Se habla de ello como la gran sensación del confinamiento. Muchos halagan la “genialidad” de su incursión en las vidas de millones de personas confinadas en sus casas. Nada más lejos de la realidad: ni es una sensación ni su concepción alberga atisbo o alguno de brillantez. La fórmula del éxito está escrita desde que el Hombre es Hombre y los 7 pecados capitales le acompañan. Only Fans ya existía desde hace unos pocos años, y ya permitía a sus clientes subir a su perfil cualquier tipo de material audiovisual al que otros usuarios quisieran suscribirse.
Si ha triunfado este 2020 es única y exclusivamente porque entre sus cláusulas de funcionamiento no se incluye ningún tipo de censura y lleva aparejada una interacción cercana e individualizada entre el protagonista de las grabaciones y sus seguidores. Si algo sacamos en claro en esta pandemia es que las necesidades más básicas del ser humano, también las más animales, por supuesto, no pueden quedar insatisfechas.
Lo que sí podemos transformar es el modo en el que éstas se satisfacen. Por ello, y ante la imposibilidad de salir de casa en busca de un compañero sexual – ya fuera cortejado en una noche de fiesta, consensuado en una aplicación de citas o pagado en el ejercicio de la prostitución – el consumo de material pornográfico se disparó en los meses de marzo, abril y mayo. Only Fans es uno de los exponentes de este repunte de consumo de pornografía, precisamente en los meses más duros del confinamiento.
Entiendo, por un lado, que esto ha debido suponer, sin duda, una tabla de salvación para la industria de la producción de contenido pornográfico, como para muchos hombres y muchas mujeres cuya ocupación laboral se relaciona, de una u otra manera, con el trabajo sexual. Vaya por delante que no cabe aquí ninguna valoración ni juicio de valor posible.
Tengo el absoluto convencimiento de que la mayor parte de estas personas no eligen la venta de su intimidad con toda la libertad que se les presupone o que habitualmente se esgrime. No solo hablo de prostitución, sino también de elaboración de material pornográfico. Por eso manifiesto aquí mi más absoluto respeto por quienes así lo hacen de manera decidida y concienzuda y se ganan la vida de manera tan respetable que cualquier otro ciudadano. Lo criticable de lo que Only Fans permite y publicita es menos obvia y más perversa. He aquí los riesgos y las amenazas que este tipo de intercambio legal pone sobre la mesa…
Facilitar hasta el extremo la accesibilidad a vídeos pornográficos se traduce en la corrupción depravada de la educación sexual de millones de jóvenes. Dicen los expertos que el porno no puede desaparecer, pero su polinización sin control a través de las redes llega cada día con más rapidez e inmediatez a un público que no siempre está preparado para filtrar sus mensajes implícitos y a unas generaciones que crecen ya desde la infancia con modelos de comportamiento absolutamente distorsionados acerca de la sexualidad y las relaciones de intimidad.
La posibilidad de que cualquier persona pueda convertirse en estrella del porno supone una falsa y peligrosa democratización de estas prácticas. Al tiempo que condena la imagen pública de cientos de personas inexpertas. Porque bajo la premisa del dinero fácil se esconden importantes peajes que uno no siempre está preparado para anticipar. Como el peso de la exposición de la intimidad o el recorrido de un contenido del que uno deja de ser dueño.
El perfil de los protagonistas que más caja hacen vendiendo su sexualidad es el de adultos muy jóvenes. Estos se han metido en este negocio de manera precipitada y con la convicción de ganar decenas de miles de euros “fáciles” al mes. Cualquier persona, desde su casa, puede convertirse en un ídolo sexual de masas. Pero resulta que no todas están preparadas para ello ni pueden siquiera plantearse las implicaciones a futuro de su actividad actual.
La falta de regulación deja desprotegidos a los usuarios. A la vista está: múltiples estafas servidas en bandeja de plata. Después de engaños a suscriptores que pagan cantidades desproporcionadas a cambio de un material que no es el prometido, después de que se hayan sucedido varios ataques cibernéticos a la plataforma con el consiguiente robo masivo de imágenes que sin duda serán objeto de tráfico en las redes y después de que se hayan denunciado múltiples casos de suplantación de identidad; podemos afirmar que la seguridad y los controles de esta web dejan desprotegidos a todos sus usuarios, emisores de contenido y suscriptores.
La petición de contenido específico y la falsa relación de intimidad entre el famoso y el fan abren la puerta a múltiples problemas psicológicos y legales. Rienda suelta a los impulsos más depravados y vía libre al desarrollo de todas las parafilias sexuales. Tanto aquellas más aceptadas como las que cultural y legalmente son censurables.
Por no hablar de la confusión que puede generar una relación aparentemente cercana entre un fan que pide a su ídolo que elabore un contenido exclusivo para él, y un ídolo que se lo entrega bajo la aparente sensación de una relación interpersonal. La falta de claridad entre lo que es personal y lo que es contractual supone una exposición pública de la intimidad aún mayor. Además facilita relaciones obsesivas y potencialmente dañinas.
No queda clara cuál es la frontera entre la pornografía y la prostitución. ¿De verdad a esas personas, actores y actrices o convertidos en ello de pronto, les apetece mostrar tal práctica o ejecutar tal vicio? Si la frontera entre la libertad de elección y la esclavitud no queda del todo clara en el mundo del trabajo sexual, aquí los límites se siguen difuminando para quienes hacen de ello un modo de vida. Una vez dentro, no disponen de muchas más opciones si quieren seguir manteniéndose a flote.
Usuarios, antes de consumir este tipo de material, seamos un poco más reflexivos y pensemos si no existe un modo más humano, más relacional, más sano, más protegido y más adaptativo de satisfacer nuestras necesidades. También las más íntimas.
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