Algunas relaciones, lejos de aportar beneficios y ayudar a crecer en lo personal, son destructivas y causan estragos en la autoestima. Alimentados por el desequilibrio, los malos amigos presentan dinámicas en las que uno da siempre más que el otro, y generan insatisfacción, asegurando también un círculo vicioso de problemas.
Aunque parezca la definición de una mala pareja, es una modalidad que también se da entre amigos. Y cuanto más íntimos sean, más sucede. Esta descompensación, que en adultos suele generar malestar, en los niños es más perniciosa, porque les cuesta aún más tanto identificarla como reconocerla. Es importante, pues, identificar a estos malos amigos para mantenerlos bajo control.
No podemos decir que exista una definición exacta, pero en términos psicológicos, definiremos al mal amigo como a aquel que nos hace sentir mal. Tan sencillo como eso. Ese malestar vendrá de donde venga y tendrá o no tendrá consecuencias graves después, pero como punto de partida, el termómetro de la descompensación en las relaciones se encuentra en la sensación de descontento ante la balanza de “el dar y el recibir”.
¿Te parece que el otro miembro de la relación está siempre contento y satisfecho, al contrario que tú? Esta pregunta tan básica puede ser clave, puesto que la mera sensación de estar uno invirtiendo más que el otro es un buen indicador de que las cosas no van del todo bien. Esta inversión se entiende en todos los ámbitos de la relación: en lo material, en esfuerzo o en apoyo emocional cuando se necesita.
Todos tenemos ese amigo gorrón o ese otro bueno y cariñoso del que se puede abusar un poco. Pero también convivimos con el amigo que tratará de aprovecharse. En cada uno de nosotros existe una propensión a vincular de uno u otro modo, adquiriendo nuestro estilo mayor o menor fuerza dependiendo de con quién estemos tratando.
Son cosas que debemos saber y que, si se detectan y está controladas, no tienen por qué presentar mayor problema. ¿Que el tema de conversación versa siempre sobre sus éxitos y bajo el prisma de nuestra mundana mediocridad? ¿Que siempre pagamos nosotros cuando quedamos a comer con ese amigo en concreto? Mientras sepamos que va a ser así de antemano y lo aceptemos, no hay problema.
Distinto es cuando nos moleste el gorroneo, la necesidad de alimentar la adulación o el suministrar excesivas palmaditas en la espalda. O cuando nos sintamos utilizados e incluso amenazados por el típico amigo propenso a meternos en problemas o que pretende que le resolvamos los suyos. En este caso sí que habrá que tomar precauciones y evitar las situaciones y temas vulnerables de generar un abuso. ¿Te molesta pagar a ti? Pues no salgas a comer. ¿Te debe dinero y se hace el loco? Pues no le prestes más. Y, sobre todo, no te metas en negocios con esa persona. Y así, con todo.
Cuando hablamos de psicópatas, generalmente pensamos en asesinos crueles (y en casos clínicos será así). Pero también existen lo que se llaman “personalidades psicopáticas”. Estas presentan rasgos que se asemejan a la patología psiquiátrica, pero sin tener el diagnóstico ni, por supuesto, llegar a la sangre. Las personalidades psicopáticas son precisamente aquellas de las que debemos huir como de la peste. Porque manipulan y usan a los demás para su propio beneficio. Y lo hacen una y otra vez, con quien se deje.
El psicópata hará un uso instrumental de las relaciones, ya que “cosifica” los lazos. ¿Y qué es cosificar? El psiquiatra argentino Hugo R. Marietán, experto en psicopatías explica que es “quitarle el rango de igual al otro: suprimir de la persona la valoración de persona en sí”. Una vez esto se consigue, no hay necesidad de empatía, porque estamos frente a una “cosa” o herramienta manipulable para fines propios.
Entre otras características, el amigo psicópata logrará seducirte captando tus necesidades emocionales y podrá complacerte haciendo uso de una forma de mentira “relajada y convincente, totalmente adaptada a la circunstancia y con la única finalidad de conseguir un objetivo”. Además, podrá mentir a través de lo verbal y de lo no verbal. El psicópata, “hará toda una escenificación y la mantendrá el tiempo que sea necesario hasta conseguir su objetivo”, explica Marietán.
Al igual que sucede respecto a la propia pareja, con los amigos hay una tendencia a no ver la realidad. Al menos al principio y salvo que pase algo grave o se toque fondo. Esta negación se explica por nuestra propia vinculación afectiva por esta persona. El afecto por ella “nos ciega” y siempre preferiremos justificar su comportamiento que aceptar la realidad de un abuso, maltrato o manipulación psicológica. Para conseguirlo llegaremos incluso a distorsionar esta realidad, habitualmente obvia para los demás.
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