¿Quieres resolver de verdad los conflictos con tu pareja?
Te proponemos ocho puntos esenciales para que tu relación sea más sana y podáis superar esos baches que se os han enquistado.
Los primeros días después de las vacaciones de Navidad, como ocurre en la primera semana de septiembre, abundan dos tipos de artículos. Unos, los que nos ayudan a identificar y neutralizar los síntomas de la mal llamada depresión post vacacional, y otros, los que nos advierten del peligro que corremos de separarnos de nuestras parejas por encontrarnos en unos de los dos periodos del año en el que más demandas de divorcio atienden los abogados y más consultas por terapia de pareja atenemos los psicólogos y terapeutas de familia.
Pues bien, en The Luxonomist no es que queramos ser menos, lo que ocurre es que esos temas ya los hemos abordado en el pasado y nos apetece aportar un giro de guion algo más creativo (tampoco mucho más, pero algo sí). Y no queremos conformarnos con avisaros del riesgo que sufren vuestras parejas después de haber compartido semanas de descanso en familia y de que presumiblemente hayan aflorado todos los conflictos que durante el rutinario año se han barrido debajo de la alfombra. Hoy nos marcarnos un objetivo mucho más ambicioso: que no forméis parte de las estadísticas y logréis gestionar y resolver de manera definitiva todo conflicto que se atreva a amenazar vuestra unión. ¿Qué me dices? No suena mal, ¿no?
La originalidad no existe
Y es que, por suerte o por desgracia, en esto de las relaciones humanas está todo inventado, y unos tras otros repetimos los mismo errores y caemos en los mismos patrones disfuncionales. Por ejemplo, en eso del deterioro de la pareja debido a la acumulación de conflictos sin resolver, ninguna pareja destaca por su originalidad. A todos nos pasa que hay temas que se nos atragantan y que reiteradamente se ponen sobre la mesa no para ser resueltos sino como arma arrojadiza en contra de nuestro compañero de vida.
Seguro que más de una vez te ha pasado que has finiquitado una discusión más por hartazgo que porque verdaderamente hayas alcanzado una solución válida para ambos. Y es que, efectivamente, muchos de los conflictos que en pareja se enquistan y se agravan con el tiempo tiene que ver con que, en el momento de zanjar una discusiones, todo queda abierto y no se termina de llegar a ningún tipo de acuerdo.
Solucionar las pequeños rencillas
No se aportan alternativas reales de cambio sino que las posturas opuestas quedan orgullosamente encapsuladas cada una en su trinchera y solo la resignación o el agotamiento son los de que el tema quede encerrado en un cajón. Esto no solo impide que se cierren las heridas sino que nos deja en una posición de extrema vulnerabilidad en la que podemos tener por seguro que, en cuanto vuelva a producirse cualquier tipo de situación mínimamente similar, se desate una guerra cada vez más virulenta y enquistada.
Y así sucesivamente, va siendo cada vez más difícil perdonarse y, de conflicto no resuelto en conflicto no resuelto, a la pareja que entra en esta dinámica le cuesta cada vez más partir con los marcadores a cero. Porque nunca se han hecho, de verdad, “las paces”, y nunca se ha quedado ninguno de los dos con la sensación de haber obtenido una respuesta, llegado a un punto de encuentro, o negociado una posición intermedia. ¿Cómo hacer, entonces, para solucionar las viejas rencillas que parecían condenarnos de por vida al enfrentamiento?
1. Lejos de huir del conflicto, propícialo
Sí, así es, le tenemos demasiado miedo al conflicto – normalmente porque no confiamos en que sabremos manejarlo sin perder los papeles – cuando, en realidad, el conflicto es ultra necesario para promover el adecuado ajuste de una relación. Una pareja saludable no es aquella en la que no se producen conflictos, sino esa en la que los problemas se resuelven de manera creativa y satisfactoria para ambos.
2. No te quedes nada dentro
Es imprescindible que los dos hayáis expresado todas vuestras emociones al respecto de la situación que ha generado el conflicto, sin guardarse nada. Ten en cuenta que todo puede expresarse en pareja mientras se haga de manera asertiva y respetuosa. Es importante que ambos compartáis todo lo que sea significativo en cuanto a lo que habéis sentido en una determinada situación, sobre todo si esas desagradables emociones las ha promovido precisamente esa persona con la que tanta intimidad compartimos. Sólo así tendréis una idea fiel de la envergadura del conflicto (que puede no haber sido igual de relevante para cada uno de los dos) y, por tanto, de todo lo que es necesario hacer o cambiar para poder resolverlo.
