En su día James Matthew Barrie no pudo imaginar que su personaje trascendería con los años hasta convertirse en un síndrome. Sin embargo, ser un Peter Pan hoy en día es más habitual de lo que podemos pensar. Este tipo de personalidad deja ver una forma de ser infantil e inmadura que afecta a las relaciones personales, y muy especialmente a la pareja. Pero ojo: al ser cosa de dos, donde hay un Peter Pan también hay una Wendy.
Identificar este tipo de relación será el primer paso para ponerle remedio a una dinámica poco madura y viable a lo largo del tiempo. Toma nota y detéctalo a tiempo si te planteas encontrar un nueva pareja.
Peter Pan es el perpetuo niño que no quiere crecer. En su lugar, elige la inmadurez y la irresponsabilidad, por creer que siempre habrá quien le respalde. De hecho, ocurre así. Infantiles y egoístas, los adultos afectados por este síndrome prefieren actuar como niños en lugar de crecer. Y aunque, a priori, pueda parecer que este tipo de personalidad tiene su puntito atractivo (sobre todo por lo divertido), a largo plazo, lo que hace es quemar a la otra persona. Estas son las características de Peter Pan que podrán tanto engancharte como echarte para atrás:
Una de las características del que padece el síndrome de Peter Pan es su inmadurez psicológica y emocional. Así, psicológicamente, un Peter Pan no asume la responsabilidad, ni tampoco el papel y forma de actuación que le toca vivir de acuerdo a su edad biológica. Emocionalmente, esto se traduce en una búsqueda de personas que le ayuden a salir adelante en sus dificultades vitales, y por ello escogen a parejas capaces de suplir todas estas carencias aportándolas ella misma a la relación.
Sin embargo, y aunque parezca mentira, donde hay un Peter Pan, hay una Wendy detrás. De hecho, en el mundo de la psicopatología también se habla del Síndrome de Peter Pan y Wendy. Se trata, al fin y al cabo, de asumir roles en la pareja, y de hacer que esta salga adelante, como las relaciones simbióticas de la naturaleza, que son codependientes. Y un Peter Pan (un niño) lo que necesita es una madre, o alguien que cumpla ese rol de hacer y decir: “no te preocupes”, “ya me ocupo yo” y “no sé qué harías sin mí”.
Y así, precisamente, es Wendy, la novia que le acompaña y que, sin darse cuenta, fomenta su infantilismo y su inmadurez. El precio del rol de madre es, no obstante, muy alto, ya que supone renuncia, depresión y abnegación. Por oposición a Wendy está Campanilla. Esta también quiere a Peter pero se muestra desafiante sin acceder a los chantajes de su lado más egoísta. En este sentido, la pequeña hada es mucho más madura porque manifiesta su opinión aunque sea a razón de molestarlo. A nivel psicológico, la pareja de Peter Pan y Campanilla es no sólo mucho más natural, sino también mucho más viable y sana, precisamente porque ella actúa como pareja y no como madre.
Los comienzos a la hora de salir con un Peter Pan suelen suele ser excitantes. Prototípicamente, él se emocionará mucho al principio, pero lo cierto es que, por su forma de ser, tenderá a cansarse pronto, y no son de extrañar en su perfil las pasiones efímeras, o las relaciones en las que, tras pasar la novedad, se convierten en una lucha en la que ella intenta conseguir un poco de madurez e implicación.
Sucederá así habitualmente: tras un inicio divertido-regresivo hacia una infancia en forma de juego y diversión con Peter Pan, cuando llega el momento de crecer y avanzar en la relación, esta evolución no tendrá lugar. Lamentablemente, Peter Pan, como niño que es, tampoco será capaz de asumir ni la más mínima responsabilidad en lo que concierne a asuntos tan importantes como el compromiso, el trabajo, y la evolución a la adultez.
Aunque al principio los rasgos de Peter Pan no son tan evidentes ni fáciles de identificar, terminan convirtiendo cualquier relación en un lastre difícil de llevar. Junto a todo lo demás, la mujer de un Peter Pan tiene el trabajo extra de supervisar, de dar la cara por su pareja, de tomar todas las decisiones importantes, amén de consolarlo ante sus inseguridades o darle instrucciones sobre todo. Y encima, llamándolo guapo.
Todo suena demasiado a madre como para tratarse de una pareja, ¿verdad? ¿Cómo actuar? La mejor manera de tratar a un Peter Pan es utilizando un poco de “mano dura”. Esto se consigue no haciéndose cargo de sus responsabilidades, lo que le traerá problemas en un principio, pero a largo plazo será beneficioso para él y para todos.
También es importante el alentarle en sus comportamientos positivos, para que los mantenga en el futuro. Tampoco ayudará en nada consolarle o alimentar sus lloriqueos y exigencias infantiles, ni considerarlo un inepto. Invitarlo a que piense en soluciones adultas podría ser la clave para curar, poco a poco, el síndrome de Peter Pan.
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