Superados los excesos navideños nos enfrentamos cara a cara con la báscula presintiendo que nos hemos pasado. Cuando los kilos de más son una realidad, sabemos lo que tenemos que hacer: moderarnos. Sin embargo, esta premisa no queda tan clara cuando es un niño el que padece sobrepeso. Incluso aunque lo necesite, poner a un hijo a dieta nos infunde el temor de hacerle sentir diferente, de generarle complejos, traumas, o incluso un trastorno de alimentación posterior. Abordar tan peliagudo asunto pasará por un cambio de hábitos familiar dirigido por un profesional.
En realidad, ¿se puede poner a un niño a dieta? ¿Podemos siquiera mencionar la palabra “dieta” en frente de un crío? La Doctora Isabel Belaustegui Trías, experta en Nutrición, opina que no sólo podemos ponerlo a dieta, sino que “debemos” hacerlo, ya que es una cuestión de salud. “El tema de la obesidad infantil es muy importante porque, lejos de tratarse de un problema únicamente estético (como mucha gente considera), se trata de un asunto de salud, presente y futura”. Del mismo modo lo expresa la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde donde definen la obesidad infantil como «uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI». Desde esta entidad advierten que “los niños obesos y con sobrepeso tienden a seguir siendo obesos en la edad adulta”, aumentándose el riesgo de adquisición de enfermedades crónicas de forma más temprana, como la diabetes.
“La obesidad es una enfermedad compleja con afectación de todo el organismo”, aclara Belaustegui. “Se asocia con enfermedad cardiovascular, elevación de triglicéridos y colesterol, diabetes, alteraciones cutáneas (estrías, micosis), dificultad respiratoria, asma, problemas de huesos y articulaciones y trastornos digestivos. En el adulto, la obesidad también puede provocar infertilidad, cáncer y muerte prematura”. Por todo ello habrá que tener en cuenta que, tal y declara la OMS y nos recuerda ella misma, “si no hay un cambio de hábitos un niño obeso se convertirá en un adulto obeso, con el impacto que esto deja en su salud, física y emocional, y en la calidad de sus relaciones”. Por todo ello, Belaustegui es muy clara en su consejo: “Si la situación lo requiere debemos poner al niño a dieta, pero más que hablar de dieta deberíamos hablar de cambio de hábitos que impliquen a toda la familia”.
¿Cuándo se puede decir que un niño tiene sobrepeso? ¿Y cuándo obeso?
“Este valor viene determinado por el índice de masa corporal (IMC), que es la relación entre el peso y la talla. Se calcula dividiendo el peso (en kilogramos) por la estatura al cuadrado (en metros)”, explica la especialista. Según el resultado, estas serían las medidas del peso infantil:
Debido al proceso de desarrollo en que se encuentran los niños, en su caso no pueden aplicarse los mismos parámetros que en adultos. “Por eso se utilizan las tablas de crecimiento y los percentiles, que indican la posición relativa de cada niño en particular en relación con el resto de niños de su mismo sexo y edad”, añade.
Cuándo y cómo empezar una dieta infantil
Los especialistas prefieren inculcar un estilo de vida sano que huya de las duras restricciones que suelen acompañar las “dietas milagro”. Y esto es especialmente importante en el caso de los niños. “Como se trata de un cambio de hábitos hacia una alimentación más saludable y un incremento de la actividad física, y no de la aplicación de una dieta extrema o restrictiva, podríamos empezar desde la edad preescolar”. De este modo no sentirán que están renunciando a nada, sino que será lo normal para ellos.
“Los niños aprender de lo que ven y cuanto antes empiecen a acostumbrarse a que en casa se comen verdura, fruta y alimentos frescos y se evitan los refrescos o la comida rápida, por ejemplo, más natural les parecerá hacer una dieta saludable”, asegura la experta.
Debemos acudir a un profesional
A muchos padres nos puede asaltar la duda sobre a quién recurrir. Aunque hay distintas posibilidades, lo más sencillo es consultar con el pediatra del niño, que es el profesional que más le conoce, tal y como aconseja Belaustegui. Otra opción nada desdeñable es la de consultar con un nutricionista. “En este caso hay más probabilidades de éxito pues cuando la familia acude al nutricionista en busca de ayuda es señal de que siente un mayor compromiso y motivación por lograr los objetivos, y eso es en sí una gran ventaja”, asegura. “El endocrino, lo reservaremos para casos en los que exista un trastorno hormonal de base”. Lo importante es que haya una supervisión profesional que, llegado un caso, podría ser multidisciplinar.
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