Educar es posiblemente una de las labores más duras para cualquier padre. Con la paternidad adoptamos toda una carga de responsabilidades que muchas veces nos superan, pese a poner nuestra mejor voluntad. Siendo la paciencia uno de los ingredientes más necesarios, conocer el modo en que funciona el cerebro infantil podrá ahorrarnos mucho trabajo, ayudarnos a conseguir objetivos y no sucumbir a la desesperación. Antes de ser padres nadie nos dijo que podría haber algunos problemas. Los menores serán las preocupaciones derivadas de la desobediencia infantil, la rebeldía adolescente, la falta de interés o las malas notas por no estudiar.
Los problemas de conducta tratados desde el cerebro
Algo con lo que no cuenta la mayoría de los padres es con recurrir al cerebro para paliar los contratiempos de la vida diaria en la relación con nuestros hijos. Ejemplo de ello son los problemas de conducta por mal comportamiento, los cuales son uno de los motivos más frecuentes de consulta en el psicólogo en niños que no tienen ninguna dificultad de neurodesarrollo.
En su libro ‘No drama-discipline’ los neuropsicólogos Drs. Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson ofrecen los siguientes consejos para conseguir resultados y evitar los berrinches propios de las situaciones dramáticas:
¿Cómo calmar al niño en una situación de gran tensión?
Las discusiones y peleas pueden sacar lo peor de nosotros, porque no actuamos de un modo racional, sino “aconsejados” por el sistema límbico, y una vez que la corteza cerebral ha perdido el control de la situación. En estos casos se produce un bloqueo psicológico, mental, e incluso corporal, que nos impide actuar racionalmente. Se trata de lo que se conoce como secuestro emocional, acuñado por primera vez por el psicólogo Daniel Goleman.
Cuando se entra en estado de secuestro emocional (también conocido como secuestro límbico o amigdalar), sucede una especie de “congelación” que nos inmoviliza y deja desconcertados en la medida en que nos aleja del pensamiento racional y cognitivo. Si es una respuesta que aparece en el adulto, podemos imaginar la facilidad con la que podría dispararse en un niño, ya de por sí inmaduro y sin recursos psicológicos o intelectuales para poder enfrentarse a una situación estresante de gran magnitud.
Muy especialmente si se trata de niños, jamás podemos cruzar la línea que nos lleva a perder el control sobre nosotros mismos, y además debemos ayudarlos a calmarlos si percibimos que han entrado en situación de bloqueo. Estos son los consejos de Elsa Punset, para dirigirse a una persona víctima de un secuestro emocional, en este caso a un niño:
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