Depresión posparto: mitos y realidades

Entre el 10 % y el 15 % de las mamás sufren depresión posparto y otras muchas algún síntoma relacionado. Destierra los estigmas y supera la tristeza.

Ana Villarrubia. 10/11/2016

Acabas de ser madre. Eres consciente de que tener un bebé es un momento señalado en la vida de toda mujer. Amigos y familiares llevan meses pregonando su euforia. Todos celebran el nacimiento de una esperadísima criaturita que parece haber llegado al mundo para hacer las delicias de tíos, abuelos y cualquier aspirante a padrino que se ponga por delante. Todo el mundo a tu alrededor rebosa alegría. Todos, menos tú. ¿Qué te está pasando?

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La depresión posparto afecta aproximadamente a una décima parte de las flamantes mamás.

La llamada depresión posparto (baby blues o maternity blues según los anglosajones, más poéticos ellos) afecta aproximadamente a una décima parte de las flamantes mamás -las estadísticas apuntan a una prevalencia de entre el 10 % y el 15 %- y sus síntomas son especialmente llamativos porque en un momento vital tan señalado como el inicio de una nueva maternidad, contrastan sobremanera con las emociones y expectativas de quienes rodean a la madre.

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La madre que sufre depresión posparto físicamente no se encuentra bien.

Lejos de compartir el entusiasmo generalizado que se ha apoderado de su familia, la madre que sufre depresión posparto tiene la sensación de vivir en permanente estado de enfado. Físicamente no se encuentra bien, puede dolerle todo el cuerpo o sentirse cansada la mayor paree del tiempo. Tiene más ganas de llorar que nunca (y no precisamente de alegría) y se siente triste y desesperanzada. Padece anhedonia (dificultad o incapacidad para disfrutar de aquello que habitualmente le proporcionaba placer), está muy desmotivada y tiene dificultades para concentrarse en cualquier tipo de tarea.

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A la mujer con depresión posparto cada día se encuentra más y más cansada porque, además, le cuesta un triunfo dormir.

Por la cabeza se le cruzan un sin fin de pensamientos inquietantes que no hacen más que aumentar su preocupación y alimentar su ansiedad. Para colmo, como nadie espera o entiende que pueda sentirte así en un momento tan teórica y previsiblemente celebrado, la culpa se ha apoderado de ella e intensifica esa espiral de emociones negativas en las que vive sumergida. Racionalmente la mujer comprende que algo va mal, pero emocionalmente no encuentra ni una sola cosa que esté en su mano hacer para evitar sentirse así. Normalmente ha intentado todo lo que ha podido, ha buscado apoyo a su alrededor, pero nada ha funcionando. Cada día se encuentra más y más cansada porque, además, le cuesta un triunfo dormir.

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La inmensa mayoría de las madres que padecen los desagradables síntomas de la depresión posparto no encajan en un cuadro previo de síntomas depresivos.

Esta es la cruda realidad de la depresión posparto, un cuadro de síntomas depresivos coincidentes con los de un episodio clínico de depresión mayor, que puede afectar a cualquier mujer, tanto de manera abrupta inmediatamente después del parto como unas pocas semanas después. Del mismo modo que ocurre en otras afecciones psicológicas, tampoco aquí puede señalarse una única causa determinante. Aunque es cierto que algunos factores de riesgo predisponen teóricamente a ciertas mujeres a padecer este cuadro clínico (falta real de apoyo, dificultades económicas, antecedentes personales o familiares de depresión o ansiedad, problemas de pareja…) la realidad es que la inmensa mayoría de las madres que padecen los desagradables síntomas de la depresión posparto no encajan en ninguna de estas realidades.

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Cuando se trata de cuadros depresivos es necesario apelar siempre a una causalidad multifactorial.

De hecho, otras variables psicológicas que nada tienen que ver con la situación socio-económica de la madre, como el perfeccionismo o la elevada auto exigencia parecen jugar un papel más importante a la hora de facilitar la parición de síntomas de depresión y ansiedad después del parto. Estos factores, unidos a la inexperiencia de la mamá primeriza o de aquella que carece de confianza en sí misma con respecto a la capacidad para cuidar de un recién nacido, componen un complicado cóctel de circunstancias que sí parecen estar más directamente relacionados con el padecimiento del incómodo maternity blues. En cualquier caso, cuando se trata de cuadros depresivos es necesario apelar siempre a una causalidad multifactorial en la que, además de las variables psicológicas, se hace necesario apelar a otras de tipo neurológico, hormonal, genético o psicosocial.

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El diagnóstico precoz y la intervención terapéutica temprana son importantes porque contribuye al adecuado establecimiento del vínculo madre-hijo.

Lejos de ser un problema menor, la depresión posparto es un trastorno real, en tanto en cuanto puede llegar a tener un desarrollo similar o idéntico al de otros cuadros depresivos no vinculados a la maternidad. El diagnóstico precoz y la intervención terapéutica temprana son, en estos casos, más importantes si cabe, en la medida en la que asegurar la estabilidad emocional de la madre beneficia también al niño, pues contribuye al adecuado establecimiento del vínculo madre-hijo y la hace a ella más receptiva y sensible a las necesidades de su bebé. Aun así, en la mayor parte de los casos ni siquiera existen dificultades reales en el cuidado del bebé y la mujer sigue adelante con sus tareas como madre a pesar de su tristeza. De hecho, el hijo puede llegar a ser lo único que sí motive a su madre.

