Mascaró y cómo las pymes se enfrentan al reto del relevo generacional
La centenaria firma menorquina se reinventa cada temporada con un estilo propio y la apuesta por el calzado artesanal y gran calidad.
No es fácil llevar una empresa en Menorca, pero Mascaró es el ejemplo de que se puede hacer. La firma zapatera es icónica de las islas Baleares y su apuesta por la artesanía y la calidad ha sido siempre su mejor carta de presentación en medio mundo. Jaime Mascaró fue el hombre que revolucionó la industria en las islas y que consiguió que la industria artesanal del zapato balear tuviera un sello de reconocimiento de calidad en el mundo. Ahora es su hija, Lina, quien como tantas terceras generaciones de empresarios, lucha diariamente por mantener una de las pocas empresas zapateras que aún fabrican a mano en España.
El éxito de los zapatos Mascaró
Medio millón de zapatos salen de la fábrica de Mascaró aproximadamente al año. Y de ellos, más de la mitad se exportan a los cinco continentes. Dedicación, cariño, esfuerzo y competencia son las claves de su éxito. La fábrica de Ferreries es el ejemplo vivo de una cadena de producción donde el talento, el cuidado de las personas y el diseño se fusionan en armonía.
En diseño, “lanzamos dos temporadas al año y nos inspiramos en todo, tanto en tendencias internacionales, como en los colores de la isla“, nos cuenta Julio de Olives, director general de la compañía. Él pasó muchos años en una multinacional del sector alimentario y dio un giro de 180 grados a su vida para regresar a su isla del alma. “Menorca siempre llama”, asegura.
Artesanos del calzado
Y del diseño a la producción, que combina la última generación de máquinas cortadoras de piel con el “recorte a mano”. Ese en el que las maestras y los maestros artesanos del calzado demuestran una destreza impresionante en cada par que pasa por sus manos. Efectivamente con las manos, porque el trabajo más importante tras la horma de cada zapato “solo se puede hacer bien si se hace por expertos manualmente” apunta.
En cuanto al plan regeneracional, Mascaró se enfrenta a un gran reto. “Junto a la subida de los impuestos y los costes sociales, encontrar jóvenes en la isla para trabajar en nuestro sector es complicado”, asegura Julio. Menorca en los últimos años, sobre todo tras la pandemia ha desarrollado un turismo de calidad que es muy tentador para los jóvenes. “Nosotros estamos deseando formar jóvenes que quieran trabajar en la fábrica y dedicarse a ser artesanos del zapato”. Los problemas de Mascaró son transversales a las pymes españolas. En ellas, la normativa laboral, las políticas fiscales y la falta de mano de obra les está convirtiendo en verdaderos héroes.