Custo sitúa la moda de invierno junto al mar
Custo presenta en Barcelona una colección "abrigada", de mucho efecto, donde las geometrías, los brillos y la mezcla de texturas vuelven a ser signos de identidad.
Seguimos admirando el universo Custo. Cada uno de sus desfiles es una nueva muestra de su ingenio donde, sin perder un ápice de personalidad, imprime diversidad a la oferta. Esta vez ha sido en la Marina Vela de Barcelona, sede veraniega para los desfiles de la 080 moda urbana de esta nuestra ciudad, donde ha presentado, ironías de la vida, su colección otoño-invierno 2019-2020. Con un calor asfixiante (sin duda uno de los peores días de este incipiente verano), las modelos han paseado junto al mar las prendas de un invierno que, presumiblemente, no será tan duro como nos lo ha pintado el diseñador leridano.
Así, bajo el calor del atardecer han paseado prendas de abrigo que esta vez son, en líneas generales, over size, recalando en anoraks o abrigos de medidas enormes, forrados de pieles sintéticas, sisas extraordinarias o chaquetas también en dimensiones considerables. Bajo estas calefactoras prendas, vestidos también de amplio patronal con desmesuradas sisas que se pierden en los pecaminosos laterales o en sus cruzados frontales más peligrosos aún, completados con faldas de diminutas dimensiones.
Todo ello envuelto en un universo oscuro, como si el cambio climático pintara los fríos de negro y oro, dos universos fan diferenciales y a la par tan sugerentes como atractivos. Hay mucha sudadera deportiva, drapeados con tejidos jaquard de lúrex, así como vestidos de fiesta con miles de oscuros brillos: frente al oscuro, todos los colores desaparecen para rematar en su parte más profunda, aunque se trate de verdes esmeraldas, azules zafiro, morado amatista, rojo rubí o incluso la parte más noble de la turmalina.
Siempre fiel a sus postulados, Custo sigue desafiando al mundo con sus propios teoremas. Cada una de sus colecciones son visitas a etnias que parecen haber sido rescatadas de la parte más frívola de cualquier versión de Mad Max. Sus mujeres son guerreras, salen a dar la batalla, máxime esta vez en que las ha calzado a todas (o a casi todas) con profundos stilettos, listas para matar de seducción y/o, en el mejor de los casos, con altísimas botas de piel negra a veces reforzado su vértice como en una suerte de dominatrix doméstica, no apta para ir al mercado pero perfecta para ir de fiesta.
Una colección «abrigada», de mucho efecto donde las geometrías, los brillos y la mezcla de texturas vuelven a ser signos de identidad, aunque sean distintos de cualquier otra ocasión, defienden la marca de la casa haciendo de la identidad Custo, marca legible de la casa. Estos días el artista, que lo es, está particularmente feliz por una noticia que le volverá a colocar en la primera linea de diseñadores internacionales de la que no se ha bajado nunca. Su permanencia en las Semana de la Moda de Nueva York, de la que tantas marcas se han descabalgado, es otra prueba de que el universo Custo sigue presente en el pensamiento e ideologías más dispares a la hora de creer en una manera de vestir a la mujer.