuga de piedra recuerda que el monte lleva su nombre, nos da la bienvenida y nos pide que tomemos fuerzas para subir los más de 300 metros de escalones.
Japón el país del Sol Naciente siempre tiene un as en la manga y nos regala un sol poniente sobre el mar de Seto, difícil de olvidar. En Imabari, en la preciosa, mística e inagotable isla de Shikoku, termina la ruta ciclista más espectacular del mundo. Muy cerca en Matsuyama nos esperan más aventuras, pero esa será otra historia.
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