¿Cómo se desarrolla la tecnoadicción en el cerebro de un niño?
La tecnoadicción infantil responde a una respuesta cerebral que los vuelve insaciables a los estímulos tecnológicos.
Desde un tiempo a esta parte, los niños prefieren una tablet o un móvil a casi cualquier juguete. Sin embargo, hay que poner límites a su uso para evitar la aparición de una adicción en el menor. Las razones las encontramos en el cerebro infantil, que se encuentra en pleno desarrollo, y por ello es altamente vulnerable del abuso de la tecnología.
Basta con preguntar a los padres sobre el número de dispositivos que tienen en casa para darse cuenta de cómo tablets, consolas y ordenadores han ido invadiendo los hogares, constituyendo ahora el ocio digital una de las actividades preferidas por los niños en su tiempo libre. Pero esto no es gratis en términos del bienestar de nuestros hijos.
Los padres fomentan la adicción a los dispositivos
Muy al contrario, al consentirlo permitimos también que los niños se vuelvan tecnológicamente insaciables y que no puedan pensar en otra cosa, afectando en consecuencia a diferentes parcelas de su vida. La primera, a su rendimiento escolar, aunque no es la única. El abuso de tecnología se ha asociado también a la obesidad, a la falta de sueño y a algunos problemas oculares en la retina que afectan a la visión.
Aunque el uso de videojuegos en sí no es malo, e incluso se le atribuyen beneficios como el desarrollo de actividades como la psicomotricidad o la creatividad, en general los padres son además los primeros “culpables” de la tecnoadicción infantil de nuestros hijos. Según la Federación Europea de Sofware sobre uso de videojuegos en Europa, el 67 % de los progenitores españoles cree que contribuye al desarrollo intelectual de sus hijos, y por ello consiente su utilización en casa. Otra de las razones por las que en los propios hogares se fomenta el abuso del ocio digital reside en la comodidad de los padres: mientras están jugando los niños no molestan.
La sobre-exposición tecnológica afecta a su cerebro
La incorporación de las nuevas tecnologías al día a día de los niños pequeños produce cambios en su estructura y funcionamiento cerebrales. Así lo asegura el doctor Manuel Antonio Fernández. Él es miembro de Top Doctors como especialista en Neurología Pediátrica, tratamiento de trastornos de la conducta y trastornos del aprendizaje. “Esto significa que puede tener tanto efectos positivos como negativo, igual que cualquier otra experiencia que desarrollen”, explica el doctor Fernández. “Por ello, es necesario contar con un conocimiento de los aspectos positivos más relevantes y los principales riesgos que las mismas conllevan, para poder hacer un uso correcto”.
“Las nuevas tecnologías tienen una serie de características que las hacen llevarse muy bien con nuestro sistema nervioso y con lo que se denominan, las funciones ejecutivas”, advierte el experto. Lo que hacen es estimular nuestro sistema de recompensa a nivel cerebral. “¿Cómo?, dándole lo que pide y volviéndole insaciable” a través de sus reacciones neurológicas.
El cerebro de un niño reacciona ante la tecnología
Ante los estímulos tecnológicos se producen estas reacciones cerebrales en el niño:
- Respuesta gratificante. Es un tipo de respuesta variable en cada persona, momento o edad, y por ello, cada niño tiene sus preferencias. La cantidad de opciones (ordenador, móvil, Tablet…), su omnipresencia y el fácil acceso a los dispositivos, hace que los niños y jóvenes tengan una respuesta a su voluntad sin necesidad de esfuerzo.
- Respuesta inmediata. La inmediatez de los dispositivos electrónicos estimula de forma intensa y directa nuestro mecanismo de recompensa (gratificación) cerebral. La impaciencia y la impulsividad son propios de los niños pequeños porque su mecanismo de autorregulación inmaduro les dificulta un correcto autocontrol sobre sí mismos. La tolerancia a la espera se va desarrollando con la edad.
- Respuesta repetitiva o ilimitada. Es lo que más dependencia produce. Una búsqueda en YouTube puede repetirse cuantas veces quieras sin problemas y podemos ver lo que queramos una y otra vez. “Si lo unimos a la inmediatez, comprendemos la trascendencia de la situación. Le podemos dar a nuestro cerebro lo que quiere inmediatamente y de forma indefinida. Por eso, si no lo controlamos adecuadamente, podemos estar creando un cerebro dependiente que se aísle del entorno”.
El debate clínico de la tecnoadicción
A pesar de todas las evidencias en el sentido de alertar sobre las consecuencias de la sobreexposición al atractivo de los estímulos tecnológicos, existe mucho debate sobre considerar la adicción a las nuevas tecnologías como un problema digno de diagnóstico. De hecho, los adictos a las nuevas tecnologías todavía no están “catalogados” como enfermos mentales en los manuales psiquiátricos de referencia mundial dentro de la psicología de la salud, como es el DSM-5. (DSM-V, publicado por la American Psychiatric Association).
Tampoco su homóloga la World Health Organization reconoce este tipo de desórdenes adictivos como trastornos mentales. ¿Hasta qué punto puede hablarse, pues, de un “trastorno” mental real? El debate está servido. Mientras tanto, la adicción a la tecnología y a sus dispositivos se tratarán de forma similar a problemas de adicción en los que interviene un trastorno de control de impulsos.