Como tradicionalmente ya veníamos observando año a año, tras los periodos de verano o de Navidad, las rupturas sentimentales vuelven a estar hoy a la orden del día. En este caso una ruptura no viene desencadenada por unas ansiadas vacaciones sino por los problemas de comunicación, convivencia y por los conflictos irresolubles a los que muchas parejas se han enfrentado durante los duros y largos meses de confinamiento.
No hablamos a estas alturas de especulaciones acerca de cuáles podían ser las consecuencias personales de semanas de aislamiento. Sino que describimos una realidad que, aunque es natural que conlleve cierto grado de sufrimiento en muchas familias, lo cierto es que tampoco debe parecernos preocupante o alarmante. Es, simplemente, una realidad con la que hemos de lidiar de la mejor manera posible. Tiene todo el sentido del mundo: nuestras rutinas habituales se desarrollan en distintos escenarios, nos permiten espacios de resguardo personal y áreas de vida privadas que no estamos acostumbrados a compartir con nadie.
A veces, incluso, nos conducimos por la vida de manera tan frenética que no tenemos tiempo ni de pararnos a analizar cómo nos van las cosas, cómo estamos de satisfechos o qué tal nos va con quien tenemos al lado. Es lógico que, cuando abruptamente la vida se detuvo para todos y no tuvimos más remedio que compartirlo todo con nuestro entorno más íntimo, cuando no tuvimos más opción que echar una mirada profunda al interior de nuestra estructura vital, descubriésemos alguna que otra verdad incómoda y se abrieran las puertas al cambio.
Si, además de los cientos de restricciones y de cambios significativos a los que tratas de adaptarte, afrontas una ruptura sucedida durante el confinamiento, creo que las siguientes reflexiones pueden ayudarte a que la situación sea un poco más llevadera o, como mínimo, menos traumática.
Insistía en la explicación racional acerca de por qué se han multiplicado las rupturas sentimentales durante el confinamiento. Porque normalizar lo sucedido es lo primero en lo que tenemos que trabajar para poder superar sanamente una ruptura en los tiempos que corren, con todas las dificultades añadidas a las que estamos expuestos. Si nunca es buen momento para afrontar una separación o un divorcio, este encima parece ser el peor posible.
Sin embargo, no olvides que lo que marchaba mal ya estaba ahí y que lo único que ha sucedido es que el contexto ha ayudado a que tomaras conciencia de ello. Y siempre es mejor hoy que mañana. O mejor mañana que pasado mañana, cuando se trata de tomar decisiones que sabes que son dolorosas en el corto plazo pero que van a conducirte hacia un mayor equilibrio emocional y una mayor satisfacción con la vida en el medio o largo plazo.
Que no harán más que desgastaros inútilmente y enconaros en un conflicto sin fin. Seamos más humildes y menos orgullosos que nunca. En tiempos convulsos la unión hace la fuerza y por ello una separación puede vivirse aún con más desesperanza. Sin embargo, separarse no es batallar. Que ambos hayáis decidido romper vuestra relación de pareja no os convierte en enemigos. Seguís teniendo muchas cosas en común, quizá incluso una familia, y por ello muchos de vuestros intereses siguen confluyendo. Ayudar al otro y ponerle las cosas fáciles es ayudarse a uno mismo. Es crear un entorno de apoyo y colaboración pragmática del que ambos vais a poder beneficiaros de distintas formas, sin duda.
Separar cuentas, vender propiedades o dividir gastos son algunas de las tareas incómodas a las que ambos os enfrentáis. Son trámites pesadísimos con los que deseamos poder acabar cuanto antes, sin mencionar el difícil contexto social y económico al que nos enfrentamos. Sin embargo, si no es buen momento para hacer tal gestión o tal venta, sed pacientes y no os precipitéis. Una separación ya conlleva demasiado desgaste, tanto emocional como económico, como para que encima os perjudiquéis en términos patrimoniales por no ser capaces de mantener alguna que otra cosa en común hasta que llegue el momento adecuado.
Aunque ver a tu ex-pareja pueda llegar a ser un suplicio, que te eche una mano te viene tan bien a ti como a él o ella que se la eches tú. Los confinamientos puntuales, el teletrabajo o las cuarentenas preventivas de los niños en los colegios se han convertido en el pan nuestro de cada día. Si la logística ya era complicada, si ya costaba organizarse en pareja, imagina lo que supone enfrentarse a todo ello en soledad. La pareja se separa, sí, pero hace falta más flexibilidad que nunca. Para seguir colaborando juntos en casa y con la familia hasta que las cosas sean más fáciles para todos.
En todo este contexto de tanta y tan necesaria colaboración entre ambos puede parecer que se gesta una reconciliación o pueden sucederse escenas ambiguas que a alguno de los dos os generen dolor o falsas expectativas. Que el sentido común y la humanidad nos lleven a afrontar muchas vicisitudes juntos no invalida la decisión que habéis tomado. Vuestro proyecto de vida no contempla seguir caminando de la mano, los motivos por los que habéis decidido romper siguen siendo válidos, y en cuanto sea posible empezaréis a desvincularos más y más.
Por eso es importantísimo que os respetéis, y que respetéis la decisión tomada. Para ello es importantísimo que especifiquéis con la máxima claridad qué es lo que compartís y qué no. En qué cosas habéis de estar de acuerdo y en cuáles no. En qué contextos no tenéis ninguna explicación que dar y qué tipo de decisiones ya no dependen de los dos en conjunto sino de cada uno por separado. Porque se sale de una ruptura y también de una sucedida en confinamiento.
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