La tensión de la crisis por Covid-19 en las familias ha tenido unas víctimas inesperadas: los niños. Aunque ellos son mucho más maleables que los adultos y se adaptan mucho mejor a los cambios, en ciertos casos han aparecido miedos o conductas regresivas en los pequeños de la casa. Además del Síndrome de la Cabaña por temor y rechazo a salir de casa por el coronavirus, en algunos menores se han producido pesadillas y terrores nocturnos. ¿Cómo debemos reaccionar en estos casos?
La aparición de este tipo de episodios durante la noche es algo habitual en la infancia, pero que puede verse precipitado por situaciones estresantes como la vivida en la crisis sanitaria por el coronavirus. Es por ello que, ahora más que nunca, conviene saber qué podemos hacer para ayudar a nuestros hijos en caso de producirse este tipo de despertares o interferencias durante la noche.
“La situación actual a la que nos hemos visto sometidos también afecta a los niños, causándoles incluso estrés y ansiedad al limitar sus actividades cotidianas y sus relaciones interpersonales con la familia, amigos o compañeros de la escuela y, sobre todo, al estar expuestos al malestar de su entorno”, afirma María García, psicóloga de Blua de Sanitas, quien añade que esto puede condicionar notablemente su descanso.
¿Cómo repercute la falta de descanso en niños? De acuerdo a las recomendaciones de la OMS, en los niños es especialmente importante que tengan tanto cantidad como calidad en el sueño. Entre los tres y cinco años, sus necesidades se estipulan entre las once y las trece horas diarias. La falta de descanso apropiado alterará su estado de ánimo, como primera consecuencia. El niño se sentirá más irritable y de mal humor, pero también se verá afectado su adecuado desarrollo físico, así como cognitivo y cerebral. Por otra parte, también podrá disminuir su rendimiento en el colegio al mermar su capacidad de atención en la medida en que está cansado.
“Las pesadillas son episodios desagradables y angustiosos que se producen durante el sueño REM. Se pueden presentar en cualquier momento de la noche, aunque es más frecuente en el último tercio”, explica María García. “Se caracterizan por ser una manifestación de ansiedad o preocupaciones que se liberan durante la ensoñación”, aclara.
Por su parte, los terrores nocturnos suelen tener menor frecuencia que las pesadillas y se manifiestan desde el primer año de vida y hasta los 4 años. A diferencia de las pesadillas, los terrores nocturnos se presentan en la fase no REM, que supone el tiempo inicial del descanso (aproximadamente un tercio de este).
“Nos referimos a sueños más angustiosos” matiza García, quien explica que “el sujeto permanece profundamente dormido, a pesar de llegar a tener los ojos abiertos o incluso a gritar o moverse”. Los episodios pueden durar hasta diez minutos y generan una gran preocupación en los padres, habitualmente testigos de estas escenas. ¿Qué debemos hacer en uno y otro caso?
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