Hace tiempo que las costumbres y destinos vacacionales cambiaron mucho. Cada vez más, cuando necesitamos desconectar de la actividad diaria, buscamos alejarnos del bullicio, las fiestas e, incluso, la gente. El turismo rural ha subido exponencialmente en las preferencias turísticas. Y el noroeste de nuestro territorio nacional no es una excepción en la elección de esos destinos especiales.
Nacho Crespo es un madrileño enamorado de Galicia, que junto a Julio Ouvina fundó la Quinta de San Amaro en 2007. “Éramos y somos consumidores de hoteles con encanto y nos parecía una buena alternativa crear uno para dar un giro diferente a nuestras vidas. Una forma de salir de la agitada y estresante vida de Madrid”, comenta Nacho.
Después de dar muchas vueltas, descubrieron la pequeña localidad de Meaño, en Pontevedra. No era un pueblo conocido turísticamente, pero su ubicación era perfecta para estar bien comunicado. “En la finca había varias casas de más de cien años y algunos muros caídos que podían tener más de doscientos. Pensar en todos los detalles fue muy divertido. La obra fue complicada, pero el resultado nos hizo sentir muy satisfechos y seguros para poder ofrecer un buen hotel a nuestros clientes y amigos”.
Una vez creado el hotel, era importante valorar completarlo con un buen restaurante. Esa idea surgió más tarde. “Con el restaurante pretendíamos ofrecer una alternativa gastronómica de calidad en un ambiente agradable, con un servicio eficiente y amable con una relación calidad precio razonable”.
Aunque Julio ya no está inmerso directamente en el proyecto desde 2021, es una pieza fundamental para entender la filosofía y la trayectoria de la Quinta de San Amaro. “De la nada consiguió hacer un restaurante distinto y con una fórmula novedosa en el Valle del Salnés. Sus huevos rotos con jamón ibérico y arroces en su punto son famosos en muchos rincones de nuestro país y del mundo”.
A día de hoy, la Quinta de San Amaro ha cubierto las expectativas soñadas por Julio y Nacho. “Los clientes que deciden alojarse con nosotros viven la experiencia de una Galicia rural bien comunicada, entre viñedos de Albariño y a tan solo 10 minutos de las mejores playas de las Rías Baixas”.
Su oferta gastronómica es tan sugestiva que el restaurante se convierte en cita diaria obligada para clientes que no se alojan en el hotel. “La clientela repite habitualmente y eso provoca una gran satisfacción. No sería posible si no fuera por nuestra apuesta personal de dar el mejor servicio”.
Algo que por supuesto formó parte importante del proyecto inicial y en lo que Nacho tenía mucho que decir. “Trabajé como agente de viajes durante algo más de 20 años. Algo que me sirvió para viajar mucho y conocer hoteles.Me cautivaba la indispensable labor de los conserjes de los hoteles de lujo, que podían ayudarte en casi todo y resolver todas tus dudas. Verdaderamente hacen milagros. Salvando las distancias entre aquellos hoteles y Quinta de San Amaro; y aquellos conserjes y yo; sin duda la parte más satisfactoria de mi trabajo es guiar y ayudar a mis clientes en su estancia”.
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