Nos ha pasado a todos los padres cuando amanece el niño quejumbroso y diciendo “mamá, me encuentro mal”. La siguiente frase es “no quiero ir al colegio”. Generalmente es verdad, y por ello les tocamos la frente y les preguntamos qué les pasa. La sorpresa se da cuando sentimos que el niño está bien y que se lo está inventando para no ir. Toma nota de lo que puedes hacer cuando tu hijo no quiere ir al colegio.
El cerebro de las madres es muy rápido. Ante esta situación, enseguida comienza a elucubrar razones por las que puede estar pasando esto. ¿Será que algo le ha sentado mal y se ha intoxicado? ¿Estará incubando un virus? O, ¿será “cuentitis”?
Cuando esta hipótesis cobra fuerza, ya sea por intuición o por razones que nos son obvias (por ejemplo, después de las vacaciones, o tras estar intensivamente con nosotros), debemos manejar esa situación con cariño y tacto, pero siempre prestándole la atención que merece.
Un día tonto lo puede tener cualquiera. Y si nos sucede a los adultos, ¿cómo no les va a pasar a los pequeños? En estos casos, lo primero que va a querer el niño es quedarse en casa. Cuando esto sucede, hay diferentes estilos parentales sobre ausentarse del colegio sin una justificación legítima. Hay quien se reirá del “buen intento” por parte del niño, ayudándole a vestirse y a prepararse para el colegio, pero hay quien le dará un abrazo y le meterá de vuelta a la cama.
Aseverar cuál de los padres está actuando mejor es difícil, porque cada niño es un mundo. Todo dependerá de cómo es el pequeño. Nadie como su madre para conocer sus trucos y estrategias. La prescripción genérica sería que no se debe acceder a la primera, por el riesgo a sentar un precedente.
Hay que preguntarle varias veces y asegurarse de que haya una verdadera razón. En los casos en los que veamos que no hay ningún motivo de peso, habrá que aducir que “es su obligación”, al igual que los mayores vamos al trabajo, nos apetezca o no.
Ahora bien, si los padres vemos que cuando un hijo no quiere ir al colegio la razón es que el niño tiene un mal día, o está muy cansado, tampoco pasa nada si le dejamos jugar al rol del enfermo por una vez. Le servirá para descansar y sentirse cuidado y querido. Distinto es que lo vuelva a hacer reiteradamente. En ese caso debemos sospechar que la situación va más allá del mal día. El concepto de comodín alude, precisamente, a la singularidad del hecho.
Motivos para quedarse en casa al niño no le faltan. En la cama durmiendo se está muy bien y tener un día hogareño “gratis” y con todos los mimos parentales no está nada mal. Al margen de eso, existen algunas razones típicas por las que el niño puede presentar rechazo a ir al colegio:
Saber si el no querer ir al colegio debe preocuparnos pasará por observar la frecuencia con que esto sucede. Si ha pasado una única vez o viene pasando cada dos o tres meses podría tratarse de un agotamiento puntual o de una necesidad del niño de descansar su batería social escolar.
Sin embargo, hay algo que nos puede ayudar a identificar la existencia de un problema: si vemos que el niño “casualmente” empieza a demandar no ir al colegio todos los lunes, o coincidiendo con ese día de la semana, debemos pensar que le pasa algo.
Lo primero y más importante que debemos hacer cuando tu hijo amanece diciendo que no quiere ir al colegio es tomarlo en serio. Esto implica escucharlo con atención. No asumir que tiene cuento o está mintiendo. Asimismo, sirve para validar las emociones del niño, cualesquiera que sean. Hacerlo así les hará confiar en nosotros, y a la vez dejar la puerta abierta al diálogo y a que nos cuente la verdad.
A continuación, tendremos que averiguar la causa real, basándonos en lo que conocemos de nuestro hijo, en lo que dice y en nuestra propia intuición. Esto puede obligarnos a hacer algo de investigación, contactando con los padres de sus amigos, por ejemplo.
Y, por supuesto, hablando con el colegio. Allí también conocen a tu hijo y saben cosas que tú desconoces en términos de sus relaciones sociales. Reunirte con su profesor puede ser de gran ayuda, y además allí están acostumbrados a lidiar con estos temas.
Si el niño es muy pequeño y tiene algún problema en clase, tal vez no lo sepa expresar con palabras, pero sí con síntomas. En ese caso, debemos ayudarle a explicarse, dándole ejemplos. “A veces a mí me duele la tripa cuando estoy preocupada, ¿a ti te pasa?” En esta línea, también podemos tratar de interpretar sus dibujos, diciéndole que nos pinte su cole, su clase, o sus amiguitos.
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