«Nunca me hubiera esperado tanto de esa ciudad, es preciosa y, además, se come muy bien…», me contaba entusiasmado mi compañero Daniel Nicols acerca de su primera incursión en la capital zamorana. Y es que sorprende cuando se visita. El idilio comienza desde la primera cita.
A mí me ocurrió lo mismo cuando la descubrí, primero por motivos de trabajo y más tarde por cuestiones de corazón (mi marido es zamorano). Recuerdo la estancia en el NH Palacio del Duero que ocupa parte de lo que primero fue un convento en el siglo XIV y posteriormente fue la primera fábrica de luz de la ciudad, de la que aún conserva la chimenea. Merece la pena su restaurante con techo abovedado en cuyos arcos de piedra se representa una alegoría de la astronomía y la gastronomía.
Uno de los productos más emblemáticos de la provincia y con multitud de referencias es el queso. No en vano, Zamora es una de las provincias españolas con mayor tradición quesera y la mayor productora de leche de oveja en el ámbito nacional. Producciones pequeñas como las que hace Caprichos de la Pastora (con galardones internacionales), La Setera (5.000 kilos al año), Hircus (con numerosos premios gracias a su innovador proceso de elaboración), Laurus, Peñasolana, Beato de Tábara, Ciudad de Sansueña (con una frase de Isabel Allende en su envoltorio «El queso es leche con bacteria y todo lo demás es ilusión«) muestran un sector artesanal en auge.
Los vinos con D.O. zamorana son los de Toro, que tuvieron un papel importante durante el Descubrimiento de América cuando fueron elegidos por Cristóbal Colón para llevarlos en sus viajes. Según los expertos, debido a su cuerpo y alta graduación alcohólica, estos caldos son resistente a trayectos largos. En la actualidad son varias las bodegas que gozan de muy buenas puntuaciones según la prestigiosa revista de Robert Parker: Teso La Monja (sus primeras botellas costaban cerca de 1000 € unidad), Pintia (propiedad de Vega Sicilia), Alabaster, Numanthia (perteneciente al grupo de lujo mundial LVMH), Díscolo…
Pasear por las calles de esta pequeña ciudad nos descubre que Zamora posee no pocas iglesias románicas (en una de ellas cuenta la leyenda que se armó caballero el Cid Campeador), con 19 edificios modernistas, murallas de la Edad Media, catedral y un castillo medieval. También varios museos merecen la pena su visita: el de Semana Santa, el Etnográfico de Castilla y León y el de Baltasar Lobo, uno de los escultores españoles más relevantes del siglo XX oriundo de Zamora. De octubre a junio durante los fines de semana y los festivos se realizan visitas guiadas nocturnas a las ocho de la tarde desde la plaza de la Catedral.
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