PSICOLOGÍA

Controla tu ansiedad antes de que ella pueda contigo

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Cuando tu organismo se prepara para hacer frente a situaciones que considera amenazantes o peligrosas sufre una reacción de estrés. Ese estrés prolongado excesivamente en el tiempo, o activado como resultado de situaciones que han sido erróneamente interpretadas como intimidantes cuando no tenían por qué serlo en realidad, es el culpable de eso de lo que ahora todos hablamos tan a menudo, eso que atormenta a los humanos en la vida moderna: la ansiedad.

Cuando tu organismo se prepara para hacer frente a situaciones que considera amenazantes o peligrosas sufre estrés.

¿Se trata realmente de un problema grave? En gran medida podemos decir que sí. Tanto la experiencia de sufrir ansiedad como la cantidad de trastornos de tipo ansioso o incluso de tipo depresivo que nos puede llegar a causar cuando ésta no se diagnostica y no se trata de manera adecuada se ha convertido en una lacra social. Porque da lugar a una considerable incapacidad para ejercer de manera apropiada multitud de tareas cotidianas (algo que, por cierto, cuesta mucho comprender a quienes nunca han padecido sintomatología de este tipo, peroque no por ello deja de ser real) y porque esa incapacidad tiende a generalizarse y puede alejarnos de nuestro ocio, de nuestra vida social, de nuestra familia e incluso de nuestro puesto de trabajo. Síntomas de ansiedad a los que no se ha puesto remedio y que afectan a áreas significativas de nuestra vida nos alejan, en cualquier caso, de nuestro bienestar y de nuestra percepción de auto eficacia. No en vano, la ansiedad es el principal motivo de consulta en salud mental, especialmente en consultas ambulatorias de psicología sanitaria.

En muchas ocasiones es la señal de alarma de un problema más grave que no hemos sido capaces de resolver.

Sin embargo, es imprescindible recordar que la ansiedad no es siempre peligrosa. De hecho, sin ciertas dosis de ansiedad no podríamos activarnos  y concentrarnos para emprender determinadas acciones, no podríamos afrontar nuevos retos cargados de adrenalina y tampoco podríamos protegernos de algunos peligros. La ansiedad, en dosis moderadas es ‘la sal de la vida’. Tan necesaria como cualquier otra emoción básica. ¿Qué hacer frente a esa ansiedad cotidiana que raro es el día que no nos acompañe? ¿Alarmarnos? ¿Tomar ansiolíticos? ¡No! Antes de nada plantéate si eso que sientes es una emoción insoportable ante la que debes volverte un ser vulnerable. Porque es verdad que en muchas ocasiones es la señal de alarma de un problema más grave que no hemos sido capaces de resolver y para el cual nuestro cuerpo nos demanda una atención y una ayuda más especializadas. Pero no tiene por qué ser así en todos los casos.

Es como si nos hubiéramos vuelto más susceptibles ante cualquier cosa que se le parezca.

En otras muchísimas ocasiones ocurre que nos hemos vuelto excesivamente sensibles a la ansiedad, es decir, que hemos aprendido que es tan desagradable que eso nos ha convertido en menos tolerantes ante el malestar que nos produce. Hemos tenido alguna experiencia fastidiosa en el pasado o alguien nos ha contado la suya, y es como si nos hubiéramos vuelto más susceptibles ante cualquier cosa que se le parezca. Igual que encontramos personas con distinto umbral de resistencia al dolor, también hay quien experimenta un mayor o un menor umbral de tolerancia a la ansiedad.

Hay personas muy poco resistentes a la ansiedad porque interpretan cualquier señal de su cuerpo como algo insoportable e invivible.

Cuando toleramos mal la ansiedad también tendemos a pensar cosas del tipo: “La ansiedad es tan peligrosa que he de huir de ella” o “si tengo el mínimo síntoma de ansiedad no puedo vivir tranquilo” o “si no consigo estar tranquilo siempre entonces no voy a poder vivir en paz”. Como ves, son todo pensamientos bastante desalentadores, generalizaciones que nos limitan sin disponer realmente de ninguna base real. Y que nos llegamos a creer a pies juntillas. Hay personas muy poco resistentes a la ansiedad porque reiteradamente interpretan cualquier señal de su cuerpo como algo insoportable e invivible.

Estas ideas que te vuelven tan sensible y que disparan todas tus señales de alarma no hacen nada mas que intensificar el malestar y agravar la situación.

La buena noticia es que cambiando nuestra forma de pensar también podemos transformar la naturaleza de nuestras emociones, y por tanto la forma en la que las experimentamos y lo que aprendemos de ellas. Estas ideas que te vuelven tan sensible y que disparan todas tus señales de alarma no hacen nada más que intensificar el malestar y agravar la situación.

No te resignes ante tus interpretaciones habituales. Frente a ellas te propongo que las cuestiones y las combatas. Sigue, por ejemplo, la siguiente corriente de pensamiento para derribar esos esquemas mentales que hacen de la ansiedad una experiencia teóricamente insoportable: ¿En qué te basas para decir que padecer un poco de ansiedad es tan sumamente peligroso? ¿De verdad es algo que no puedes soportar? ¿La ansiedad que tú sufres es verdaderamente más perjudicial que la que viven el resto de personas?

Piensa en las cosas importantes que has conseguido a lo largo de tu vida, ¿recuerdas la vez que subiste en globo?

La mayor parte de las personas valoran la tranquilidad por encima de la inquietud. Pero de ahí a no resistir un mínimo de activación en tu organismo hay una gran diferencia. Y esa activación te ha sido útil en miles de ocasiones. Piensa en las cosas importantes que has conseguido a lo largo de tu vida. ¿En todas ellas no te ha acompañado –al menos en cierta medida- el gusanillo de la ansiedad? ¿Acaso cuando te enamoraste por primera vez no revoloteaban mariposas en tu estómago? ¿No te temblaba el pulso mientras te evaluaban para darte el carnet de conducir? ¿Mientras te presentabas a aquél examen que tanto te imponía no sentías vértigo? ¿Y aquél día que hablaste ante aquella audiencia no sentías que te ardía la cabeza? ¿O esa otra vez en la que montaste en globo por primera vez?

Son muchas las situaciones de la vida cotidiana que cursan con dosis de ansiedad que son tan esperables como necesarias. No te rebeles ante tus emociones, experiméntalas y reinterprétalas en términos menos negativos y menos catastróficos. Aunque te pudiera parecer mentira, resulta que tú regulas tu propio umbral de resistencia.

Ana Villarrubia

Psicóloga, terapeuta de pareja. Dirijo el centro sanitario ‘Aprende a Escucharte’ y colaboro en medios. Me interesan las personas: cómo actuamos y cómo nos relacionamos.

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