Los adolescentes de las distintas generaciones tienen algo en común: el deseo de vivir intensamente sus pasiones y la falta de reflexión sobre las consecuencias de sus actos impulsivos. Ambos ingredientes pueden resultar en una bomba muy peligrosa y que explota, nada más y nada menos, que en las redes sociales y a la vista de todos: novios y novias, padres, madres, profesores o incluso abuelos. Las consecuencias son la exposición pública a todo el mundo a un contenido íntimo y que en un principio pretendía tener un carácter privado. Pero una vez el vídeo está “en el aire”, ya poco podemos hacer. Concretamente, sus protagonistas pierden todo el control de esos contenidos. Así y todo, las historias de sexting con final infeliz se repiten una y otra vez, como mínimo a través del arrepentimiento en el ámbito privado. Y este hecho nos lleva a hacernos la siguiente pregunta: ¿Es posible un sexting seguro?
La respuesta más lógica e inmediata a la posibilidad de un sexting seguro sería “no”. Pero esto no significa que, al menos, no debamos intentar encauzar las cosas, y prevenir, en la medida de lo posible, situaciones escandalosas y humillantes para la persona que las protagoniza y que pudieran derivar en problemas de miedo, angustia y depresión. Sólo por poner unos pocos ejemplos.
Sería maravilloso pensar que hablar con nuestros hijos y explicarles los riesgos de hacer alguna cosa vaya a ser suficiente para que no incurran en prácticas peligrosas o poco recomendables. Esto incluye el consumo de alcohol, drogas o mantener relaciones sexuales en las que se pueda producir un embarazo no deseado o contraer una enfermedad venérea. Sin embargo, el diálogo pocas veces funciona al cien por cien, y llegado el momento, el adolescente hará lo que estime más oportuno. Por ello, y porque es imposible poner puertas al campo, como mínimo debemos intentarlo.
Entre estas prácticas de riesgo sobre las que debemos prevenir a los adolescentes debemos incluir el sexting.
Nos referimos al sexting para hablar de aquellos vídeos o fotos sexuales que acostumbran a grabar los jóvenes en un arrebato de confianza en su pareja y que con frecuencia traen disgustos inesperados. El sexting es, en suma, una práctica sexual a distancia, consistente en la estimulación visual y erótica de la otra persona a través del envío de documentos en forma imágenes o vídeos. Dicho intercambio se caracterizará siempre por un alto contenido sexual.
Es importante saber que el sexting es siempre consensuado, y que la persona que envía las imágenes (típicamente una chica), no lo hace obligada, sino porque quiere. Sin embargo, no pensárselo dos veces puede tener consecuencias tan negativas como su divulgación descontrolada si se comparte para hacer una broma, o el chantaje sexual o la pornovenganza cuando existe una mala intención deliberada.
Hay que diferenciar el sexting del envío de fotos o vídeos pornográficos, no necesariamente vinculados a esta práctica tan común entre los jóvenes. Pero lo cierto es que, tras el intercambio de estos vídeos podrían producirse algunos de los siguientes hechos:
Partiendo de que el sexting nunca va a ser seguro, la mejor manera de ponerlo en práctica minimizando riesgos será abogando por el sentido común. Es decir, por cautela, lo más conveniente sería no practicar jamás el sexting.
Dicho esto, aquí van algunos consejos para que el riesgo de las consecuencias del sexting se minimicen todo lo posible, según el Decálogo para Sextear Seguro del canal de ciberseguridad Pantallas Amigas:
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