3. Sé empático
Ponte en el lugar del otro, cálzate sus zapatos. Toda realidad tiene tantas formas de ser percibida como ángulos desde los cuales puede ser experimentada y observada. Aunque te parezca prácticamente imposible que exista otra forma de interpretar una misma situación, aunque estés cegado por tu propia vivencia, párate a entender lo que el otro entiende y ponte sus gafas de ver.
Mientras que no podáis tolerar que las interpretaciones del otro pueden ser sensiblemente distintas a las propias y mientras no lleguéis a comprenderos en las pequeñas y grandes diferencias con las que interpretáis la realidad, será muy difícil que podáis avanzar sin chocar una y otra vez contra las mismas resistencias o sin hacer saltar una y otra vez los mismos resortes en el otro.
4. Asume tus responsabilidades y pide perdón
Porque en toda pareja sana en la que ambos se colocan en un plan de igualdad y no se cometen abusos, decimos que la responsabilidad de todo, para bien o para mal, es compartida. Vale que no siempre podemos hablar de un 50 / 50, pero es innegable que siempre hay algo que podríamos haber hecho o dicho de manera diferente, algo en lo que podríamos haberle facilitado el trabajo al otro, algo en lo que claramente no hayamos obrado de la menor manera posible.
No es posible que un conflicto en una pareja en la que ambos se respetan y se relacionan en un plano d igualdad venga iniciado, alimentado y mantenido solo por uno de los dos. Por muy pequeña que sea tu parte de responsabilidad seguro que alguna propuesta de cambio puedes poner sobre la mesa en base a eso que hayas asumido como propio.
5. No dejes la discusión antes de llegar a las soluciones
No basta con entenderse, por muy agotador que hay sido el proceso hasta alcanzar este punto. Pospón la continuación de la conversación, si así lo necesitas, pero recuerda que posponer con compromiso no es aplazar. Haced juntos una lluvia de ideas, aportad todas las potenciales soluciones que se os puedan ocurrir y, juntos, decidid qué es lo que mejor se ajusta a vuestras necesidades.
Ya adelanto que no habrá solución perfecta y que en toda negociación se gana y se pierde, pero lo único importante es que ninguno de los dos sienta que ha salido especialmente agraviado en comparación con el otro y que, en términos generales, se mantenga un equilibrio equitativo entre las renuncias que cada uno se vea abocado a hacer. No hay solución efectiva posible si no ha sido libremente consensuada por ambos.
6. Ayúdame a ayudarte
O, lo que es lo mismo, a la hora de la verdad, ayudaos el uno al otro. Recuerda que esto va de colaborar y no de competir, y que estamos hablando de temas sensibles que si no se han resuelto antes es precisamente debido a las ampollas que levantan o a las dificultades con las que chocan. Por eso es importante adoptar una mirada comprensiva y promover el apoyo mutuo en la puesta en marcha de las soluciones acordadas. Ayúdame a ayudarte, me gusta.
7. Comprométete con el cambio, contigo, y con tu pareja
Se acabaron las armas de doble fijo y los reproches inoportunos. El esfuerzo por resolver el conflicto ha sido palpable y común, y como tal hay que respetarlo. Aquí la responsabilidad del uno sí va a la par de la del otro, y si las cosas no han funcionando os compete a ambos sentaros de nuevo, como el buen equipo que formáis, para tratar de encontrar y llevar a la práctica soluciones alternativas, novedosas o creativas.
8. Haced las paces y celebrad vuestro logro
¿Te has parado a pensar por qué nos empeñamos en vivir en pareja con lo costoso y sacrificado que a veces resulta? Pues, sencillamente, porque es más lo que nos reporta que lo que nos cuesta. Es más lo que nos gratifica que lo que nos atormenta. Por eso la pareja se basa en el intercambio de cosas positivas: intercambio de refuerzos, de apoyo, de afectos, de admiración, de compromiso, de intimidad…
Recuerda que lo más gratificante de la pareja es poder disfrutar de ella o con ella, y que todo lo que ponéis en marcha para resolver vuestras desavenencias os debe conducir precisamente a un mayor nivel de bienestar común. De otro modo, nada tendría sentido. Que no todo sea limar dificultades: ahora que habéis llegado a un punto de acuerdo, centraos en compartir algo que os haga sentir bien. Recuperad el sentido mismo de la pareja, el propósito inicial de vuestra unión; y celebrad en base a ello.