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Los estigmas complican aún más la superación del problema.

Desterremos, por lo tanto, cualquier estigma que no hace más que añadir presión a miles de madres que cada año sufren en mayor o menor medida algún tipo de síntoma depresivo asociado a su maternidad. Estigmas que, además, socialmente complican aún más la superación del problema. La depresión posparto puede manifestarse, como hemos visto, en cualquier mujer, y no refleja absolutamente nada en relación a su capacidad para ser madre.

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Haber padecido una depresión posparto es independiente del estilo de crianza posterior de los hijos.

No hay correlación alguna entre el padecimiento de este trastorno y la personalidad de la mujer o el desarrollo posterior de su maternidad. La depresión posparto se trata psicológicamente (o, a veces, también farmacológicamente) y se supera con éxito, como cualquier otro cuadro psicológico de estas características; sin que ello conlleve ningún tipo de consecuencia a largo plazo para la madre o para su bebé. Más allá de la afectación para la vida de la mujer mientras se manifiestan los síntomas, que será mayor cuanto más severos sean estos, haber padecido una depresión posparto es absolutamente independiente del estilo de crianza que se adopte posteriormente con los hijos.

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Las recientes mamás sufre alguna manifestación ansioso-depresiva transitoria y de escasa gravedad que puede superada con algunas pautas.

Por otro lado, la sensación de tristeza, ansiedad o miedo ante el nacimiento de un hijo no siempre es tan intensa ni se acompaña de otros síntomas que son necesarios para conformar un diagnóstico de depresión posparto. En un porcentaje mucho mayor de los casos que acuden a consulta las recientes mamás sufre alguna manifestación ansioso-depresiva transitoria y de escasa gravedad que puede ser fácilmente superada con algunas pautas cognitivas, emocionales y conductuales relativamente sencillas, como estas cinco imprescindibles que aquí te invito a seguir:

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Todos somos susceptibles de padecer tales síntomas en determinados momentos de estrés.

1.- Dile adiós a pensamientos que generan culpa y ansiedad. No eres una “mala madre” por sentirte ansiosa, temerosa o desbordada por la situación. Todos somos susceptibles de padecer tales síntomas en determinados momentos de estrés, y tener un hijo es probablemente una de las cosas más estresantes que has hecho y harás en toda tu vida. Estas más que justificada, deja de fustigarte. No es útil y no tiene sentido.

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Comparte tus emociones y no ocultes tus emociones.

2.- Comparte tus emociones. No ocultes tus emociones. Identificar cómo te sientes y ponerle palabras a tus emociones son los dos primeros pasos para elaborarlas adecuadamente. Al compartir tus emociones con personas queridas te acercas a ellas, les permites empatizar contigo, adquieres una visión más objetiva sobre tus circunstancias, y probablemente te des cuenta de que otras madres se han sentido de manera similar sin que por ello haya motivos para juzgarlas.

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Es recomendable hablar con familiares o incluso consultar a un especialista.

3.- Pide ayuda. Tu pareja también siente el peso de la responsabilidad, también puede sentir miedo, es la persona que mejor puede comprenderte y también ayudarte. Apoyaos mutuamente, pero no solo. No tenéis por qué saber hacerlo todo ni por qué tener respuestas para todo: preguntad o pedid todo lo que necesitéis. En última instancia, recurre a un profesional si el malestar se intensifica.

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Se recomienda dormir bien un mínimo de 8h.

4.- Descansa (todo lo que puedas) y cuídate. El cansancio es uno de los factores que más puede intensificar tu malestar, y seguro que te sientes exhausta. Bastante dedicación requiere un bebé como para que te exijas nada más. En cuanto veas la oportunidad, aprovéchala. Tómate un tiempo para ti: para dormir, salir a pasear, darte una ducha o leer un libro. Lo que sea que habitualmente te gratifique o te permita relajarte.

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Lo importante es aceptar la imposbilidad de estar en todo.

5.- Delega y rebaja tus exigencias. Insisto, demasiado tienes ya en el plato como para seguir añadiendo obligaciones. ¿Qué la casa tiene que estar desordenada o más sucia unos meses? ¡Que lo esté! ¿Qué no tienes tiempo ni para cocinar? Que lo hagan otros por ti. ¿Qué no te apetece atender a nadie? Silencia el teléfono unas horas. ¿Qué no tienes tiempo ni para planchar? Tu ropa no hay por qué plancharla en una larga temporada. ¿Qué desde el trabajo te llegan los problemas? Si estás de baja, que se las apañen, nadie es imprescindible. Y, si ya no lo estás, resuelve solo lo que entre dentro de tu horario laboral, demasiadas horas extra les has dedicado y les seguirás dedicando más adelante. En fin, acepta que no puedes estar a todo, y que no todo es igual de importante o igual de urgente.

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