¿Cómo afrontar psicológicamente un nuevo Estado de Alarma?
Muchos sienten que con este nuevo estado de alarma volvemos a la casilla de salida, con todo lo que eso conlleva. Pero hay maneras de sobrellevar esta etapa y verla como una oportunidad y no como un castigo.
Por desgracia el de ‘Estado de Alarma’ es un término con el que todos nos hemos familiarizado, a la fuerza, a lo largo de todo este fatal año 2020. No por ello deja de inquietarnos. A nivel psicológico el de “estado de alarma” es también un concepto que manejamos con frecuencia. Nos referimos a ello cuando describimos la actitud – normalmente contraproducente – de personas que viven sometidas a un constante estrés, eternamente suspicaces o temerosas. Aquellas que siempre están pendientes de un ataque o una amenaza. Ya sea que nos enfrentemos ante una amenaza real o imaginada, los estragos psicológicos de esta actitud ante la vida son notables: desde la aparición de ansiedad hasta padecimientos físicos o somatizaciones que infructuosamente tratan de canalizar una ingente cantidad de sufrimiento psíquico.
Ahora, 7 meses después de que se decretara el primer Estado de Alarma para frenar los contagios y combatir la pandemia causada por el Covid-19, resulta que muchos españoles tienen la sensación de haber vuelto a la casilla de salida. Todos los esfuerzos y todas las renuncias asumidas parecen haber caído en saco roto. Sentimos que se han desaprovechado unos meses valiosísimos y, lo que es peor, el hartazgo y la frustración se han apoderado de nosotros. Y todo suma. Porque sabemos hoy, a base de evidencias y no ya de hipótesis, que las consecuencias psicológicas de los primeros meses de confinamiento y de todas las derivadas de la pandemia han sido devastadoras. Más duras aún de lo que los psicólogos avistábamos y alertábamos.
¿Un nuevo estado de alarma significa hipotecar nuestra salud emocional?
¿En qué posición nos deja eso ahora? Y, aún en el supuesto de que consiguiésemos resolver con eficacia esta emergencia sanitaria, ¿estamos condenados a hipotecar nuestra salud emocional? Digamos que «no», porque un «sí» sería inasumible. Quiero ser optimista, pero realistamente optimista, porque confío en la robustez emocional del ser humano y porque considero que aún estamos a tiempo. Aun cuando todo parece apuntar que el desasosiego generalizado no puede más que recrudecerse, contamos con suficientes elementos como para reconducir la situación.
En primer lugar, veamos qué es lo que necesitamos y, en segundo lugar, veamos cómo ponerlo en práctica. Porque en estos elementos residen las claves para que esta nueva etapa no suponga un mazazo definitivo a nuestra salud emocional. O al contrario, para verla como una ventana de aire fresco cuya ventilación podamos aprovechar como una valiosa oportunidad.
¿Qué necesitamos para superar el estado de alarma sin hartarnos?
¿Qué es lo que necesitamos de parte de las autoridades para poder emprender estos nuevos esfuerzos? Para que esta nueva etapa sea fuente de tranquilidad y no genere más hartazgo y frustración, necesitamos lo siguiente:
- Explicaciones precisas acerca de qué es esto del estado de alarma. En qué consiste y de qué manera es necesario.
- Que nos digan para qué sirve. Es decir, cuáles son las previsiones de mejora, cuál es la previsión de eficacia real.
- Criterios científicos rigurosos que lo justifiquen. De modo que todos nos encontremos de nuevo bajo el mismo paraguas.
- Hipótesis demostrables acerca de qué horizonte vislumbramos y de qué manera nos encontramos de nuevo todos unidos. Para abordar con soluciones generales todo aquello que no hemos sido capaces de resolver de manera disgregada.
- Qué repercusiones reales tiene en nuestro día a día. Cómo es su aplicación pragmática, de modo que el seguimiento de las normas sea razonable y asequible para todos, sin anticipar un inmenso coste personal.
¿Qué debemos hacer nosotros?
Pues bien, todo eso en cuanto a todo lo que otros han de hacer por nosotros, pero, ¿qué hay de nosotros? ¿Qué está en nuestra mano hacer para afrontar esta situación con la motivación suficiente?
- Ajusta razonablemente tus rutinas: la salud mental reside en el equilibrio. Son muchas las actividades a las que has de renunciar, muchas las personas a las que no puedes visitar, y bastantes las limitaciones con las que en el día a día te puedes enfrentar. De eso no hay duda. Pero que no te puedas desenvolver de la manera que conoces no significa que no puedas crear nuevas rutinas alternativas para adaptarte y no perder de vista nada de lo importante.
- Procura no hacer anticipaciones de futuro. La preocupación en el contexto actual solo genera más incertidumbre. No hay actitud más adaptativa ante este panorama que centrarse en resolver cada día, sin anticipar, sin distorsionar, sin ser catastrofista.
- No descuides tu entorno ni tus áreas de vida significativas. Familia, amigos, trabajo, pareja, ocio… Todo eso a lo que nos referimos por áreas de vida significativa forma parte de tu identidad, te dota de factores de protección y le da sentido a tu vida. Procura, una vez más con equilibrio, no descuidar ninguna de esas parcelas, aunque hayas de hacerlo telemáticamente en algunos casos.
- Aprovecha las limitaciones horarias para seguir hábitos de vida más saludables. Centrémonos en lo que está en nuestra mano hacer, en lugar de pensar en lo que tenemos más censurado. Este cambio de horarios puede aprovecharse para pasar más tiempo en casa con la familia, pero también para hacer deporte, cuidar la alimentación y procura acostarse más temprano.
- Sé coherente. Todos deseamos lo mismo, no seas imprudente, y encárgate de tener un rol activo en la lucha contra la pandemia.